La promesa de inclusividad del proceso sinodal se diluyó y las voces de las mujeres continuarán siendo ignoradas en las decisiones que afectan al pueblo de Dios
La reciente conclusión del Sínodo sobre la Sinodalidad ha dejado en claro que la Iglesia Católica aún no confía en las mujeres para ocupar puestos de liderazgo en el ministerio ordenado. A pesar de las esperanzas puestas en el proceso sinodal, uno de los puntos que recibió mayor rechazo en la votación del documento final fue precisamente el relacionado con la ordenación de mujeres. Este rechazo demuestra la falta de fe de la jerarquía eclesiástica en la capacidad y vocación femeninas.
La promesa de inclusividad del proceso sinodal se diluyó y las voces de las mujeres seguirán siendo en gran medida ignoradas en los procesos de toma de decisiones. En respuesta a los resultados del Sínodo, se ha organizado la Huelga de Mujeres Católicas para retirar el tiempo, trabajo y recursos de las mujeres de la Iglesia durante la Cuaresma de 2025.
Lo convoca la Conferencia de Ordenación de Mujeres, que ha sido una defensora de la ordenación de mujeres desde 1975 y ha impulsado una Iglesia que refleje el ejemplo de Jesús al dar la bienvenida a todos. El acto de protesta busca desmantelar las barreras al ministerio y gobernanza que han impedido la plena participación de las mujeres en la jerarquía eclesiástica.
Aseguran que no se trata solo de la ordenación. Buscan que se reconozcan las valiosas contribuciones que las mujeres han hecho y siguen haciendo a la Iglesia. Manifiestan que han sido el pilar de los ministerios parroquiales, como educadoras, administradoras y líderes espirituales. Sin embargo, sus desempeños a menudo han sido subvalorados.
Lucha por la igualdad
Escritos señalan que Jesús también se rodeó de discípulas que tuvieron una participación importante en los comienzos del cristianismo. Pero su protagonismo ha sido subestimado y relegado a través del tiempo. A lo largo de la historia, las mujeres han sido excluidas de roles de liderazgo y decisiones importantes dentro de la Iglesia. En la Edad Media, mujeres influyentes como Juliana de Norwich y Catalina de Siena destacaron, pero la institucionalización cristiana llevó a su arrinconamiento y a la defensa de su subordinación. A pesar de estos obstáculos, algunas lograron sobresalir, como Teresa de Jesús y Sor Juana Inés de la Cruz.
Por eso las reivindicaciones que persiguen las mujeres católicas van más allá del sacerdocio y el diaconado. Entre sus demandas se encuentran la igualdad en todos los ámbitos eclesiásticos, incluida la toma de decisiones. Piden participación en los concilios y sínodos, espacios en los que se discuten y deciden las políticas y doctrinas de la Iglesia Católica. Consideran fundamental que sus voces sean escuchadas y tenidas en cuenta en estos foros.
Además, quieren reconocimiento y valoración de su trabajo en las parroquias y comunidades religiosas. Abogan porque se les otorgue el mismo respeto y consideración que a sus contrapartes masculinos. Esto incluye recibir formación teológica y pastoral adecuada, así como acceso a recursos y oportunidades de desarrollo profesional dentro de la Iglesia.
Las mujeres también demandan un cambio cultural dentro de la Iglesia que permita la plena integración de la perspectiva de género en todas las actividades y decisiones. Quieren que se promueva una visión igualitaria que elimine las prácticas discriminatorias. Este cambio no solo beneficiaría a las mujeres, sino que también enriquecería a toda la Iglesia, haciéndola más inclusiva y representativa de la diversidad.
Otras que sí
En la Iglesia Católica, el papado establece que las mujeres no sean ordenadas como sacerdotes. La doctrina lo considera como una prerrogativa de los hombres. En caso de estar casados, se les permite ser diáconos, un grado inferior de la jerarquía limitado a funciones de servicio, pero no sacerdotes. Para las mujeres, ambas figuras y, por consiguiente, las superiores están vetadas.
Sin embargo, el papa Francisco ha abierto una puerta a la ordenación de diáconos mujeres, que no podrían oficiar misa, pero sí administrar algunos sacramentos. En octubre de 2023, por primera vez, la se permitió la participación y el voto de mujeres en el Sínodo de los Obispos.
A diferencia del catolicismo, algunas religiones sí permiten el sacerdocio femenino. Las iglesias anglicanas de Gales, Estados Unidos, Australia, Canadá y Suecia autorizaron desde 2014 la ordenación de mujeres como obispos.
También las iglesias protestantes son más abiertas en este sentido. Entre las denominaciones protestantes que permiten el clero femenino se encuentran los bautistas estadounidenses, los metodistas unidos, la Iglesia Evangélica Luterana en América, la Iglesia Presbiteriana de Estados Unidos y la Iglesia Episcopal. Igualmente el sacerdocio femenino es una realidad en el budismo, el judaísmo reformista/conservador y los unitarios universalistas.
El dogma es más fuerte
La Conferencia de Ordenación de Mujeres tiene casi 50 años de lucha por la igualdad. Fundada con el objetivo de promover la ordenación de mujeres católicas, ha organizado conferencias, protestas y campañas educativas para sensibilizar sobre la necesidad de incluirlas en todos los niveles del ministerio. Este movimiento no solo ha ganado seguidores en Estados Unidos, sino que también ha inspirado a grupos similares en todo el mundo. Creó una red global de activistas que abogan por un cambio significativo en la Iglesia.
El movimiento ha evolucionado a lo largo de los años, adaptándose a los cambios sociales y políticos. En las últimas décadas ha utilizado las redes sociales y otras plataformas digitales para ampliar su alcance y conectar a activistas de diferentes regiones. Esta evolución ha permitido que el movimiento crezca y se fortalezca. Ha convertido la lucha por la igualdad eclesiástica en una cuestión global y contemporánea.
Algunos teólogos argumentan que el llamado de Jesús a la inclusión y la igualdad debe extenderse a la ordenación de mujeres, citando ejemplos bíblicos de mujeres líderes y apóstoles. Estos defensores creen que la Iglesia debe reflejar la igualdad de género que se encuentra en las enseñanzas de Cristo y en los primeros días del cristianismo.
En contraposición, algunos sectores de la Iglesia argumentan que la tradición y la doctrina deben mantenerse, citando textos y enseñanzas que, según ellos, reservan el sacerdocio exclusivamente para los hombres. Sin embargo, los defensores de la igualdad sostienen que la interpretación de estos textos está influenciada por siglos de patriarcado y que una reevaluación a la luz de la equidad de género es necesaria.
Una mayoría sin poder
En casi todos los ámbitos de la vida eclesiástica la presencia femenina es mayoritaria. El 90% de las personas catequistas son mujeres y el 99% de las sacristanas también lo son. Y se podría asegurar que el 100% del personal de limpieza son mujeres. Es decir, trabajos que los curas no quieren o no pueden hacer. Las mujeres están ahí y están aseguradas. Por eso la resistencia que hay a cambiarlo.
No hay dogma de fe que impida levantar el veto a mujeres católicas para ser diaconisas o sacerdotes. Y hay antecedentes históricos que lo demuestran. El diaconado como el sacerdocio están documentados, en especial el primero. Hubo diaconisas hasta el siglo X.
Las mujeres son el pilar de muchas actividades y ministerios en la Iglesia, pero se encuentran limitadas en su capacidad para influir en las decisiones y guiar espiritualmente a sus comunidades. Esta exclusión no solo subestima sus contribuciones, sino que también priva a la Iglesia de los talentos y perspectivas únicas que puedan ofrecer.
Además, en muchas áreas donde el clero escasea, las mujeres ya están asumiendo roles de liderazgo, aunque de manera no oficial. Organización de servicios, enseñanza de la doctrina y administración de la parroquia son solo algunos. Reconocer y formalizar estas contribuciones sería un paso hacia la justicia y la igualdad, que tal vez fortalecería la estructura y funcionalidad de la Iglesia Católica en todo el mundo.
El apoyo llega hasta donde la cautela lo permite
La posición pública del Papa respecto a la ordenación de mujeres es cautelosa. Aunque ha reconocido el valioso papel de las mujeres y ha hablado de una mayor inclusión en el liderazgo religioso, ha mantenido la posición tradicional que reserva el sacerdocio a hombres. Ha insistido en la importancia de seguir estudiando el tema y de continuar el diálogo.
Aunque ha hecho gestos significativos hacia una mayor participación de las mujeres católicas, como su inclusión en comisiones vaticanas y el nombramiento de la primera mujer en un alto cargo en la Curia Romana, muchos defensores de la igualdad consideran que estos pasos son insuficientes y esperan un cambio más profundo y estructural.
El movimiento lo impulsó la evolución que ha tenido la sociedad civil, el avance de los derechos humanos, las conquistas del feminismo bien entendido y los cambios en el mundo.
Y al parecer la presión sobre el Vaticano no parará. Además de la huelga, se anuncian campañas de concienciación, manifestaciones y eventos educativos que buscan movilizar a la comunidad católica global. Estos esfuerzos están diseñados para fomentar un diálogo abierto sobre la igualdad de género en la Iglesia Católica. Y como dicen por ahí, la procesión a por dentro.