Cambiar la conducta de la persona no es fácil, sobre todo si es consecuencia de hábitos internalizados por años. Para lograr un cambio en el comportamiento hay dos maneras de lograrlo: Por advertencia y por expectativa positiva.
En un artículo que lleva por título “Lecciones del coronavirus: es más fácil conseguir cambios desde las buenas noticias”, Fernando Botella aborda el tema a la luz de la pandemia y del impacto que ha tenido en España el que desde los balcones, todos los días, a las 8:00 de la tarde, se aplauda a los sanitarios.
En el primero de esos dos enfoques, el miedo a un posible futuro no deseado se constituye en el cimiento básico. Es lo que se intenta hacer cuando en las cajetillas de cigarrillos se colocan las escalofriantes imágenes de enfermos de cáncer o en la televisión muestran a víctimas de accidentes de tráfico, con el consecuente impacto que esto tiene para las familias y la sociedad en general.
Aunque se ha extendido la creencia de que el miedo al futuro es un factor para dejar los malos hábitos, los estudios que han tratado de demostrar esto indican que “su incidencia en cambios apreciables y duraderos de comportamiento es mínima. Sobre todo, si ese miedo está basado en una estadística, en algo que podría pasar pero que también podría no llegar a suceder”.
Es allí cuando el fumador, a pesar de conocer la alta incidencia del tabaco en el cáncer de pulmón, saca a relucir que su abuelo vivió hasta los 92 años y fumaba una cajetilla cada día.
Mejor las buenas noticias
El otro enfoque se sustenta en una proyección positiva de futuro. Las amenazas del “desastre que se avecina si no se cambia de rumbo” son reemplazadas por “las enormes ventajas que nos esperan cuando consumemos el cambio”. Es pasar, de acuerdo a Botella, del “como no empieces a hacer ejercicio y comer mejor, puedes acabar sufriendo un infarto” a “si empiezas a hacer deporte y a alimentarte mejor, te sentirás más ágil, tendrás mejor aspecto y estarás más satisfecho contigo mismo”.
El cerebro humano siempre va a preferir este segundo enfoque, porque trabaja mejor con las buenas noticias que las malas. Los estímulos positivos ante que los negativos.
Una de las investigadoras que más ha ahondado en el tema es Tali Sharot, profesora de neurociencia cognitiva en el departamento de Psicología Experimental del University College de Londres. En uno de sus experimentos analizó el comportamiento de las personas que consultan páginas en Internet sobre información bursátil. Cuando la bolsa sube, el número de lectores buscando información se cuadruplica.
“Y es que las malas noticas inquietan al cerebro humano y le provocan una respuesta animal de huida. Ante los estímulos negativos nos convertimos en avestruces que esconden la cabeza”.
El autor de ¿Cómo entrenar la mente? Y aprender de forma exponencial se refiere en El Independiente a los buenos resultados que ha dejado en la lucha contra la COVID-19, la combinación de malas noticias como el número de contagios y fallecidos con el reconocimiento diario de la sociedad por aplaudir desde sus balcones o por cumplir las recomendaciones sanitarias.
Que el esfuerzo valga la pena
También subraya que el cerebro se sentirá más inclinado a trabajar en un enfoque de expectativa positiva de futuro si hay una recompensa en el presente. Es el ejemplo del que quiere correr, comienza a entrenar y al poco tiempo se inscribe en una carrera y logra finalizarla. Ese hecho le reafirma que el esfuerzo valdrá la pena.
“Los cambios necesarios para poder conseguir un futuro mejor se construyen desde decisiones del presente que se basen en expectativas positivas alcanzables y que tengan efecto en el aquí y ahora. Traducido a lenguaje COVID-19, no hemos superado aún la pandemia, pero cada día a las ocho de la tarde salimos al balcón a celebrar que ya estamos un poco más cerca”.
Lee también:
La naturaleza nos protege ayúdanos a conservarla