Jesús Miguel Santamaría Ulecia, Universidad de Navarra
Cada año se consumen en el mundo aproximadamente 6 billones de cigarrillos, responsables de la muerte de unos 8 millones de personas en ese mismo periodo. Esta cifra supone más del doble de las muertes producidas hasta la fecha por la COVID-19. Además de las pérdidas humanas, también es preciso considerar el gasto sanitario derivado del tabaquismo, que apenas se ve compensado con la recaudación de impuestos por la venta de las cajetillas.
Estos datos son lo suficientemente elocuentes para preguntarnos cómo es posible que todavía se permita la venta de tabaco. Este producto, que contiene más de 75 compuestos carcinógenos y más de 200 de carácter tóxico, constituye la primera causa de muerte evitable en el mundo.
Pero el problema no termina aquí. Además de su impacto en la salud y la economía, el tabaco también es responsable de gravísimos problemas ambientales, especialmente los producidos por las colillas de los cigarrillos. Constituyen lo que se denomina “tabaco de cuarta mano”.
Las colillas en el medioambiente
Se ha estimado que un 75 % de las colillas se arrojan al suelo. Son arrastradas por el viento, la lluvia y transportadas a través de las alcantarillas hasta ríos y mares. Constituyen actualmente el principal tipo de residuo a nivel mundial.
La peligrosidad de las colillas reside en su filtro de acetato de celulosa, un polímero plástico no biodegradable que puede permanecer mucho tiempo en el medioambiente (hasta 10 años). Libera lentamente los compuestos tóxicos que han sido retenidos por el filtro al fumar, como nicotina, metales pesados, hidrocarburos aromáticos policíclicos, fenoles e insecticidas.
La ingestión de las colillas por parte de muchos animales, la liberación de los compuestos tóxicos almacenados en el filtro y los micro y nanoplásticos que se van desprendiendo ocasionan graves impactos en la biodiversidad, los ecosistemas y la salud. Muchos de ellos todavía no han sido caracterizados suficientemente.
¿Cómo gestionar estos residuos tóxicos?
Esta problemática global exige el desarrollo de leyes o regulaciones apropiadas y seguras para la gestión de este tipo de desechos, reconocidos en algunos países como residuos tóxicos y peligrosos. Actualmente las colillas se concentran en la fracción resto, que en la mayoría de las ciudades es depositada en vertederos. Sin embargo, por su composición química y su carácter tóxico, requieren de una gestión especial.
La gran mayoría de los productos que son puestos en el mercado se convierten tarde o temprano en residuos. Estos deben ser tratados adecuadamente para reaprovechar sus materiales y evitar que contaminen, siguiendo las pautas que marca la tendencia de la economía circular.
Los productos susceptibles de transformarse en residuos son también responsabilidad del productor que los ha fabricado. La denominada responsabilidad ampliada del productor está regulada desde hace varios años por la Unión Europea y solamente se aplica a aparatos eléctricos y electrónicos, pilas y acumuladores, vehículos, envases, neumáticos y aceites minerales.
La Directiva (UE) 2019/904 del Parlamento Europeo y del Consejo, de 5 de junio de 2019, sobre la reducción del impacto de determinados productos de plástico en el medioambiente señala que “es preciso reducir el enorme impacto medioambiental causado por los residuos generados por el consumo de productos de tabaco con filtros que contienen plástico, que se desechan de manera incontrolada directamente en el medioambiente”.
La responsabilidad ampliada del productor puede ser un buen modelo para establecer nuevas leyes sobre la gestión de los residuos de los cigarrillos. De esta manera, la industria tabacalera se implicaría en el gravísimo problema ambiental que ella misma produce. Podría sufragar, por ejemplo, los costes de la limpieza de los vertidos de colillas en el mundo. También podría hacerse cargo de los costes de establecer una infraestructura específica para recoger los residuos posteriores al consumo de productos del tabaco, como recipientes apropiados para colillas, en lugares donde habitualmente se concentra su vertido.
A estas medidas habría que añadir la realización de campañas de educación pública dirigidas a reducir el desperdicio de colillas, concienciando a los fumadores de los drásticos efectos que estos residuos tienen sobre el medioambiente.
Reciclaje y alternativas a los filtros tóxicos
Por otra parte, los ayuntamientos deberían implementar una estrategia adecuada para la gestión de las colillas, que tal y como se ha mencionado anteriormente, se depositan habitualmente en la fracción resto. En este sentido, cada vez son más las empresas que se están especializando en el reciclaje de colillas, cuyas tecnologías innovadoras ayudarían a paliar la problemática ambiental asociada a este tipo de residuo.
Diversos trabajos científicos, refrendados por la Organización Mundial de la Salud, han demostrado la poca eficacia de los filtros de acetato de celulosa para proteger la salud del fumador. Por eso, otra alternativa para reducir el impacto de las colillas es eliminar estos filtros y crear otros más eficientes y biodegradables. Esto reduciría el tremendo impacto causado a escala global.
En definitiva, la implementación de muchas de estas iniciativas y los cambios de conducta generados en la sociedad a través de una educación ambiental basada en la ciencia constituyen herramientas tremendamente eficientes para resolver un problema tan importante como la contaminación generada por las colillas de los cigarrillos. Ayudan así a salvaguardar la salud de nuestro planeta.
Jesús Miguel Santamaría Ulecia, profesor de Química Ambiental y Contaminación Atmosférica, Universidad de Navarra
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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