Los centros de protección de la fauna marina siempre han querido establecer cómo los parásitos asociados a las heces de animales terrestres enferman a mamíferos marinos,que viven a kilómetros de las costas. Los médicos veterinarios empiezan a conocer algunas respuestas.
El veterinario Pádraig Duignan se pone un par de guantes de látex en el laboratorio de necropsia del Marine Mammal Center, de San Francisco, California. Sobre una mesa de acero hay dos cuerpos de leones marinos jóvenes. Se les realizarán estudios para determinar las causas de sus muertes. Duignan con un bisturí corta cuidadosamente una sección de músculo de las costillas de uno de los cuerpos y sostiene una membrana brillante hacia las luces. «Así es el diafragma de un león marino sano”, dice.
Los patrones tensos de fibras musculares están entrelazados con una malla de pequeños vasos sanguíneos que les suministran oxígeno. Para el león marino, capaz de sumergirse a profundidades de más de 300 metros, es fundamental un diafragma fuerte y sano.
La sarcocistosis ataca a los leones marinos
Duignan busca debajo de su estación de trabajo y saca una bolsa de plástico transparente con otra porción de tejido del diafragma, de apariencia diferente a la primera. Fue extraída de un animal que padece una enfermedad llamada sarcocistosis. Muestra las estrías en el tejido conservado en formol. Parece tener rayas de tigre, con líneas blancas brillantes que atraviesan las fibras musculares de color rojo oscuro.
La sarcocistosis puede desencadenar una respuesta autoinmune que hace que los glóbulos blancos ataquen y degraden las células musculares del cuerpo. “Este animal se asfixió lentamente porque su diafragma estaba demasiado débil para permitirle respirar”, explica Duignan.
Pádraig Duignan, director de patología del Marine Mammal Center, está documentando el creciente número de víctimas que una serie de enfermedades que están atacando los mamíferos marinos. La sarcocistosis, causada por un protozoo unicelular llamado Sarcocystis neurona, era una enfermedad extraña en los leones marinos.
De los sucios callejones de la ciudad al océano
Su principal especie huésped, Didelphis virginiana, no es un animal que navega por el océano junto con los mamíferos marinos, sino un habitante de callejones y patios traseros llamado zarigüeya de Virginia. La enfermedad es más conocida en los caballos. Sus casos graves muestran síntomas neurológicos. Las heces de los animales como ratas, zarigüeyas, gatos, perros y otras especies terrestres, contienen patógenos que llegan a los mares a través de las aguas a los ríos. Los mamíferos marinos se enferman por contacto directo o porque están dentro de los pequeños animales que le sirven de alimento.
En 2010, el centro tuvo solo un caso de sarcocistosis en un león marino que llegó desnutrido y letárgico. A partir de 2015, el centro acogió a más de 100 leones marinos y nutrias marinas con la enfermedad. Ete año han llegado 32 animales, casi el doble que en 2022.
“No nos limitamos a engordar a estos animales y dejarlos libres en el océano. Necesitan de semanas, incluso meses, de rehabilitación exhaustiva que implica cientos de horas de atención de veterinarios especializados y voluntarios para recuperar su salud. Incluso en cuidados intensivos. La enfermedad suele resultar mortal. Tres de cada cuatro leones marinos que llegan al centro infectados con sarcocistosis neuronal mueren durante el tratamiento o son sacrificados. En el caso de las nutrias marinas, la tasa de mortalidad es mayor.
Brote de leptospirosis
La sarcocistosis es sólo una de las numerosas enfermedades terrestres que infectan y matan a los mamíferos marinos. El año pasado, un brote de leptospirosis, una enfermedad bacteriana transmitida por ratas, perros, ganado y otros animales terrestres, causó la muerte de más de 150 leones marinos a lo largo de la costa del estado de Oregón.
La brucelosis, otra enfermedad bacteriana, que se asocia a menudo con el ganado doméstico, se ha documentado en ballenas y focas a lo largo de la costa de Alaska, donde el patógeno no se transmite a través de las vacas sino del caribú y los renos. Una de las zoonosis terrestres más conocidas es la toxoplasmosis, una enfermedad parasitaria asociada con los felinos, a menudo denominada “enfermedad de la arena para gatos”. La causa un protozoo parásito llamado Toxoplasma gondii que puede infectar a una variedad de mamíferos marinos, desde las ballenas beluga en el océano Ártico canadiense hasta la foca monje hawaiana, que está en peligro de extinción. En una población estimada en menos de 1.600 focas monje en todo el archipiélago hawaiano, la toxoplasmosis ha cobrado la vida de unas 13 en las últimas 2 décadas.
La mortalidad a mar abierto sería muy superior
Al igual que con otras estadísticas de mortalidad de mamíferos marinos, registran solo las muertes observadas. El número total de muertes en mar abierto es seguramente mucho mayo. «Las enfermedades virales también están aumentando en los océanos del mundo», asegura Duignan.
En 2013, un brote de un tipo de morbilivirus (un género de virus que incluye los que causan el sarampión) mató 40 delfines mulares frente a la costa del sur de Australia. Las focas del Mar Caspio, una especie en peligro de extinción restringida a las aguas salobres del Caspio fueron devastadas por el moquillo canino, una enfermedad viral transmitida por perros, coyotes, zorros, mapaches y otras especies terrestres. Un brote masivo en el año 2.000 mató a unas 10.000 focas del Caspio en Kazajstán, cerca de la desembocadura del río Ural.
A lo largo del Mar Báltico, en el norte de Europa, los científicos han documentado brotes y mortandades de varias especies de mamíferos marinos, incluidas las focas comunes europeas. El mayor de estos brotes, en 2.002, también causado por el moquillo, mató unas 30.000 focas.
Especies en vías de extinción
Más de una cuarta parte de las especies de mamíferos marinos del mundo están incluidas en la lista de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza como amenazadas de extinción. Varios factores se consideran responsables de estas cifras alarmantes: la sobrepesca, el tráfico marítimo y la contaminación. Ahora se incorporan las enfermedades transmitidas por heces proveniente la tierra, que cada vez hay más casos.
Duignan es uno más entre de veterinarios, patólogos, biólogos marinos y voluntarios que las estudian alrededor del mundo. Karen Shapiro, profesora asociada de patología, microbiología e inmunología de la Universidad de California, se especializa en patógenos zoonóticos acuáticos. Dice que el aumento de las enfermedades terrestres en los mamíferos marinos ilustra la conexión tierra-mar, en la que la urbanización y la consiguiente alteración del hábitat aumentan las enfermedades que afectan a los mamíferos marinos.
Los patógenos de las ciudades llegan al mar
Los paisajes urbanos y suburbanos, con sus lotes baldíos, callejones, cinturones verdes y diversos rincones ofrecen refugios seguros para zarigüeyas, gatos salvajes, ratas, ratones y docenas de otras especies que son huéspedes de una variedad de patógenos. A medida que las ciudades crecen y se expanden, también lo hacen las poblaciones de estos animales que prosperan en paisajes alterados por el hombre. Son reservorios potenciales de enfermedades.
Debido a que 40% de la población humana del planeta reside dentro de un radio de 100 kilómetros de una costa, es un problema global. La investigación de Karen Shapiro sobre patógenos acuáticos, que comenzó con el estudio del llamado “parásito asombroso” o Toxoplasma gondii, la ha llevado de la Universidad de California a la Universidad de Guelph, en Ontario, y viceversa en sus investigaciones. A medida que el asfalto y otras superficies impermeables cubren cada vez más tierras costeras, los patógenos son arrastrados más fácilmente a los ríos, arroyos y al océano.
Agua contaminada con bacterias y virus
A los leones marinos y otros mamíferos acuáticos, particularmente los que viven a lo largo de las costas urbanas o en las desembocaduras de los ríos, los afectan una serie de patógenos. Una veces directamente en la columna de agua o porque se acumulan en el organismo de pequeños animales que sirven de alimento a los mamíferos marinos.
Un estudio reciente realizado por investigadores chinos, demostró que la prevalencia de T. gondii, que causa toxoplasmosis en varias especies de mariscos y peces, era de dos a tres veces mayor en áreas que recibían corrientes de agua de lluvia provenientes de ciudades. A raíz de las tormentas fluviales atmosféricas de 2022, en California, los rescatistas vieron una gran cantidad de nutrias marinas enfermas a lo largo de la desembocadura del río Pájaro, cerca de Monterey. El brote probablemente estuvo relacionado con los enormes volúmenes de escorrentía que fluyen hacia el océano desde los paisajes agrícolas y urbanos del Valle de Salinas.
Tras las lluvias, los residuos llegan al mar
Las grandes tormentas crean “eventos de descarga” que exponen a las nutrias marinas, los leones marinos y otros mamíferos marinos a cantidades masivas de contaminantes y patógenos. “California es un estado que tiene una estación seca y una estación húmeda muy distintas. Desde hace meses tenemos acumulación de heces de gatos, de Toxoplasma y de zarigüeyas, que son los huéspedes definitivos de la sarcocistosis. Después de las primeras lluvias, todos estos residuos llegan a las costas y de allí al mar”.
El cambio climático tiene el desafortunado efecto de aumentar las lluvias y las crecidas de los ríos, y estas aguas, que suelen estar contaminadas, llegan al mar. Sin embargo, eso es sólo una parte del problema. Los océanos absorbieron 90% del exceso del calentamiento generado por las emisiones de gases y, generalmente, un océano más caliente es un océano más enfermo.
Las temperaturas marinas más altas pueden provocar una proliferación masiva de algas, como el Pseudo-nitzschia australis, que tienen efectos tóxicos en los mamíferos marinos. El calentamiento de los océanos sería un factor clave de las enfermedades marinas en los no mamíferos, especialmente en los invertebrados como los corales y las estrellas de mar.
También se enferman los invertebrados
Una ola de calor marina conocida como Blob coincidió con un brote importante de una enfermedad que afectó las estrellas de mar entre 2013 y 2016, principalmente en la costa del Pacífico, y acabó con las poblaciones de más de 20 especies de estrellas de mar.
Cerca de 6.000 millones de estrellas girasol murieron de Alaska hasta México. Drew Harvell, profesora de ecología marina en la Universidad de Cornell, escribió en su libro Ocean Outbreak: “Hemos creado una tormenta perfecta para que aparezcan muchos brotes de enfermedades”.
Debido al trato que han recibido los océanos, expuestos sin piedad a la contaminación, se han dado las condiciones perfectas para que proliferen microbios y bacterias. “No es de extrañar que estemos empezando a ver más brotes de enfermedades”.
Para Cara Field, directora médica del Marine Mammal Center, los cambios en la temperatura del agua de los océanos y los cambios químicos relacionados con el calentamiento del clima y la contaminación, pueden contribuir a que el sistema inmunológico de los mamíferos marinos, sea menos fuerte.
Atacan al sistema inmune
Un conjunto de factores contribuye a los animales sean más susceptibles a la sarcocistosis y otras enfermedades. Las investigaciones muestran que los bifenilos policlorados (PCB), que se catalogan dentro de los 12 contaminantes orgánicos más tóxicos para los organismos vivos en el medio ambiente, combinados con un virus del herpes que se encuentra comúnmente en los leones marinos pueden aumentar el riesgo de que los animales desarrollen cáncer urogenital. “Estos contaminantes afectan el sistema inmunológico. Cuando el sistema inmunológico de un animal está comprometido, es más susceptible a enfermedades e infecciones parasitarias graves”, apuntó
Duignan dice que los observadores de mamíferos marinos en California notaron “un patrón muy definido” de infección por leptospirosis entre 1970 y 1990.
El niño y la leptospirosis
“La leptospirosis en los leones marinos se convirtió en una epidemia después del fenómeno El Niño. En 2018, las temperaturas de la superficie del mar a lo largo de la costa oeste de América del Sur no fueron anormalmente altas. Sin embargo, la leptospirosis los atacó con fuerza. Muchos llegaron al laboratorio de Duignan. “A veces hacíamos hasta 20 necropsias diarias”, dijo.
Simplemente este virus regresó con mucha fuerza. El cambio climático lo empeorar todo y la contaminación humana también contribuye
El problema con los plásticos
Cuando los plásticos se degradan en el océano, se descomponen en partículas llamadas microplásticos. Las investigaciones con bivalvos han demostrado que la ingestión de microplásticos se asocia una reducción de la capacidad para combatir las bacterias patógenas. Shapiro y su equipo exploran otro vínculo entre los microplásticos y las enfermedades marinas. Las partículas podrían estar actuando como pequeñas balsas y ayudando a la propagación de enfermedades desde el agua dulce a los ambientes marinos.
Otros investigadores evalúan la facilidad con la que los patógenos pueden unirse a los microplásticos y dispersarse por el océano. Si los patógenos adheridos al plástico pueden desplazarse por las corrientes oceánicas a largas distancias, entonces los animales o las personas en áreas remotas corren un mayor riesgo de exposición. Lo mismo ocurre con los organismos marinos que viven en el fondo marino y que entran en contacto con patógenos a través de los plásticos.
Las nutrias lidian con muchos peligros
En Santa Cruz, Melissa Miller, patóloga veterinaria del Departamento de Pesca y Vida Silvestre de California, documenta el impacto de la sarcocistosis en una de las especies más emblemáticas y amenazadas: la nutria marina del sur.
Con una población de aproximadamente 3.000 nutrias marinas en toda California, confinada principalmente a una sección de 450 kilómetros de la costa central que comprende apenas el 13% del área de distribución histórica de la especie, cada muerte es significativa. «Las nutrias marinas son animales “intermedios”, dice Miller. Como habitantes del margen entre la tierra y el océano abierto, se les considera animales marinos y terrestres. A diferencia de los leones marinos, las nutrias marinas no tienen una gruesa capa de grasa que les mantenga calientes, sólo su denso pelaje, por lo que deben comer vorazmente para mantener su rápido metabolismo.
Una nutria marina adulta come aproximadamente una cuarta parte de su peso corporal cada día (para un macho, esto equivaldría a unos ocho kilogramos), principalmente mariscos, cangrejos, mejillones y almejas. Como residentes permanentes de la zona intermareal, son indicadores clave del impacto humano en el medio marino.
Las nutrias marinas también son propensas a contraer parásitos profilicollis transportados por los cangrejos de arena. Antes de que las nutrias marinas jóvenes se conviertan en competentes buceadores y recolectores de mariscos, buscan esta fuente de alimento fácil de encontrar cavando en la arena de la playa. “Es como comida chatarra”, explica Miller.
Estos virus tienen muchas cepas
Lo que complica las cosas es el hecho de que muchas de estas enfermedades tienen numerosas cepas, algunas de las cuales parecen ser más letales. La investigación de Shapiro y Miller descubrió una cepa particularmente mortal de toxoplasmosis. “Si una nutria marina muere de toxoplasmosis, es más probable que se deba a una de estas pocas cepas”, dice Sinnott.
“Los cangrejos suelen estar llenos de estos parásitos y muchas de las nutrias marinas que llegan a su laboratorio tienen estos parásitos que pueden causar graves enfermedades. A veces perforan las paredes intestinales y provocan una infección grave en el intestino. Es difícil ser una nutria en estos tiempos. Lidian con muchos peligros”, dice Miller.
Devinn Sinnott, colega de Miller, está explorando cómo la sarcocistosis afecta las nutrias marinas. Con frecuencia están infectados simultáneamente con T. gondii y sarcocistosis neurona. En estos casos, la sarcocistosis tiene cinco veces más probabilidades de ser la causa principal de la muerte que la toxoplasmosis, dice Sinnott,
La recuperación del león marino Decker
Cara Field del Marine Mammal Center recuerda un león marino llamado Decker. En marzo, presentó una serie de problemas -desnutrición, neumonía y un soplo cardíaco, pero Field sospechaba que tenía una condición subyacente. Field dice que las complejidades biológicas a menudo se esconden debajo de lo que parecen ser lesiones puramente superficiales. “Muchas veces, esos animales tienen alguna otra enfermedad subyacente que los predispone a buscar comida fácil o a inhibirse menos, lo que tal vez les hace acercarse a las personas o ponerse en posiciones peligrosas y en el caso de Decker acertó: tenía sarcocistosis.
Después de ser medicado intensivamente y de una recuperación de cuatro meses de montaña rusa, durante los cuales las aparentes mejoras fueron seguidas por retrocesos en su curación, los síntomas de Decker comenzaron a disminuir. En junio, lo trasladaron en camión a la costa nacional de Point Reyes, 100 kilómetros al norte de San Francisco, y lo liberaron nuevamente en su hábitat natural. Aunque la liberación de Decker fue una pequeña victoria, el panorama general sigue siendo sombrío.