Luis Ugalde
En la actualidad, los países de América del Sur, casi sin excepción, ofrecen un panorama de crisis económica, social y política. Las elecciones en este malestar buscan cambios y tienden a favorecer a candidatos de ideología opuesta al gobierno, pero nada más llegados al poder sienten que para responder desde el gobierno a las expectativas tienen que olvidarse de sus banderas ideológicas y salir con pragmatismo al encuentro de los problemas más urgentes.
Los medios de comunicación social informan que ganó la “izquierda” o la “derecha”, pero el ganador –ahora gobierno– siente que le estorban esas etiquetas, pues le exigen respuestas urgentes que no se dejan domesticar por ideologías.
Algunos ahora parecen alarmados porque el color rojo de la “izquierda” va coloreando el mapa de América del Sur: Brasil, Argentina, Bolivia, Colombia, Chile, Perú, Venezuela… Pero veamos.
Resulta que en Brasil las oposiciones tienen fuerza en las gobernaciones y en el parlamento y que es muy escaso el poder de Lula para hacer política de izquierda de sabor “socialista”. Son grandes las resistencias. En la presente crisis económica del gigante brasileño, el presidente Lula para enfrentar el malestar social necesita generar más trabajo bien pagado, con más inversión y crecimiento de las empresas privadas. Sobre todo, atraer inversiones que no se asusten con las políticas sociales necesarias. Si Lula pinta el camino con pancartas “socialistas” espantará la inversión, crecerá el malestar de los pobres y empezará a bajar en las encuestas.
Oro caso interesante es Chile que eligió a Gabriel Boric, joven presidente de conocida militancia comunista. Su triunfo en buena parte se debió al dogmatismo ideológico neoliberal de quienes siendo gobierno impidieron combinar los éxitos económicos con vigorosos programas sociales sobre todo en educación, salud y pensiones.
Ya en el poder Boric entendió que la mayoría chilena no estaba dispuesta a aventuras “socialistas” ni a constituciones de “izquierda” hechas para castigar a la “derecha”. Las constituciones virtuosas no son instrumentos para golpear al otro, sino para unir al país.
Al poco tiempo la “derecha” y el “centroderecha” con abrumadora mayoría derrotaron al movimiento constituyentista de “izquierda” y abrieron las puertas a una constitución que necesariamente tendrá que ser equilibrada en una sociedad plural como la chilena.
Boric entendió muy bien su derrota y aconsejó a la “derecha” engolosinada con el triunfo no cometer el mismo error cometido por la “izquierda”.
Ahí tenemos Argentina dando tumbos, pues necesita soluciones pragmáticas que no llegan y el sufrimiento no se aplaca con recetas ideológicas.
Otro caso es la llegada del exguerrillero Gustavo Petro a la Presidencia de Colombia con una ventaja modesta e inestable equilibrio de fuerzas que no le permite ofrecer muchos tributos a su imagen de “izquierda”. Cualquier aventura en esa dirección inmediatamente espanta las inversiones necesarias y lo pone en minoría en las encuestas.
Solo el realismo pragmático le permitirá hacer un buen gobierno, manteniendo el apoyo plural necesario y generando bienestar social con una inversión privada grande que le permita adelantar la pacificación y abrir oportunidades de vida digna a los que dejen las armas.
En contra de su ideología tendrá que impulsar empleo privado productivo y programas sociales de sistemas mixtos de educación, salud, empleo… Sin pretensión de exclusividad estatista.
En este cuadro el régimen “izquierdista” de Venezuela con 25 años en el poder, repetidamente reprobado en los exámenes de gestión y con las esperanzas y promesas reducidas a cenizas, resulta muy incómodo para las nuevas “izquierdas” de otros países que no quieren ser acusadas de ser parientes del fracasado régimen venezolano.
En países vecinos con millones de venezolanos refugiados saben que Venezuela no es el paraíso; por el contrario, en la frontera ven el río humano que huye de este infierno. Petro como Boric y otros necesitan que la dictadura de Venezuela cambie y los salarios no sean de hambre.
La verdad que eso de “izquierdas” y “derechas” no ayuda en el naufragio y los de una y otra ideología tienen que compartir las únicas pocas tablas de salvación y nadar juntos, superando sus antagonismos.
No sabemos qué pasará dentro de 100 años, pero hoy en el mundo no hay prosperidad económica sin un gran crecimiento de empresas privadas con sentido social, que con los gobiernos estén decididas a combatir a fondo la pobreza de la mayoría de la población. Pero las empresas fracasarán como en el pasado si no son valoradas como su esperanza por millones y millones de trabajadores, que ven en ellas el medio concreto para lograr el bienestar suyo y de sus familiares.
Para avanzar en esta dirección, necesitamos nuevos liderazgos pragmáticos que traerán paz con creciente productividad económica y social y bienestar compartido por toda la sociedad. Las ideologías fracasadas y muertas necesitan ser enterradas.