La hidroelectricidad es una de las fuentes de energía más limpias, sostenibles y con alto almacenamiento en el mundo. A la vez, una de las más baratas por sus bajos costes de producción y mantenimiento. La Agencia Internacional de Energía asegura que las centrales (IEA, en inglés) hidroeléctricas «necesitan un impulso de inversión para alinearlas con los objetivos netos cero. Y para respaldar una expansión más rápida de la energía solar y eólica”.
La Agencia Internacional de Energía prevé que el crecimiento de las hidroeléctricas se ralentizará significativamente en esta década. Pondrá en riesgo las ambiciones de alcanzar emisiones netas cero. Además, de garantizar un suministro de energía confiable y asequible para sus ciudadanos.
La contribución actual de la hidroeléctrica es 55% mayor que la nuclear. Supera, incluso, la suma de las demás energías renovables combinadas: la eólica, solar fotovoltaica, bioenergía y geotermia.
Se espera que ese impulso continúe y aumente la capacidad un 17% entre el 2021 y el 2030 liderado por China, la India, Turquía y Etiopía. Sin embargo, el primer informe de mercado de la IEA dedicado a la energía hidroeléctrica expone que ese crecimiento será un 25% menor que la expansión registrada en la década pasada.
Revertir la desaceleración esperada de este “gigante olvidado” requerirá una serie de acciones políticas sólidas por parte de los gobiernos. Estas deben abordar los principales desafíos que obstaculizan el despliegue más rápido de la energía hidroeléctrica, según el informe.
Estas medidas incluyen proporcionar visibilidad a largo plazo de los ingresos para garantizar que los proyectos hidroeléctricos sean económicamente viables. Y, lo suficientemente atractivos para los inversores, al tiempo que garanticen estándares sólidos de sostenibilidad.
Informe de mercado de la IEA sobre las hidroeléctricas
La IEA advierte que en 2020 las hidroeléctricas suministraron una sexta parte de la generación de electricidad mundial. Esto la convierte en la fuente más grande de energía con bajas emisiones de carbono, y más que todas las demás energías renovables combinadas. Su producción ha aumentado un 70% en las últimas dos décadas, pero su participación en el suministro de electricidad mundial se ha mantenido estable. Debido a los aumentos en la energía eólica, solar fotovoltaica, gas natural y carbón.
No obstante, indica la IEA, la energía hidroeléctrica satisface la mayor parte de la demanda de electricidad en 28 economías emergentes y en desarrollo diferentes, que tienen una población total de 800 millones.
“La energía hidroeléctrica es el gigante olvidado de la electricidad limpia. Debe por tanto, volver a incluirse de lleno en la agenda energética y climática, si los países se toman en serio el logro de sus metas netas cero”, dijo Fatih Birol, director ejecutivo de la IEA.
Esta energía “aporta una escala y una flexibilidad valiosas para ayudar a los sistemas eléctricos a ajustarse rápidamente a los cambios en la demanda. Y para compensar las fluctuaciones en el suministro de otras fuentes. Las ventajas de la energía hidroeléctrica pueden convertirla en un facilitador natural de transiciones seguras en muchos países a medida que cambian hacia proporciones cada vez mayores de energía solar y eólica, siempre que los proyectos hidroeléctricos se desarrollen de una manera sostenible y resistente al clima «, añadió.
Mayor impulso al “gigante olvidado”
El informe especial de la IEA precisa que aproximadamente la mitad del potencial económicamente viable de las hidroeléctricas a nivel global, está sin explotar. Este potencial es particularmente alto en las economías emergentes y en desarrollo, donde alcanza casi el 60%.
China seguirá siendo el mercado de energía hidroeléctrica más grande hasta 2030, representando el 40% de la expansión global, seguido de India. Sin embargo, la participación de China en las adiciones globales de energía hidroeléctrica ha ido disminuyendo. Resultado de la menor disponibilidad de sitios económicamente atractivos y la creciente preocupación por los impactos sociales y ambientales.
Entre 2021 y 2030, se prevé gastar 127.000 millones de dólares o casi una cuarta parte de la inversión mundial en energía hidroeléctrica, dice la IEA. Específicamente en la modernización de plantas antiguas, principalmente en economías avanzadas. Es el caso de América del Norte, donde la edad media de una central hidroeléctrica es de casi 50 años, y de Europa, donde es de 45 años. Aún así, la inversión proyectada está muy por debajo de los 300 mil millones que el informe estima que son necesarios para modernizar todas las plantas hidroeléctricas antiguas en el mundo.
En España, de las más de 1.200 grandes presas que existen, 450 se construyeron antes de la década de los 60. Mientras que 100 ya estaban presentes en 1915. Para el Ministerio de Transición Ecológica esto supone “un enorme desafío en términos de conservación y rehabilitación”.
Si bien la energía hidroeléctrica sigue siendo atractiva, la IEA destaca una serie de desafíos a los que se enfrenta. Como bloquear las estructuras de precios a largo plazo y garantizar que los proyectos se adhieran a pautas estrictas y mejores prácticas. E incluir facilidades a la hora de establecer permisos de construcción, para que el sector privado pueda sumarse.
China estrena nueva central hidroeléctrica
A finales de junio entró en operaciones la segunda central hidroeléctrica más grande del mundo, la Baihetan. Producirá 16 millones de kilovatios, lo que significa que cubrirá la demanda de energía de 500.000 personas durante un año, es decir, unos 62.400 millones de kWh.
Cuando esté en pleno funcionamiento, el proyecto Baihetan ahorrará aproximadamente 19,68 millones de toneladas de carbón estándar. Y reducirá anualmente las emisiones de dióxido de carbono en 51,6 millones de toneladas, de dióxido de azufre en 170.000 toneladas. Y de óxidos de nitrógeno en 150.000 toneladas, según la constructora de la estación, China Three Gorges Corporation.
Entre las principales centrales hidroeléctricas del mundo, refiere la IEA, está la Tres Gargantas (China), Baihetan (China), Itaipú (Brasil-Paraguay), Xiluodu (China) y Guri (Venezuela).