Por Ores Lario
22/03/2017
Tierra costera con paradisíacas playas y abruptos acantilados, pero también de bellos parajes de interior, el Algarve es un destino lleno de contrastes. Sus 5.000 kilómetros cuadrados de superficie acogen paisajes naturales únicos dignos de ser fotografiados. De este a oeste, a continuación revelamos cinco instantáneas que no pueden faltar en tu viaje.
Ilha Deserta (o Ilha Barreta). Es el paradigma de playa paradisíaca de arena blanca y aguas turquesas, hecho realidad. Un edén de 7 kilómetros de largo y medio de ancho, al que solo se puede acceder por mar. El paseo en barco ya merece la pena, bordeando los canales y laberintos de arena del Parque Natural de Ria Formosa y disfrutando de la presencia de las múltiples especies de aves que tienen aquí su hábitat natural, como los flamencos.
Cueva de Benagil. Los escarpados acantilados, las paredes rocosas y las cuevas son unas de las características más distintivas de la línea costera en la zona del barlovento. Entre ellas destaca la cueva de Benagil, en Lagoa. Una auténtica rareza que hay que explorar. Darse un baño en la pequeña playa que se forma en la gruta coronada por una cúpula de roca, con una cavidad en medio por la que se filtran los rayos de sol inundando la cueva de una misteriosa luz, es una experiencia única.
Foía. El techo de la región se encuentra en la sierra de Monchique. A 902 metros de altitud se localiza Foía, el punto más alto del Algarve, donde éste se aprecia en toda su extensión, desde el cabo de San Vicente por un lado hasta Faro y las serranías por otro. Unas panorámicas imprescindibles en las que se funde el verde sierra con el azul del mar.
Cabo de San Vicente. Alcanzar el “fin del mundo” es algo que hay que hacer en el Algarve. De día y de noche, la visita al punto más occidental de Europa, el lugar donde la tierra terminaba y empezaban las tinieblas, es obligada en la región para descubrir uno de los paisajes más carismáticos de Portugal. Pero con el anochecer el lugar multiplica su magia ofreciendo un espectáculo de luz y sombras entre acantilados. No en vano está considerado entre los mejores atardeceres del mundo (y más fotografiados).
Aljezur y la Costa Vicentina. Alejado de los destinos tradicionales para el turismo familiar, es el Algarve de los surfers, el de los amantes del mar y la playa en estado puro, que encuentran en las playas de Arrifana, Bordeira, Carreagem u Odeceixe su paraíso particular. Y también, el de los senderistas que se aventuran a descubrir a pie la Ruta Vicentina, que esconde algunos de los mejores miradores costeros entre el Alentejo y la punta de Sagres.