En la década de 2010 China sorprendió a los expertos en clima, vecinos y protección civil con el anuncio de un diseño urbanístico ideado para frenar las inundaciones y guardar a sus habitantes del impacto de las lluvias. Pero el paso del brutal tifón Doksuri, que registró las mayores precipitaciones en Pekín en 140 años, se puede medir la eficiencia de esas “ciudades esponjas”.
La cantidad de agua que cayó en unos días fueron los que normalmente se cuantifican en un año entero. La situación se desbordó y han muerto 33 personas arrastradas por las fuertes precipitaciones que destruyeron decenas de miles de viviendas y obligaron a cerrar el segundo aeropuerto más activo de la capital china.
Más de 1,2 millones de personas fueron puestas a salvo en Hebei. Una de las zonas más afectadas fue Zhuozhou, al suroeste de la capital, donde unos 1.000 socorristas fueron desplegados y se evacuaron más de 125.000 residentes, una sexta parte de su población.
Desde 2013, China ha estado tratando de que ciudades como Pekín sean resistentes a las inundaciones. El diseño de las «ciudades esponja” permite que las zonas urbanas absorban el agua en épocas de mucha lluvia y la liberen en tiempos de sequía y no depende de la «infraestructura gris» de diques, tuberías, presas y canales.
Contra todos los cálculos y previsiones, las torrenciales lluvias de las últimas semanas causaron un caos difícil de manejar. Expertos consultados por Climate Home señalaron que las inundaciones muestran la eficacia limitada de las ‘ciudades esponja’ en las que invertirá 1 billón de dólares para 2030. Las nuevas infraestructuras no pudieron disminuir el impacto de las lluvias.
Efectos de las ciudades esponja en Pekín
Antes de los demoledores aguaceros, Kongjian Yu, decano de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Pekín y pionero en la investigación de las «ciudades esponja”, anticipó lo que ocurrió. Dijo que el enfoque actual de construir grandes barreras de hormigón y cubrir todas las superficies permeables está condenado al fracaso. «Las ciudades deberían adoptar soluciones basadas en la naturaleza para frenar las inundaciones», subrayó.
Yu lleva más de 20 años haciendo campaña en China para la adopción de este tipo de ciudades. El tema saltó a la palestra cuando las inundaciones de Pekín en 2012 paralizaron la ciudad y ocasionaron la muerte de miles de personas. Las inundaciones han sido atribuidas a la rápida urbanización y a la destrucción de los humedales, que son esponjas naturales que atrapan y liberan el agua lentamente.
«Las ciudades tropicales se equivocaron al aplicar los mismos sistemas de gestión del agua que se desarrollaron en los climas templados de Europa. Algo que puede provocar daños catastróficos”, afirmó.
La opción definitiva para el experto es una ciudad sin infraestructuras grises, con humedales, áreas verdes, superficies permeables, arroyos serpenteantes, zonas abiertas junto a las carreteras y llanuras aluviales. Su propuesta está en la mesa de discusiones. Mientras tanto, las inundaciones en Zhuozhou debe ser afrontada.
El aeropuerto de Daxing abrió unos meses antes de la pandemia. Sus constructores lo describieron como un “aeropuerto esponja”. Equipado con plantas en el techo, un enorme humedal y un lago artificial del tamaño de más de 1.000 piscinas olímpicas. Sin embargo, las pistas se y se cancelaron más de 50 vuelos. El gobierno intentó recoger la lluvia en 155 embalses de la cuenca del río Hai, pero no controló la inundación.
Continúa la vulnerabilidad de China a las inundaciones
Hace unos 50 años, la cuenca –una esponja natural– estaba cerrada con terraplenes y embalses para gestionar el flujo de agua. Sin embargo, en los últimos años estas estructuras han empeorado las inundaciones a medida que el cambio climático eleva la frecuencia y la intensidad de las precipitaciones extremas. Provocan desbordamientos y colapsos. Han sido demolidas, pero no se alivian las inundaciones.
Un reporte de Reuters indica que las aguas de las inundaciones atrapadas en embalses se desviaron a tierras bajas pobladas en Zhuozhuo. Una pequeña ciudad a unos 80 kilómetros de Pekín, para eliminar las aguas pluviales de la capital del país. Los residentes de Zhuozhou cuestionaron la decisión gubernamental. El gobierno reaccionó acallando las críticas en las redes sociales.
Los expertos argumentan que los recientes problemas muestran que en lugar de abandonar el proyecto de ciudades esponja, deben redoblar el esfuerzo y mejorarlo. Yu señaló que menos “del 1% o el 10%” de Pekín se ha convertido en una ciudad esponja. “Tenemos un largo camino por recorrer”, afirmó, El objetivo del gobierno es el 20% para 2030. Insistió en que vale la pena construir ciudades esponja no sólo porque controlan las inundaciones, sino también para gestionar las sequías y recargar los suministros de agua subterránea.
Tony Wong, profesor de desarrollo sostenible en la Universidad de Monash, supone que el progreso será lento. “Se necesita mucho tiempo y mucho dinero” para convertir a Pekín en una ciudad esponja. «Hay mucha gente y muchos edificios de concreto hacinados. Si China lo logra, podría convertirse en un ejemplo para muchos países en desarrollo con ciudades de alta densidad que luchan por controlar las inundaciones urbanas, añadió.