Pablo Gómez Iniesta, Universidad de Castilla-La Mancha
Si algo ha dejado claro el análisis de la última campaña electoral en la Comunidad de Madrid es el cambio profundo que ha experimentado la política española.
Veníamos de un período post 15-M que confirmaba la ruptura abrupta del bipartidismo y abría los parlamentos a nuevas fuerzas políticas con capacidad para decidir gobiernos, establecer coaliciones y condicionar ideológicamente la toma de decisiones en las instituciones.
Ahora, esas mismas formaciones han participado en un nuevo uso de la política que apela más a la confrontación verbal que al debate sobre las medidas incluidas en el programa. En esta nueva “política de las emociones”, donde la razón queda en un segundo plano, la clave es el discurso y, también, la personalidad y el carisma de una nueva figura: el hiperlíder.
El hiperlíder hace valer su peso en contexto de crisis
La pandemia a causa de la COVID-19 ha dejado en España un escenario de crisis económica y social. La gestión del gobierno central ha quedado en entredicho y se ha puesto en el foco de las críticas de los ciudadanos que han demostrado una mayor falta de credibilidad en las instituciones. En este sentido, el hiperliderazgo se ha presentado como un fenómeno político capaz de superar estos problemas, como una solución a las tensiones y al malestar del ciudadano que ve, en esta figura, la respuesta a su incertidumbre.
El hiperlíder se caracteriza por su carisma en el empleo de la comunicación como su principal herramienta: recurre a la emoción y a la simplificación de los mensajes sobre las dificultades que ha venido a salvar. Además, es consciente de la relevancia de interpretar su papel públicamente y no se esconde: le otorga a su presencia en actos, medios o redes sociales un papel crucial.
Ayuso focalizó en Madrid el devenir de la política española
Desde el inicio de la pandemia, la Comunidad de Madrid ha sido y sigue siendo una isla. La presidenta Isabel Díaz Ayuso ha lanzado un órdago constante al gobierno central aprovechando cada intervención para mostrar su desacuerdo con las políticas promulgadas desde Moncloa.
Se ha enfrentado constantemente al presidente Pedro Sánchez y a lo que ha denominado como “sanchismo”, llevando sus competencias autonómicas al límite a través de medidas laxas en el marco de las propuestas incorporadas al estado de alarma. Su estilo particular le ha conferido un aura de rebeldía que ha cambiado la percepción de su figura política.
Del desconocimiento y la controversia inicial tras su nombramiento en 2019, a convertirse en referencia de su formación a nivel nacional. Hemos llegado a escuchar el término “ayusers” para describir a los seguidores de “la Thatcher española” o la nueva “Dama de Hierro”, según llegó a calificarla The Times.
Mientras otras regiones como Andalucía o Castilla y León, a pesar de estar regidas también por el Partido Popular, han actuado de manera totalmente opuesta a Madrid y han cesado su actividad casi por completo en la gestión de la pandemia, Ayuso se mantenía como un verso suelto que promulgaba un estilo diferente y, a posteriori, exitoso, con la libertad como su concepto fetiche.
La salida de Iglesias abre una vía feminista en el liderazgo de la izquierda
Las encuestas ofrecían pocas garantías de gobierno a las fuerzas de izquierdas y, a pesar de que quedaba alguna esperanza a la coalición, el batacazo ha terminado por concretarse. Ángel Gabilondo ha terminado por confirmar que es una figura política sin el tirón suficiente para buscar un triunfo contundente en las urnas y Pablo Iglesias, por su parte, ha sorprendido a todos con un adiós repentino a la política tras siete años en el foco.
La marcha del líder de Unidas Podemos atisba un nuevo horizonte en la izquierda que ha de buscar una figura capaz de contrarrestar el efecto Ayuso. El sorpasso en votos de Más Madrid al PSOE ha dejado claro que Mónica García ha abierto un nuevo camino para que el liderazgo femenino se convierta en una realidad definitiva en la izquierda española, hasta ahora ocupada fundamentalmente por hombres.
A expensas de la reacción del PSOE, todo hace indicar que Unidas Podemos buscará en la vicepresidenta Yolanda Díaz el nuevo faro sobre el que reorientar su camino.
En conclusión, el contexto pandémico actual ha sido un factor determinante para incentivar el cambio definitivo a una nueva forma de hacer política en España. La emoción y la comunicación incesante, características del hiperliderazgo, parece que han venido para quedarse con mujeres en el centro del tablero político.
Quedará por ver hasta qué punto se extiende este fenómeno y si de verdad se extrapola al ámbito nacional. Para reflexionar: ¿será el éxito de Ayuso un nuevo condicionante en el papel de Pablo Casado en el Partido Popular?
Pablo Gómez Iniesta, investigador predoctoral, Facultad de Comunicación, Universidad de Castilla-La Mancha
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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