Aunque las sociedades hacen esfuerzos por encontrar formas educativas y punitivas para derribar el alto consumo de estupefacientes, los resultados son desalentadores para las personas y el ambiente. Diversos estudios han detectado altos niveles de cocaína en las aguas y no es porque las drogas caigan del cielo o sean arrojadas por buques huidizos: proviene de la orina humana. De la misma manera que los antidepresivos y otros productos farmacéuticos terminan en alcantarillas y vías fluviales.
Ese recorrido sorprendente ha sido poco explorado. Un estudio sobre drogas del Global Drug Survey midió el impacto de las nuevas tecnologías en el aumento del consumo de cocaína. Observó que gran parte se debe a la popularización de nuevos sistemas de mensajería cifrada que permiten hacer pedidos y llevar a cabo un reparto más rápido.
Adam Winstock, autor del estudio y catedrático de King’s College de Londres, detectó que los londinenses están consumiendo más cocaína de la habitual y estas sustancias tóxicas se están trasladando a las aguas. Inspeccionaron el río Támesis y confirmaron que los niveles de droga en las aguas residuales son muy elevados.
Pero, según otra investigación publicada en la revista Fishes, no provoca que los animales que lo consumen se droguen. Pero sí revela que esta cocaína excretada por los humanos podría causar una serie de problemas de salud a la vida silvestre y regresar contra las personas.
Para comprender esta amenaza potencial, los investigadores observaron la anguila europea (Anguilla anguilla), actualmente en peligro crítico de extinción. Es una especie conocida por la ciencia por su utilidad en el estudio de contaminantes ambientales.
Altos niveles de cocaína en aguas
Anna Capaldo, profesora de biología en la Universidad Federico II de Nápoles y autora principal del estudio, afirma a The Revelator que «las anguilas son excelentes biomonitores. Son muy sensibles a los contaminantes acuáticos. Viven en el mismo lugar durante muchos años y tienen un gran porcentaje de grasa que favorece la acumulación de muchos contaminantes. También representan una fuente de alimento para los humanos”.
Las anguilas nadan regularmente en vías fluviales donde se ha detectado cocaína, como el río Támesis en Londres. Estudios anteriores han detectado la droga en el sistema de las anguilas, pero Capaldo y su equipo querían saber exactamente qué significaba eso.
Entonces expusieron anguilas jóvenes a niveles de cocaína equivalentes a los encontrados en el medio ambiente (20 ng/L-1) durante 30 a 50 días. Todos los experimentos se realizaron bajo pautas éticas para la experimentación con animales, indica el estudio.
El resultado es que la cocaína se acumuló en varios niveles y causó daños en el cerebro, los músculos, el hígado, los riñones. Así como el tracto digestivo, las branquias, la piel, el bazo y las gónadas de las anguilas.
“Que la cocaína pudiera causar daño a un organismo vivo, como una anguila, era algo predecible”, dice Capaldo. “Sin embargo, nos sorprendió el hecho de que este daño también fuera inducido por una exposición crónica a concentraciones muy bajas de cocaína. Es decir, a 20 nanogramos de cocaína por litro de agua, lo que equivale a 20 milmillonésimas de gramo de cocaína por litro”.
El estudio también registró que incluso esta concentración relativamente baja de cocaína podría poner a las anguilas europeas en mayor riesgo en estado salvaje.
La droga afecta todo el organismo de las anguilas
«Las alteraciones en los sistemas nervioso y endocrino, y en los tejidos periféricos, inducidas por la cocaína, podrían disminuir su capacidad de supervivencia y su aptitud reproductiva», escribieron los autores.
Además, indicaron, “la presencia de cocaína en el músculo, que es la parte comestible del animal, puede ser un problema no sólo para la anguila, que necesita un músculo sano para completar la migración reproductiva, sino también para el consumo humano de este pez”.
El estudio de aguas contaminadas de cocaína que impactan en el organismo de las anguilas arrojó otras evidencias. «Las drogas son particularmente peligrosas porque afectan el estado de ánimo y el comportamiento de los organismos vivos. Y esto, a su vez, puede interferir con sus habilidades de supervivencia», afirma Capaldo.
En este sentido, añade, que “existen numerosos estudios sobre los efectos de los antidepresivos en el comportamiento de la fauna acuática. Los efectos de la cocaína en el desempeño de las anguilas son un tema que nos gustaría explorar con más estudios”.
También esperan repetir el estudio utilizando más de un contaminante, para poder comprender mejor el efecto compuesto de múltiples sustancias o medicamentos en la salud de los animales.
Las anguilas de este estudio tuvieron suerte. Se les quitó la cocaína y muchos de los efectos sobre la salud desaparecieron. Pero las anguilas que encuentran drogas ilícitas en la naturaleza permanecerían expuestas a la cocaína ambiental durante su estancia en un hábitat contaminado. Una situación que probablemente empeore a medida que el mundo se calienta.
El calentamiento global, otra pieza fundamental
¿Qué tiene que ver la cocaína, las aguas con cocaína y el calentamiento global?
Capaldo señala que los productos farmacéuticos y las drogas ilícitas son sólo una amenaza para la anguila europea. El cambio climático representa un peligro para todas las especies de anguilas en el mundo. Pero las dos amenazas siguen vinculadas, ya que las fluctuaciones de temperatura pueden hacer que las interacciones químicas cambien y se vuelvan más tóxicas.
«Todos estos hallazgos”, anticipa, “sugerirían que el cambio climático, y en particular el aumento de las temperaturas, podría plantear un problema para la supervivencia de las anguilas». Mientras tanto, el estudio cita investigaciones que señalan cómo la cocaína plantea su propia amenaza al clima (y, además, una amenaza importante).
“Se estima que en 2020 se produjeron 1982 toneladas de cocaína pura, un aumento del 11% respecto al año anterior. La huella de carbono de la cocaína, relacionada con el cultivo de plantas de coca, el procesamiento, la eliminación de residuos generados en el proceso de fabricación y el cambio de uso de la tierra, es de 4500 kg CO2e por kg de cocaína producida. Por tanto, tomando como referencia los datos de 2020, obtenemos un valor medio de las emisiones totales al año de 1,9 millones de toneladas de CO2e. Valor sensiblemente superior al de otros cultivos, como la caña de azúcar o el cacao en grano”, explica.
Y el problema sólo va a empeorar. La producción de cocaína aumentó otro 35% entre 2021 y 2022, según un informe reciente de las Naciones Unidas. En sintonía, un comentario publicado en el Journal of Addiction Medicine predice que el cambio climático (y el consiguiente sufrimiento humano) empeorará la epidemia de opioides y aumentará el abuso de fentanilo, cocaína y otros estimulantes legales e ilegales.
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