Los médicos de Atención Primaria de las comunidades más pobladas de España han dicho basta y con el respaldo de sus organizaciones sindicales anuncian la continuación las huelgas en Cataluña, Madrid, Andalucía, Navarra, Extremadura y la Comunidad Valenciana. Están plantados en dos exigencias: más recursos para la Atención Primaria, la garantía de un tope racional de pacientes por jornada y la contratación de unos 5.000 facultativos. Sin embargo, no es tan simple de solucionar esa situación que califican de “insostenible”.
“Es un error plantear la reivindicación en términos de pacientes vistos en un día. Esa reformulación es una trampa”, afirma Beatriz González López-Valcárcel, catedrática de la Universidad de Las Palmas y coautora del estudio Estudio de oferta y necesidad de especialistas médicos 2021-2035.
La puerta de entrada al sistema público de salud y la barrera que evita la saturación de las urgencias hospitalarias, la Atención Primaria, comparte graves problemas comunes en todos los territorios. Una extrema degradación laboral y falta de inversión en todos los niveles del sistema, desde salarios hasta equipos y la exacerbación del papeleo burocrático. Las soluciones no son rápidas, ni definitivas. Es mucho más que ampliar la plantilla, poner en tope de pacientes diarios y poner fin a la precariedad de los sueldos. Hay que empezar cuanto antes. Ya se tienen los diagnósticos y debe comenzar el tratamiento, intensivo y general. Es una batalla por la vida.
La mayoría de los presupuestos de las Comunidades Autónomas no cumple la promesa de reforzar significativamente la financiación a Atención Primaria. La inversión dedicada es del 14,7%, muy lejos del 25% que recomienda la OMS. Un grave incumplimiento de su obligación de garantizar una mejora continua y sostenida del derecho a la salud.
España cuenta con suficientes médicos, pero no de familia
Cada año egresan de las facultades de Medicina entre 6.000 y 7.000 médicos, que para tener posibilidades de trabajo en el sistema nacional de salud deben obtener una plaza como médico internista residente y luego de 4 años ser especialistas en Medicina Familiar y Comunitaria. Una opción de poco prestigio, los sueldos más bajos de la profesión y largas jornadas de trabajo, poca investigación y escaso desarrollo profesional.
Obvio. Aunque la especialidad de Medicina Familiar y Comunitaria es la que ofrece más plazas cada año en el MIR, también es a la única que le quedan vacantes. En 2022, cuando 28.714 personas presentaron el examen MIR, FIR y EIR, no se llenaron 217 plazas. No es la titulación más buscada ni la más apetecible, aunque tiene definiciones de ensueño. Se les exige un trabajo extenuante con equipos obsoletos y duras condiciones laborales, contratos precarios y los sueldos más bajos de Europa, además de la descalificación y estigmatización de colegas y pacientes.
Los políticos y gestores sanitarios los exaltan como “el eje del sistema” del excelente servicio sanitario que provee el Estado de bienestar español, pero son frases hechas en agencias de publicidad, desconectadas de las decisiones que toman en las administraciones, tanto las regionales como la central. Ahí entran el estancamiento presupuestario de los últimos años de los centros de salud y el crecimiento desmesurado del gasto hospitalario y los aparejos que le lanzan al sector privado a cuenta de tecnología y alto costo de los equipos.
De pronóstico reservado
Los augurios no son halagadores para la especialidad. Muchos la consideran en peligro cierto de extinción. En marzo de 2022, el Foro de Atención Primaria, declaró que había un déficit de 4.720 médicos y 1.304 pediatras. La respuesta del Ministerio de Sanidad fue efectista, no estructural. Aumentó las plazas de esa titulación a 2.455 en el MIR2023, un gesto que no resuelve el problema y puede empeorarlo.
La culpa no la tienen quienes descartan la especialidad que da tantas satisfacciones personales y profesionales. Aunque no carece de valor científico y médico, la Medicina de Familia es poca considerada, valorada y prestigiada. En muchas facultades de Medicinas la nombran poco y en otras ni la conocen.
Un gran porcentaje de quienes finalizan los cuatro años de especialización se arrepiente. Se imponen las condiciones en que se ejerce –no solo la falta de personal, sino las dramáticas carencias de los centros de salud– y acaban abandonando para buscar trabajo en hospitales, el sector privado o emigrar al Reino Unido y Francia, donde son apreciados y bien pagados.
Con todo en contra, son los médicos que se encargan del primer diagnóstico que puede ser de vida o muerte y hacen el seguimiento de los pacientes crónicos para que no se agraven. Salvan vidas. Resuelven problemas que van más allá de la dolencia física. Prestar atención al historial y escuchar las experiencias del paciente puede ayudar a percibir el origen de una patología y no recetar fármacos innecesarios. Sin embargo, la reputación de los médicos de salud no suele ser buena.
Una especialidad fundamental, pero infravalorada. Con contratos de tres o seis meses, no llegan a ganarse la confianza ni a conocer sus pacientes. Los propios compañeros de otras áreas los desprestigian y los sobrecargan. Por su propio bien, deben molestar lo menos posible a los de arriba, los especialistas.
Muro de contención y puente levadizo
Sin los médicos de familia, habrían tocado en los hospitales los 243,5 millones de pacientes y las 24,5 millones de urgencias que ellos atendieron en 2020. Son consultas que impiden que se agraven los tumores y evitan intervenciones quirúrgicas mayores con tratamientos preventivos. Además, hacen seguimientos a enfermedades mentales.
El Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos lleva casi una década alertando de la saturación de este nivel de atención sanitaria. Sobre todo, las paupérrimas condiciones laborales, el salario y el ejercicio profesional: 4 minutos por paciente. En 2019 solo había disponible 0,8% de médicos de familia por cada 1.000 habitantes. En 2022, solo solo Castilla-La Mancha alcanzó la ratio de un médico por millar.
Muchos, quizás demasiados, apostaron todos sus céntimos y esperanzas al MIR, el programa de médico interno residente. Supusieron que habría un reparto equitativo de plazas y que por fin se prestaría a los españoles un servicio primario de primer mundo. Pero falló. La falta de médicos no ha dejado de agravarse y las universidades tampoco han dejado de incrementar el número de egresados.
Para restablecer el equilibrio, se han propuesto todo tipo de escaramuzas y sudokos, desde bajar vacantes en unas especialidades y aumentar en otras hasta bajar las notas de admisión para que los poco ambiciosos se conformen con la especialidad menos apetecida. Otros han tratado de visibilizar a los médicos de familia y presentarlos como héroes en los medios de comunicación. Pero no se admite la falla esencial ni hacen caso a los médicos de familia veteranos que proponen la solución, sin alterar el MIR, ni bajar la calificación ni regalar las plazas.
Más plazas para Medicina de Familia, pero sigue la escasez
El 19 de septiembre cerró el plazo para inscribirse para participar en los exámenes del MIR y el 21 de enero se examinaron 12.668 médicos que optan a 8.550 plazas para las especialidades de médicos residentes, 362 más que el año pasado. 8.316 son de titularidad pública y 243 de titularidad privada. Sin embargo, si todas las plazas de Medicina de Familia se cubrieran y todos recibieran titularidad, España no tendría resuelta en 2027 su agónica escasez de médicos de esa especialidad. Al contrario, se habrá incrementado. El déficit será de 9.000 especialistas.
Las plazas del MIR solo pueden aumentarse cuando las unidades docentes cumplen los requisitos indispensables para formar más residentes. La escasez de médicos de familia pueden empeorarla las decisiones “políticas” de las administraciones regionales y el Ejecutivo central. En Jaén y Almería, por ejemplo, aprobaron hace poco el grado de Medicina con 60 plazas, mientras que Burgos insiste en su reclamo de abrir otra, a pesar de que no disponen de profesorado clínico acreditado (por la misma razón, no hay plazas para formar especialistas).
La falta de médicos ha devenido en un problema político-estructural y no se resuelve de la noche a la mañana. Tampoco abriendo más facultades de Medicina, bajando la puntuación del MIR o acelerando las homologaciones. Se descuidó la atención primaria, no se invirtió en equipos ni salarios. Los recortes tienen efectos inmediatos, pero las soluciones a los problemas que acarrean son de muy largo plazo. Los profesores y los gremios, alarmados por la desaparición de la especialidad reclaman incentivos para que sea más atractiva y deje de ser en la cenicienta de la profesión.
El teorema hispánico: sobran facultades de Medicina, faltan médicos
En la convocatoria 2018-2019 se presentaron al MIR un total de 15.475 aspirantes para 6.797 plazas. Fueron “eliminados” 8.670, se quedaron sin plaza. A pesar de la pandemia de SARS-CoV-2, entre 2018 y 2021, el número de médicos en España se redujo un 1,77%. Sorprende, entonces contrataban a cualquier Cristo con un estetoscopio. Sin embargo, ocurrió de manera desigual. En atención primaria hubo un descenso del 2,14%; en tanto, en atención especializada se incrementó en casi 6%.
A contravía, el sector sanitario privado ha tenido una expansión muy significativa en la década, en actividad y en empleo. Ya alcanza el 29,55%, muy por encima del 23,1% que es la media de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico. Las estadísticas dicen que España no faltan médicos en general –es el séptimo país de la OCDE con más facultativos por 1.000 habitantes–, pero sí tiene una muy grave escasez de profesionales de medicina de familia, y sigue aumentando.
Pareciera sensato que si faltan médicos y faltarán más, se abran más facultades de Medicina o se admitan más estudiantes en las actuales. No es tan fácil. Hay un nudo gordiano. Las plazas que se ofertan en el MIR no tienen relación con las necesidades de la población. Mientras en algunas especialidades están restringidas a la disponibilidad de puestos académicos y de tutores, en el caso de Medicina Familia es lo contrario. Sobran plazas. Mientras, hay 3.000 médicos sin especialidad. No obtuvieron una plaza de residente, pero la rechazarían si se la ofrecen en Medicina Familiar y Comunitaria. Unos pocos deciden emigrar, pero la mayoría prefiere insistiendo en el examen MIR y aceptan –mientras tanto– condiciones precarias e inestables de trabajo y sueldos de penuria con la ilusión de que sean provisionales.
Las ciudades con muchos médicos y pocos puestos, lo contrario en el campo
En España todos –ciudadanos, profesionales y gobernantes– saben que faltan médicos de familia y también las causas: horarios esclavizantes, sueldos muy bajos, incluso sin compararlos con el resto de la Unión Europea, infraestructura y equipos envejecidos y descuido total de la atención primaria. Sin embargo, se desconoce la necesidad real de médicos de familia. No hay un número preciso.
Desde 2014, la ley obliga a las administraciones a disponer de un registro de profesionales sanitarios, pero ninguna administración –ni la central ni las autonómicas– posee datos fiables al respecto. El sistema sanitario, con tantos elogios y los muy frecuentes lavados de cara, carece de planificación y está inmerso en una crisis que por décadas han venido advirtiendo los colegios y sindicatos médicos.
España cuenta, en teoría, con 221,470 médicos en activo, de los cuales se estima que 60.000 ejercen en el sector privado. Un estudio que encargó el gobierno central en 2019 encontró que a la sanidad pública le faltan unos 4.000 médicos especialistas. Las soluciones siguen sin aparecer.
En el papel, todos los médicos en España y en la Unión Europea deben ser posgraduados en una especialización, incluida la medicina general o de familia para poder ser contratados por un sistema de salud público. Sin embargo, en el Sistema Nacional de Salud algunas especialidades cuentan con hasta un 25% de los profesionales sin el título acreditado, especialmente de Medicina de Familia, precisamente lo que atienden a los pacientes los centros de salud.
Del deber ser al “esto es lo que tenemos”
La Medicina de Familia existe en España desde 1978. Fue creada con la ilusión mejorar la atención a los pacientes. Se consideraba que era necesario un cambio en los profesionales médicos más cercanos a las personas, su familia y el entorno comunitario. El nuevo paradigma planteaba que se ejerciera una medicina más accesible, más humana, más integral, más eficiente y de mayor nivel y rigor científico-técnico.
En 2005 se puso en marcha una formación específica para trabajar como especialistas en el ámbito de la Atención Primaria de Salud. Han pasado 17 años y más que un nuevo paradigma se ha convertido en una distopia.
La Conferencia Mundial sobre Atención Primaria de Salud que se celebró en Astaná, Kazajstán, en octubre de 2018, y la Asamblea General de la ONU, en varias oportunidades, han insistido en que la atención primaria de salud es la piedra angular para conseguir la cobertura sanitaria universal y cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible relacionados con la salud y la seguridad sanitaria.
Se le considera el enfoque más equitativo, viable, inclusivo y efectivo para mejorar globalmente la salud de las personas y un brazo esencial para que los sistemas de salud sean más resilientes en situaciones de crisis y más dinámicos en la detección de epidemias, entre otros motivos. Sin embargo, es la especialidad que los gobernantes, todos, han ido deteriorando y degradando al escatimar los recursos y han impuesto un modelo de beneficencia que los españoles no se merecen. Han puesto en el tobogán de la precariedad un sistema que puede ser modelo universal.
¿Por qué no se ha detenido el deterioro de la Atención Primaria?
Hay muchas explicaciones. La más radical señala el sistema MIR como el gran culpable. Son frecuentes las manifestaciones de recién graduados en Madrid pidiendo el cambio de sistema. También prestigiosos profesionales, gerentes y jefes académicos de unidades docentes han propuesta bajar la nota de corte, como efectivamente se ha bajado, sin que se resuelva la falta de médicos de familia.
En el MIR 2023, se accederá a una de las plazas ofertadas si se obtiene una valoración particular igual o superior 25% de la media aritmética de las 10 mejores puntuaciones del examen. Esto supone un cambiorespecto del año anterior, cuando Sanidad solicitaba un 35% mínimo. La medida, obviamente, aumentará el número de aspirantes que obtendrán la plaza. Los cuestionadores señalan que la medida afectará la calidad de la medicina y que es un mal empleo de los recursos del Estado.
¿Después de seis años de estudios no saben curar una diarrea, tratar una fractura de tobillo o diferenciar apendicitis de obstrucción intestinal?
Se repite que en los seis años de los estudios básicos de Medicina, la especialidad Médico Familiar y Comunitario es la gran desconocida. Sin embargo, es la especialidad que ejerce un 40% de los médicos en España. Ocurre que cuando se conoce la situación precaria que atraviesa y, de nuevo, las condiciones laborales hasta a san Francisco de Asís y a Florence Nightingale se les quitarían las ganas de ejercer la caridad en un centro de salud. Más allá de la queja, nada ocurre. Todo sigue igual. Los más optimistas piden que al médico de familia se le prestigie más en el ámbito académico, social y de los medios.
Los defensores de la actual formación en Medicina Familiar y Comunitaria dicen que la española es un referente en los países del entorno, que el problema son las condiciones de trabajo que se afrontan al finalizar la residencia. Sienten que han invertido mucho tiempo, dinero y esfuerzo por tan escasa recompensa. Y vuelve la queja de médicos y pacientes: “Se ha abandonado la atención primaria”.
Mientras, en España, los puestos de difícil cobertura coinciden con las plazas vacantes de atención primaria. Obviamente, faltan médicos de familia y comunitarios que además de la especialización tengan el ánimo de trabajar en el país vacío, en regiones con mucha gente mayor y pocos jóvenes, y ganar hasta un 30% menos que las otras especialidades.
Echar mano de los médicos extracomunitarios y empeorar la arruga
Ante la dimensión de la escasez de médicos de familia, el Ministerio de Sanidad aumentó el cupo del MIR para los extracomunitarios. Pero con eso no se soluciona nada. Es una “mano de obra” dispuesta a trabajar en unas condiciones más precarias que los médicos españoles y que perjudicaría aún más la medicina de familia que se encuentra en una situación desesperada. No tienen la misma formación y no se trata de recurrir a compresas calientes. Sino de la total reformulación de la Atención Primaria.
No es poco lo que viene. En España, con la fuerte caída de la natalidad y el aumento de la población mayor de 75 años, hará falta menos pediatras y más especialistas en enfermedades asociadas al envejecimiento y a pacientes con múltiples patologías.
Las proyecciones basadas en los datos del propio Ministerio de Sanidad indican que, a partir de 2027, habrá déficits superiores al 10%, entre la oferta de plazas y la demanda. Especialmente en medicina familiar, medicina del trabajo, inmunología, urgencias y emergencias, psiquiatría, análisis clínicos, bioquímica y microbiología.
Médicos que trabajan como remeros con sueldo de peón
La baja remuneración es de las primeras razones de la poca demanda de la Medicina de Familia. Está muy por debajo de lo que puede cobrar un cirujano cardiovascular, un forense o un traumatólogo.
El sueldomedio de un médico de familia no supera los 43.600 euros brutos al año. Unos 2.360 euros netos mensuales. Claro, la cifra varía con los años de experiencia y la comunidad autónoma donde ejerza. Si tiene menos de 3 años de experiencia, podría ganar 32.100 euros brutos anuales. La cantidad aumenta hasta los 45.500 euros para los facultativos con 9 años de experiencia profesional. Los médicos de familia con mayores sueldos acreditan más de 20 años de experiencia, y su base salarial media anual llega a 80.100 euros. En cambio,un cirujano ortopédico puede ganar 461.000 euros anuales.
Los médicos de familia mejor pagados son los de Andalucía, con un 4% por encima de la media nacional. Los peor pagados son los de Madrid y Galicia, ganan entre 10-12% menos que la media del país. Apenas 38.400 en la capital de España.
El estado de la atención primaria revela la salud del sistema sanitario
El déficit de médicos tiene un impacto directo en la sociedad. No se trata de otra estadística que anime a la floreciente burocracia a contratar presentaciones en PowerPoint. Los pacientes, los enfermos y sus familiares son los que sufren. Sus nombres aparecen con otros cientos de miles en las listas de espera, desde cirugías de trasplante hasta simples pruebas cardiológicas de esfuerzo.
El último informe del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad registraba 706.740 pacientes en lista de espera para operarse en el Sistema Nacional de Salud hasta el segundo semestre de 2021. Un aumento de 3,15% con respecto al semestre precedente.
Lo peor es que la espera puede ser hasta de un año para la consulta de dermatología. Si sufre psoriasis, aguante. En las otras especialidades, la media de espera para entrar en el quirófano es de 4 meses y 3 días; para ser atendido por el especialista se necesitaron 3 meses, 14 días más que en el semestre anterior. Pero le puede tocar esperar un año para una colonoscopia, que puede ser mortal si se trata de diverticulitis o cáncer.
Lista de espera
La estresante competencia por una plaza del MIR
La actual universidad española no es tan cerrada como a mediados del siglo pasado. Con la expansión de la clase media, más personas han tenido acceso a estudios superiores, pero Medicina se mantiene, en su esencia y reputación, como un coto de mentes privilegiadas. Se requiere mucho esfuerzo, muchos sacrificios y mucho estudio, y dinero, afrontar el MIR y superar la especialización, esencial para ejercer en España.
En el sexto año del pregrado de Medicina se puede compatibilizar los cursos académicos con la preparación para el examen MIR. El primer día de julio comienzan en las academias las intensivas de doce horas, con un par de horas para comer. Cada sábado presentan un simulacro de prueba. Descansan un día, pero con un gran sentimiento de culpa. Las academias AMIR, CTO y MIR Asturias copan el mercado. Su metodología es la misma: exigirle hasta la extenuación al alumno y tarifas alrededor de 3.000 euros.
A los que quedan en los primeros puestos los entrevistan en los grandes medios y son libres de escoger destino y especialidad. Pero no quedar entre los “eliminados” es un asunto de suerte, no de genios ni de cerebritos. Médicos extraordinarios y estudiantes brillantes no han pasado la prueba de 200 preguntas y 4 opciones de respuesta. Al igual que la lotería, el MIR se puede “jugar” las veces que se desee mientras se tenga ánimo y otros elementos (entre 3.000 y 9.000 euros). Lo normal es que un 35% de los aspirantes se quede sin plaza. En 2022, hubo 1.895 eliminados; en 2021 un total de 2.528.
No todo debe girar en torno al MIR, hay otras vidas
La posición que se obtenga en el examen no define al aspirante como buen o mal médico, tampoco la calidad de los conocimientos. Pero es imprescindible para seguir en la carrera, en España. Es una criba, un filtro, un embudo que se podría mejorar en su excelencia. Muchos consideran que no merece la pena estudiar seis años para apostarlo todo en un examen. «Pasamos meses haciendo simulacros. Al final, el MIR es uno más. Se encuentran preguntas muy fáciles o muy difíciles que acierta y falla todo el mundo. También se puede tener un mal día, pero es lo que hay,una criba para repartir plazas. La medicina es mucho más que contestar 200 preguntas de un examen objetivo, la medicina se aprende en el ejercicio», dicen.
En España faltan médicos en varias especialidades, pero nunca porque faltaron estudiantes capacitados. Cada vez hay más solicitantes para el MIR sin que las plazas aumenten de manera sustancial. Hay déficit de médicos de familia, pediatras, anestesistas, urólogos y radiodiagnóstico por los recortes en la sanidad pública, la poca planificación y la precariedad laboral. Cada año se gradúan más de 7.000 médicos de las 42 facultades de Medicina en España, que son muchos. A los eliminados en el MIR les quedan la investigación doctoral, Medicina Legal y Forense –dependientes de Justicia y con categoría de funcionarios de carrera–, Medicina Militar –requiere compromiso durante años, estudios de máster–, Medicina Estética o Taurina-, encontrar trabajo en medicina privada o emigrar.
Poner “batas blancas” en las vacantes solo desmejora el servicio
Xavier Lleonart, secretario general de Metges de Catalunya, considera que durante años España ha tenido un sistema sanitario de excelencia, “con el MIR como instrumento estrella y garantía de continuidad”. Sin embargo, los recortes y la falta de planificación han deteriorado radicalmente la situación en poco tiempo, mientras que las soluciones toman hasta décadas para cambiar la realidad.
Ante la gravedad de la situación, las administraciones sanitarias asumen tener méritos y autoridad para aplicar medidas improvisadas, poco discutidas y nada consultadas. La más recurridas son las contrataciones de médicos obviando los requisitos formativos, especialmente el título de formación especializada. El “mecanismo excepcional de contratación” se aplicó durante las fases agudas de la pandemia de covid. Estudiantes de último año de Medicina o de graduados sin el MIR fueron incorporados en calidad de “auxilio sanitario” para paliar el déficit. Igualmente, médicos extracomunitarios sin la titulación homologada.
A pesar de los riesgos, el interés político de las administraciones es colocar “batas blanca” en las vacantes para tranquilizar a la población. La calidad asistencial se tambalea, pero sin plazas vacías.
La sensación es que el Ministerio de Sanidad regala plazas de Medicina Familiar y Comunitaria, mientras que para los eliminadosen el MIRlas alternativas más atractivas son urgencias hospitalarias o emigrar, hastiados de años de precariedad y de tener que demostrar en una oposición que están capacitados para el trabajo que desempeñan habitualmente.
La dramática situación de la Atención Primaria
El presidente del CGCOM, el órgano que agrupa, coordina y representa a los Colegios Oficiales de Médicos, Tomás Cobo ha alertado reiteradamente que el Sistema de Salud de España está en peligro. Alerta de una deriva de sanitarios hacia la atención privada o hacia otros países. Los médicos abogan por recuperar la calidad asistencial, deteriorada por los continuos recortes, y desburocratizar las consultas. Se sienten sobrecargados e infravalorados, presionado por las múltiples responsabilidades y que se mantenga la eventualidad de la mayoría de los contratos y el bajo sueldo. Tanto que muchos estudiantes prefieren quedarse sin cursar MIR a hacerlo en Atención Primaria.
Las condiciones laborales en los centros de atención primaria son extenuantes. Deben atender más de 50 pacientes diarios y cuentan con menos de 7 minutos para cada paciente. Y no pocas veces tardan cinco minutos en los buenos días y en esperar a que la persona se desvista para la exploración. Un ejercicio extremadamente difícil y frustrante. Una situación que afecta tanto al profesional como al paciente. Los médicos de familia no pueden dedicarle a cada paciente el tiempo necesario; los pacientes deben esperar semanas para una cita con su médico que será de pocos minutos. Y cuando un paciente no consigue la cita en un tiempo razonable acude al hospital, lo que significa más gasto y más presión sobre las urgencias.
A la infrafinanciación crónica de este nivel asistencial se le debe añadir la carencia de innovación organizativa por parte de las administraciones, así como la pésima política de gestión de recursos humanos. El Foro de Atención Primaria, que reúne las 8 grandes entidades de este nivel asistencial, ha advertido que de seguir sin adoptarse medidas que mitiguen lo altos niveles de precariedad y saturación, la especialidad podría desaparecer en 2030. “Se está desangrando», claman.
El Estudio Oferta-Necesidad de Especialistas Médicos 2021-2035, elaborado por el equipo EcoSalud de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria indica, que sin cambios urgentes, las necesidades seguirán aumentando: “En 13 años faltarán 17.765 facultativos”. No hay cambios a corto plazo ni nadie en sus cabales se atrevería a anunciarlos.
La dificultad para la autocrítica y para dar el primer paso
El médico de familia o especialista en atención primaria es el que primero ve al paciente. Suyo es el primer diagnóstico, el que ordena los exámenes básicos y el que remite o interconsulta con otro especialista. Es el médico general de siempre, que cura una infección, practica una pequeña cirugía ambulatoria o toma unos puntos a una herida. El que sigue al enfermo y su entorno a lo largo de su vida. Esa atención cercana y cotidiana los convierte en el médico de confianza. Al que se le consulta todo y se le cree más allá de lo que marca la ciencia. En la relación médico-paciente es el primer responsable, pero dependerá de las condiciones del centro de salud, recursos, los sueldos, el ambiente de trabajo y la organización administrativa.
Todos hablan de poner en valor al médico de familia, pero algo no funciona. Cada vez es menos atractiva la especialidad. Los médicos de atención primaria «investigadores» son los menos. El 67% no ha publicado en los últimos 5 años y los otros leen poco y prefieren hacerlo en su lengua materna. El 70% considera que no encuentran diferencias de calidad entre el español y el inglés. También dicen que prefieren las revistas en formato impreso. El electrónico es para los más jóvenes y los pediatras. El 48% estima que lee entre 1 y 4 artículos a la semana, que buscan con Google y Yahoo!
El ‘precio’ de ser médico en la España rural
La Carta Social de la Unión Europea indica que los Estados miembros están obligados a ofrecer un sistema de salud que no excluya a partes de la población de recibir atención médica. El mapa de Eurostat con las ubicaciones de los centros de salud en Europa muestra la clara despoblación sanitaria de España. El país vacío, con muy poca población y el centro de salud a varias horas en coche, si lo hubiera o si el enfermo pudiera conducir.
Manuel Sánchez ha prestado durante 17 años sus servicios como médico de familia a los vecinos de la zona de Avilés, Asturias. Una experiencia que asegura “no cambiaría por nada”. El Consejo General de Médicos lo escogió como la imagen de una campaña destinada a “resaltar los valores” del médico rural, una especialidad ‘en peligro de extinción’. Ser médico de familia no es atractivo, y mucho menos en el ámbito rural, donde las condiciones de los médicos de los centros de salud están al límite.
Rosendo Bugarín, médico de familia, publicó en La Voz de Galicia que los políticos y gestores sanitarios se les hace la boca agua cuando manifiestan que la atención primaria «es el eje del sistema nacional de salud». “Son eslóganes que nunca los han creído. Lo demuestra el estancamiento en los últimos años de los presupuestos en Medicina Familiar frente al crecimiento desmesurado del gasto hospitalario”, afirma.