En todo el mundo, las medidas de cierre para tratar de contener la propagación de la COVID-19 han llevado a una contracción económica, ocasionando a su vez una caída significativa en el consumo de energía, incluidos la electricidad, el gas y el petróleo. En el caso de las energías renovables, el impacto de la pandemia aún está por verse.
Si bien esta caída ya ha dejado ver sus primeros efectos, las implicaciones a largo plazo, todavía son objeto de análisis. Agencias gubernamentales, oenegés, empresas, economistas y empresarios se debaten entre un panorama favorable y un futuro sombrío para las energía renovables luego de la pandemia.
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— IRENA (@IRENA) May 17, 2020
Lo bueno
El consumo reducido de energía provoca múltiples respuestas. Una demanda de electricidad más baja, si se mantiene, puede colocar a los generadores de combustibles fósiles en una posición económica difícil de producción limitada e ingresos decrecientes.
Esta situación podría llevar al cierre anticipado de algunas plantas de energía de combustibles fósiles de propiedad privada, particularmente unidades más antiguas.
Por el contrario, la pandemia genera para los operadores de energías renovables impactos económicos relativamente más bajos que para sus contrapartes de combustibles fósiles. En muchas redes nacionales, las salidas renovables se envían primero, lo que significa que pueden continuar vendiendo energía sin obstáculos.
Como resultado, muchas redes han visto niveles de penetración de energía renovable que no se esperaban en una década, lo que proporciona una prueba de estrés del sistema y una visión de un futuro de altos quilates.
Lo malo
Ante y durante la crisis de la COVID-19, se produjo una guerra de precios del petróleo. La convergencia de la caída del consumo y esta disputa comercial condujo a las cotizaciones del crudo a un despeñadero. Incluso llegaron (aunque temporalmente) a terreno negativo.
Esta aparatosa caída de los precios del petróleo representa una amenaza potencial para el progreso de las energías renovables. Un crudo barato podría desestimular las inversiones en fuentes alternativas.
Aún así, la Agencia Internacional de Energía Renovable es optimista. La organización parte del hecho de que las energías renovables están enfocadas principalmente en la generación de electricidad. En este sector, el petróleo desempeña un papel insignificante.
Por ejemplo en la región de Asia y el Pacífico, la participación del petróleo en la generación de energía eléctrica se registra en solo el 1,8%.
Sin embargo, en el sector del transporte la historia puede ser diferente. Los precios bajos del petróleo, de mantenerse en el tiempo, podrían desalentar el uso de vehículos eléctricos o de biocombustibles.
Los gobiernos podrían contrarrestar esto con incentivos para vehículos eléctricos como parte de los paquetes de estímulo económico. El sorprendente crecimiento de los vehículos de reparto urbano durante el cierre ilustra una gran oportunidad de energía sostenible para electrificar todos estos vehículos.
With China 🇨🇳 accounting for 70% of PV module manufacturing, the country’s factory shutdowns in February & early March drastically lowered availability.
However, even with any production slowdown, there remains significant manufacturing overcapacity → https://t.co/tdNjB71XVc pic.twitter.com/IcyL0ToFMw
— International Energy Agency (@IEA) May 26, 2020
Lo feo
Otro efecto de las medidas de confinamiento es el bloqueo de las cadenas globales de suministro. Para la tecnología de energías renovables la situación es particularmente crítica.
Los principales proveedores de equipos de almacenamiento solar fotovoltaico en China, la República de Corea y los Estados Unidos se han visto muy afectados por COVID-19.
Por lo tanto, 2020 puede ver una caída significativa en las adiciones de energía renovable como resultado de estas interrupciones en el suministro y el bloqueo de los trabajadores clave.
Una pregunta importante es cómo estos cambios en el sector energético del COVID-19 afectarán a las personas más vulnerables de la región de Asia-Pacífico.
Es probable que los desafíos económicos derivados de la pandemia obliguen a los países de la región a centrarse en soluciones a corto plazo para revivir el crecimiento del PIB, lo que podría socavar el desarrollo sostenible a largo plazo.
En el sector de la energía, los efectos de la pandemia pueden provocar la disminución de la inversión en el desarrollo de energías renovables y eficiencia energética, obstaculizando el cumplimiento del Acuerdo de París.
Seguramente, los paquetes de estímulo del gobierno tendrán negocios, empleos y crecimiento económico como sus principales guías. Pero esto no debería desviar la atención del desarrollo de energías renovables, ni poner en peligro el progreso de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible en un mundo posterior a la pandemia.
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