Por Gonzalo Toca
11/06/2017
A principios de mayo, cíclopes comunitarios de la música en streaming como Spotify o Deezer enviaron una carta a la Comisión Europea. Fueron todo lo claros que les dejaron sus abogados: sin mencionarlas directamente, acusaron a Google y Apple de dominar el mercado de la distribución de las aplicaciones móviles y de utilizar ese dominio para debilitar a sus rivales.
Había otros elementos que permitían comprender esa puesta en escena. La Comisión está perfilando las características del marco jurídico de un mercado digital europeo más integrado y, por lo tanto, es el momento de influir en sus decisiones para que las normas favorezcan o perjudiquen a esta o a aquella empresa.
José Luis Zimmermann, director general de la Asociación Española de la Economía Digital, que agrupa a las mayores corporaciones del sector en nuestro país, reconoce que “nos encontramos en el instante en el que se están decidiendo cuestiones como la regulación de la privacidad, el tratamiento de los datos personales o el geo-blocking [por el que un usuario ve restringido su acceso a determinados contenidos por motivos geográficos]”. Es un tren que los lobbies como el suyo no pueden ni quieren dejar pasar.
Otro elemento que permite entender la situación es que, como advierte Natalia Martos, socia y experta en regulación digital del despacho Andersen Tax & Legal, el viento regulatorio sopla en contra de los gigantes de Silicon Valley. Margrethe Vestager, la comisaria europea de Competencia, sancionó el año pasado a Apple con 13.000 millones de euros, la multa más alta de la historia de la UE, por no pagar sus impuestos en Irlanda entre 2003 y 2014. Además, sigue Martos, se espera en los próximos meses una decisión definitiva que erosione la posición dominante de Google.
En los cálculos de Vestager no solo pesan las razones jurídicas sino también las políticas (las relaciones entre una Europa debilitada por la crisis y el Brexit y unos Estados Unidos liderados por Donald Trump). Influye, igualmente, la preocupación de Bruselas por unas tecnológicas europeas que o carecen de músculo competitivo global o, cuando lo desarrollan, acaban muchas veces en los bolsillos de empresas extranjeras. Alemania, Italia y Francia pidieron en febrero a la Comisión más armas para que los estados puedan impedir la adquisición de compañías innovadoras europeas por parte de firmas chinas.
La advertencia
El tercer elemento que sirve de contexto es el contenido de otra carta incendiaria del año pasado, justo cuando se estaba multiplicando el negocio de la música en streaming.
En junio de 2016, Spotify acusó a Apple por escrito de “excluir o disminuir la competencia de Spotify en iOS como rival de Apple Music”, algo que la multinacional de Cupertino negó tajantemente. La polémica revela a la perfección la gran queja de algunas tecnológicas punteras del Viejo Continente: según ellas, Google y Apple utilizan su dominio del 90% del mercado de las tiendas de aplicaciones móviles para favorecer a las suyas y perjudicar a todas las que puedan hacerles sombra. Así pueden segar la hierba bajo los pies de las europeas Spotify o Deezer, de las estadounidenses Amazon Prime y Tidal o de la china Tencent.
Por supuesto, este zafarrancho no habría estallado si no hubiese un dineral en juego. Hace dos meses se supo que el año pasado los servicios mundiales de música en streaming se habían catapultado un histórico 60%, que alcanzaron 112 millones de suscriptores y que representaron la inmensa mayoría de los 7.000 millones de euros que habían ingresado las divisiones digitales de las discográficas.
Los contornos de esta guerra civil entre tecnológicas están claros. La gran pregunta es qué puede ocurrir a partir de ahora.
Ángel Saz-Carranza, director del Centro para la Economía Global y la Geopolítica ESADEgeo, cree que “no es probable que el enfrentamiento entre los lobbies europeos liderados por Spotify y los encabezados por Apple o Google escale hasta el punto de perjudicar las relaciones transatlánticas”. Eso, apunta, “es algo que no le interesa a nadie”. Por otro lado, los grandes de Silicon Valley no dieron su apoyo a Donald Trump durante la campaña y han tenido ya los primeros roces con él por una política migratoria que restringe los visados de alta cualificación de los que dependen para reclutar a los mejores.
Además, la nueva administración estadounidense ha dado muestras de querer abandonar la neutralidad de la red, que ha permitido que las empresas de telecomunicaciones no puedan cobrar más por la velocidad de carga de determinados contenidos, plataformas o aplicaciones de internet. Su derogación significaría que los sitios más visitados –por ejemplo, Facebook, Google, Amazon o las tiendas de Apple– podrían terminar teniendo que pagar sumas millonarias a compañías como Verizon. Trump ha puesto al frente del regulador nacional de las comunicaciones a Ajit Pai, un opositor a la neutralidad de la red que en mayo dio el primer paso para su desmantelamiento.
El papel de los ‘lobbys’
En cuanto a la guerra de lobbies tecnológicos en Europa, Miguel Ferrer, director de Políticas Públicas de la consultora Kreab, cree que “Bruselas se ha convertido en el espacio fundamental de las tensiones porque es ahí donde se define directa o indirectamente el 70% de la normativa de los miembros de la Unión Europea”. De todos modos, advierte, “también son importantes los reguladores nacionales porque no existe un mercado digital único y, por lo tanto, hay muchas decisiones que todavía dependen solo de ellos”.
Las prácticas que van a utilizar los lobbies en esta lucha, apunta, “pueden ir desde las que han empleado en Airbnb o Blablacar, es decir, la movilización de unos usuarios que defienden unas marcas que les encantan y condicionan así a los político, hasta la transparencia, que es una de las herramientas habituales de Google”. Fuentes del sector que prefieren no ser identificadas señalan que también financian y llevan a cabo campañas de relaciones públicas que presentan como si fueran la protesta espontánea de miles de personas. Es el caso de, por ejemplo, algunas peticiones en Change.org.
Otras estrategias son, según Ferrer, “asistir a los eventos de los reguladores para hacer oír sus argumentos, participar en las consultas públicas que estos convocan sobre las posibles políticas que van a diseñar para el sector e identificar y actuar rápidamente ante cualquier tendencia regulatoria que pueda perjudicarles”. Apple o Google, por ejemplo, suelen explicar una y otra vez que son necesarios, que no abusan de su posición aunque dominen el mercado de la distribución de las aplicaciones móviles, que crean riqueza también para Europa y que están dispuestos a cooperar fielmente con las instituciones.
Natalia Martos, socia del despacho Andersen Tax & Legal, cree que la consecuencia del enfrentamiento de los lobbies tecnológicos en particular y del clima de Bruselas en general es que Google sufrirá una decisión que limitará su posición dominante y que “las grandes multinacionales tecnológicas estadounidenses tendrán que cumplir con muchas de las normas europeas en los mismos términos que las de aquí”.
Esto, según ella, “no ha ocurrido nunca, y el resultado ha sido que Google, Apple o Facebook se han acogido al marco legal de Estados Unidos, mucho menos exigente con el tratamiento de los datos privados, aunque se opere en Europa”. Martos, que dirigió el área legal de Tuenti, denuncia la vieja imposibilidad de competir con Facebook: “Nosotros teníamos que cumplir las duras normas europeas y ellos podían operar en Europa cumpliendo sólo con las estadounidenses”.
Excesos normativos
Martos también reconoce que una parte de la herida europea es auto-infligida. Al fin y al cabo, afirma, en el Viejo Continente “se ha apostado demasiado por las leyes y demasiado poco por los códigos de buenas prácticas que acuerden los sectores con los reguladores”. Los excesos normativos y burocráticos, según la portavoz de Andersen Tx & Legal, han supuesto la muerte o la debilidad de muchas empresas pequeñas que en la primera potencia mundial se podrían haber convertido en gigantes de éxito.
José Luis Zimmermann, director general de la Asociación Española de la Economía Digital, coincide en subrayar esa tendencia a la regulación excesiva pero añade también que “la UE no ha creado, a diferencia de Estados Unidos, un verdadero mercado único digital, que las normas laborales son más rígidas para un sector tan flexible y que carece de un ecosistema rico de financiación y capital riesgo”. Spotify ha anunciado que va salir a Bolsa en los próximos meses y no ha elegido ni Fráncfort, ni París, ni Londres. Ha escogido Nueva York.
Nos encontramos ante un momento convulso en el escenario tecnológico europeo en el que se suceden las campañas de lobbies y relaciones públicas, directas y encubiertas, dentro y fuera de Bruselas. Veremos durante los próximos meses cómo algunas empresas se envuelven en la bandera –sobre todo europea– solo para defender sus intereses, cómo los reguladores echan la culpa a multinacionales extranjeras sin asumir su responsabilidad en la debilidad de las comunitarias y cómo las multinacionales extranjeras intentan explicar que dominar el 90% del mercado de las aplicaciones móviles no reduce la competencia. Veremos una impresionante lucha de gladiadores que, además, son unos auténticos genios del disfraz.