POR ANDRÉS TOVAR
17/6/2017
Los residentes de Grenfell Tower, una torre de 24 pisos, habían advertido desde hace muchos años que su construcción estaba en peligro de sufrir un incendio. Los inquilinos se habían quejado de que sólo había una vía de escape; cuestionaron la colocación de calderas y tuberías de gas, la falta de aspersores, y la ausencia de una alarma de incendio en todo el edificio.
Las quejas fueron ignoradas. En las primeras horas de la mañana del miércoles, sus peores pesadillas se hicieron realidad. Un incendio feroz envolvió el bloque, el hogar de más de 400 personas. Algunos saltaron por las ventanas, otros arrojaban a sus hijos de los pisos en llamas, y muchos gritaban pidiendo ayuda.
«Es uno de los mayores desastres en la historia británica», dice el arquitecto Sam Webb, el principal experto del Reino Unido sobre seguridad en las viviendas sociales de la posguerra. «Es algo que no debió suceder».
Lo paradójico es que tal catástrofe sucedió en uno de los distritos más ricos de Londres, Chelsea y Kensington. Si bien aún no está claro cómo se inició el fuego o por qué se extendió tan rápidamente, muchos sostienen el desastre es una poderosa denuncia de la desigualdad de la vivienda en Londres. La ciudad es famosa por su enorme disparidad de riqueza. Entre los muchos pisos y casas adosadas que cuestan millones, algunos de los residentes más pobres de la ciudad viven en viviendas sociales.
El incendio, que comenzó en el cuarto piso, se extendió rápidamente y tomó más de 24 horas para ser controlado. El número de muertos ha aumentado a 30 (la policía advierte que la cifra aumentará significativamente), mientras que más de 30 personas permanecen hospitalizadas. Los bomberos sugieren que podría tomar semanas recuperar todos los cuerpos. No esperan encontrar más sobrevivientes.
Joseph Downing, un investigador de la Escuela de Economía de Londres que estudia la degradación de las ciudades en el Reino Unido y Francia, culpa a una cultura institucional que permite una deficiente o nula administración de las viviendas sociales y una ignorancia total de las preocupaciones de sus inquilinos. «Estos residentes iniciaron una campaña porque sabían que estaban viviendo en una trampa mortal», dice Downing. «Pero no tenían más remedio que volver a casa por la noche y dormir allí».
En una inquietantemente profética entrada de blog publicada en noviembre, los propios habitantes de la Grenfell Tower apuntaron que «sólo un evento catastrófico expondrá la ineptitud e incompetencia de nuestro arrendatario».
El Reino Unido fue una vez un líder mundial en la vivienda social , pero eso cambió una vez que un programa llamado «derecho a comprar» se introdujo en 1980. Esto permitió que a largo plazo los inquilinos de viviendas sociales compraran propiedades con un descuento. Como muchos aprovecharon la oportunidad para comprar sus casas, el gobierno fracasó en la construcción de más viviendas sociales y reponer su stock de viviendas, lo que agravó la escasez crónica de viviendas en Londres.
La crisis de la vivienda se acopló con la austeridad. Entre 2010 y 2015, los gobiernos locales en Inglaterra y Gales habían reducido sus principales subvenciones en un 40% . Estos consejos con problemas de liquidez vendieron edificios históricos, salas de conciertos, e incluso obras de arte para recaudar dinero para los servicios esenciales. Con la dificultad de construir casas en suburbios más amplios (como resultado de las leyes de planificación y la resistencia de los habitantes), el valor de la tierra pública del centro de la ciudad se disparó. La vivienda pública se convertía en un objetivo clave para la remodelación, de forma de atraer a los residentes más ricos.
No es la primera vez
En 2009, seis personas murieron en un incendio en un edificio de 14 pisos en el sur de Londres. Una investigación sobre las muertes concluyó que el incendio fue causado en gran parte por obras de renovación insegura y el fracaso del Consejo de inspeccionar el edificio. Entre una serie de recomendaciones de la investigación fue reequipar los sistemas de rociadores en los bloques de pisos de mayor antiguedad, una inspección de los servicios de bomberos para aprender el diseño, y una revisión de las normas de construcción.
Webb, que aconsejó al equipo legal para las familias en el caso de 2009, dice que el gobierno no actuó sobre las recomendaciones. Lo más crucial fue que el ex ministro de Vivienda, Gavin Barwell (ahora jefe de personal de la primer ministro Theresa May) ni siquiera tomó cuenta de las recomendaciones. “Cada vez que hemos denunciado, hemos sido acusados de fomentar el miedo”, dice Webb. Por cierto, el ex ministro se ha negado a responder a las preguntas sobre el suceso en Grenfell Tower.
Mientras tanto, la presión social está aumentando en Londres, afectando directamente a Theresa May, a quien le piden no sólo responder al desastre, sino hacer frente a las deficiencias en la seguridad contra incendios en los edificios más pobres de todo el país. Ella ha ordenado una investigación pública completa , pero muchos todavía sienten que eso no es suficiente.
En la década de 1990, Webb estudió cientos de torres residenciales de todo el país. “Hemos encontrado que más de un 50% de ellos no cumplen simples medidas muy básicas” dice Webb. Se encontró que en muchos bloques, los elementos de seguridad contra incendios -puertas cortafuegos, extintores, alarmas, entre otros- no estaban allí o fueron objeto de vandalismo. «En muchos casos, el consejo había sido informado acerca de esto y simplemente hacían caso omiso”.
Webb no sabe cuántos de estos bloques han mejorado en su seguridad contra incendios, ya que su encuesta hace más de dos décadas. Un informe de 2011, determinó que tres cuartas partes de todos los bloques de viviendas sociales son potencialmente proclives a un incendio. El Reino Unido todavía tiene un largo camino por recorrer y el dolor sigue ardiendo.