El debate del sexo de nacimiento para definir la participación de un atleta en eventos internacionales como las Olimpiadas no abandona la palestra pública. El combate entre la boxeadora argelina Imane Khelif y la italiana Angela Carini para asegurar su pase a los cuartos de final de la categoría de hasta 66 kilogramos en los Juegos Olímpicos de París. Carini apenas aguantó 46 segundos y dos fuertes golpes en la cabeza. Su contendiente pegaba como un hombre, camina como un hombre, habla como un hombre y tiene el cromosoma XY que diferencia a los hombres de las mujeres. Sin embargo, el Comité Olímpico lo admitió como mujer boxeadora.
La polémica comenzó antes de que sonara la campana inicial. Khelif fue descalificado en el Campeonato Mundial en marzo de 2023 en Nueva Delhi. Tras una prueba de ADN no pudo competir en la final por el oro mundial tras una prueba de ADN. La Asociación Internacional de Boxeo justificó la descalificación porque el infringía la norma que prohíbe la participación de personas con cromosomas XY en competiciones femeninas. La taiwanesa Lin Yu-Ting, que había ganado bronce en el mundial, también fue descalificada posteriormente por las mismas razones.
Los Juegos Olímpicos de este año son más orgullosos que nunca: participan 193 atletas abiertamente LGBT+, pero solo un hombre trans y dos personas no binarias. Lo justo sería que las mujeres compitieran contra mujeres, los hombres contra hombres y las demás diversidades con sus iguales, con quienes se consideren sus iguales. Así como en el deporte hay categoría determinadas por el peso y el tamaño, no se puede considerar justo que un hombre que se sienta mujer compita con una mujer que no se siente hombre y que tiene físicamente la constitución de mujer.
Ni vagina ni pene, ventajas de pegada, resistencia y fuerza
Carole Hooven, profesora de Biología Evolutiva de la Universidad de Harvard, sostiene que el exceso de testosterona en la adolescencia de Khelif la beneficia en el deporte y en cualquier actividad en la que se imponga la fuerza y la resistencia. «El atleta con desarrollo sexual XY es físicamente un hombre, aunque sea legalmente mujer, y se imagine como mujer», asegura. Uno de sus estudios aborda perfiles como los de la boxeadora argelina, que entra en la categoría de deportistas con diferencias en el desarrollo sexual. Aunque nació mujer y siempre se ha identificado como tal, posee cromosomas XY como los hombres y alta testosterona. Un síndrome que se conoce como hiperandrogenismo.
Lo que la testosterona da, nadie lo quita
Hooven destaca que quienes toman las decisiones en las competencias deportivas saben que los atletas sin 5R2D son hombres. Sufren una anomalía que impide que desarrollen pene, testículos y próstata. Tienen una deficiencia de la enzima 5α-reductasa 2 (5R2D) y su organismo no es capaz de convertir la testosterona en el andrógeno dihidrotestosterona, responsable de los rasgos más típicamente varoniles, de los caracteres sexuales Son hombres que piden competir en una categoría femenina.
Pero lo más importante es que en la edad adulta de los niveles de testosterona no deshace los beneficios obtenidos en la adolescencia masculina. Por ser más viejos los hombres no son menos hombres. Así que un atleta con el cromosoma XY que tome medicamentos para reducir la testosterona no es más mujer, solo tiene bajos niveles de testosterona.
EL DATO
La primera prueba obligatoria de sexo emitida por la IAAF (por sus siglas en inglés) para las atletas fue en julio de 1950. En el mes previo al Campeonato de Europa de Atletismo en Bélgica. A todos los atletas se les realizaron el test sexual en sus propios países. Las pruebas de sexo durante el transcurso de la competición comenzaron en el Campeonato Europeo de Atletismo de 1966 en Budapest. Como respuesta a la sospecha de que varias de las mejores atletas de la Unión Soviética y Europa del Este eran en realidad hombres. En los Juegos Olímpicos, las pruebas de verificación de género se introdujeron en 1968.
Inicialmente, la verificación del sexo tomó la forma de exámenes físicos. Posteriormente evolucionó a test de cromosomas y posteriormente a test de testosterona. No siempre es un caso simple de verificar los cromosomas «XX» vs cromosomas «XY», o niveles de hormonas sexuales, para determinar si un atleta es sin ambigüedad una mujer o un hombre.
Legalmente mujer, físicamente hombre
Hooven considera que no es suficiente que Khelif esté reduciendo con fármacos sus niveles de testosterona para que compita con mujeres XX. La superioridad física frente a estas contrincantes se remonta a su desarrollo durante la adolescencia, que fue masculino. «No hay soluciones soluciones fáciles, solo trabajar con compasión y empatía para todas las partes involucradas. Las personas con desórdenes de desarrollo sexual deben ser comprendidas y recibir la atención que requieren, pero no es un asunto de equidad. Al poseer cromosomas XY, estos atletas desarrollen genitales masculinos internos (testículos que no llegan a descender) y femeninos externamente. Los atletas con DSD que compiten en categorías femeninas son socialmente, legalmente y desde el punto de vista de su identidad mujeres, pero son hombres y no deben competir con mujeres», señaló. No es un problema que se resuelva en el campo de juego.
Hooven considera incorrecto afirmar que el sexo es una construcción cultural. La cultura no tiene nada que ver con el sexo, pero tiene todo que ver con la manera en la que nos expresamos como hombres o mujeres. Tampoco los genitales definen el sexo, ni los cromosomas ni las hormonas sexuales. Biológicamente el sexo es una realidad simple: los machos producen gametos móviles, el esperma, y las hembras producen óvulos grandes e inmóviles. Pero en la multiplicidad de especies del planeta existen hermafroditas, secuenciales o no, que producen los dos.
La sociedad en su evolución civilizatoria ha insistido en que poseer un pene o una vagina determina una conducta, las personas cuyo comportamiento natural no concuerda con esas normas lo perciben como restrictivo que puede conducir a la discriminación y a la disforia de género. Los rasgos secundarios al sexo pueden ser muy masculinos o muy femenino mientras el sexo primario sigue siendo binarios.
Semenya
El caso de la atleta intersexual sudafricana Caster Semenya también atrajo la atención mundial. Semenya compitió internacionalmente en los 800 metros femeninos e incluso ganó el oro en los Campeonatos del Mundo y los Juegos Olímpicos. Sin embargo, dejó de competir en 2019.
Desde entonces, las mujeres con trastornos del desarrollo sexual deben tener sus niveles de testosterona por debajo de cinco milimoles por litro durante 6 meses para poder participar en competiciones entre 400 metros y una milla. La normativa se endureció y se amplió a todo el atletismo. A partir de 2024, el nivel de testosterona debe reducirse por debajo de 2,5 mmol/l durante 24 meses.
Semenya se negó a seguir ningún tratamiento para bajar su nivel de testosterona. Incluso llevó su caso al Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que le dio la razón y sentenció que había sido víctima de discriminación
El sexo en el campo de juego
Los Juegos Olímpicos han sido en la edad moderna el evento más polarizado, politizado y plegado hacia una agenda. Aunque, el barón de Coubertin los ideó como una competición entre individuos, no entre naciones, la justa atlética se desvirtuó hasta convertirse en estandarte dogmático de los países anfitriones y del Comité Olímpico Internacional. Por ejemplo, Hitler en Berlín 1936 o el boicot a visita recíproca en Moscú 1980 y Los Ángeles 1984, en plena Guerra Fría.
Podría considerarse normal que en la inauguración de Francia 2024 se mostrara una colosal puesta en escena con sesgo mes del orgullo, que con la agenda Woke se ajusta a la línea del COI y de patrocinadores de la agenda 2030, pero se está pisando terreno minado y no debe extrañar que alguien resulte lesionado en un mal paso. Los criterios de los progresistas no son homogéneos. Muchos militantes LGTB+ son furiosos defensores de Putin y del régimen impuesto en China por el Partido Comunista, pero ni en Rusia ni en China se aceptan las relaciones homosexuales. Se violaron la reglas de la convivencia cuando se permitió que una boxeadora con cromosomas XY compitiera con boxeadoras XX, que como aceptar el ventajismo con el chantaje de la no discriminación.
El COI responsable
La Unidad de Boxeo de París fue la responsable de las pruebas de género. Avaló injusticia al colocar en franca desventaja a las mujeres. Se utilizó la «fraternidad» y la «inclusión» como salvoconducto para que personas con cromosomas de hombre golpeen a mujeres en un cuadrilátero de boxeo. Cada deportista con cromosomas XY «incluido» significa un deportista cromosomas XX excluido.
En las competencias de combate o colisión, los atletas con cromosomas XY en peligro a las deportistas femeninas. La organización Women in Sport apunta que los deportistas masculinos tienen un 40-50% más de fuerza en las extremidades superiores y 12 kg más de masa muscular esquelética en comparación con las deportistas femeninas de la misma edad con un peso corporal determinado. Indican que una mujer con talento técnico puede ganar una pelea contra un hombre, pero corre un riesgo inmenso de sufrir lesiones
Casini sopesó su propia seguridad. Después de la pelea, dijo: «Podría haber sido el gran combate de mi carrera, pero también debía preservar mi vida». El boxeo es inherentemente peligroso, pero es muy diferente al aceptar que otra mujer te golpee a que lo haga un hombre.
Inclusión olímpica
El Comité Olímpico Internacional permitió la participación de Khelif, de 25 años de edad, y de Lin, de 29 años, en las competiciones de mujeres a pesar de tener el cromosoma XY y de saber que tenían una ventaja sobre sus oponentes. Declaró que todas las atletas que participan en el torneo de boxeo de los Juegos Olímpicos de París 2024 cumplen con los requisitos de participación y elegibilidad del concurso, así como con todas las normas médicas aplicables».
Sin embargo, el marco de equidad y no discriminación del COI establece:
- Las organizaciones deportivas deben identificar y prevenir los impactos negativos directos e indirectos sobre la salud y el bienestar de los atletas del diseño, la aplicación o la interpretación de los criterios de elegibilidad.
- Los criterios para determinar la existencia de una ventaja competitiva desproporcionada pueden, en ocasiones, requerir la realización de pruebas sobre el rendimiento y la capacidad física de un deportista. Sin embargo, ninguno debe ser sometido a pruebas específicas o dirigidas a determinar su sexo, identidad de género o variaciones sexuales.
- A ninguno se le debe impedir competir o excluir de la competición por el motivo exclusivo de una ventaja competitiva injusta no verificada, supuesta o percibida debido a sus variaciones sexuales, apariencia física o condición de transexual.
No debe haber presiones
El Comité Olímpico Internacional también indica que cualquier restricción derivada de los criterios de elegibilidad debe basarse en una investigación sólida y revisada por expertos. Que los deportistas nunca deben ser presionados por una federación internacional, una organización deportiva o cualquier otra parte –ya sea a través de los criterios de elegibilidad o de otro modo— para someterse a procedimientos o tratamientos médicos innecesarios para cumplir los criterios de elegibilidad.
Los criterios para determinar la elegibilidad para una categoría de género no deben incluir exámenes ginecológicos. Ni formas similares de exámenes físicos invasivos, destinados a determinar el sexo, las variaciones sexuales o el género de un deportista. Además, sostiene que la información médica, incluidos los niveles de testosterona, que se recopile en el contexto de la lucha contra el dopaje o en cualquier otro contexto, deberá tratarse de conformidad con las leyes aplicables en materia de privacidad y deberá utilizarse únicamente para los fines revelados al deportista en el momento en que se recopile dicha información.
Considera que las organizaciones deportivas deben evitar la divulgación pública de información confidencial sobre la salud y otros datos personales de los atletas sin su consentimiento. Y que los criterios de elegibilidad deben someterse a una revisión periódica predecible. Con el fin de poder reflejar cualquier avance ético, de derechos humanos, jurídico, científico y médico relevante en este ámbito. Además, deben incluir la opinión de las partes afectadas sobre su aplicación.
La sociedad, la ciencia y el bien común parecen que van por otro riel.