Juan Luis Manfredi, Universidad de Castilla-La Mancha
Las elecciones municipales y autonómicas cada cuatro años en España anticipan preferencias e intención de voto, consolidan liderazgos y arruinan expectativas. Por eso, no conviene extrapolar cifras y tendencias de manera automática. Aunque los vientos de cambio en las elecciones municipales y autonómicas del domingo 28 de mayo son notorios, el comportamiento electoral difiere de una convocatoria a la siguiente.
El traspaso de votos no es directo. Sin embargo, se intuye la euforia de los candidatos del Partido Popular porque han ganado en voto directo, recuperan ciudades de fuerte peso simbólico y narrativo y alegran la trayectoria del binomio Feijoo-Bendodo. En el PSOE, los problemas no culminan en la pérdida de posiciones estratégicas, sino que se intuyen dificultades para renovar el discurso y encontrar apoyos.
Así, encuentro cuatro lecciones para entender la noche electoral.
1. La posibilidad de un tsunami se quedó en ola azul
La suma de los resultados en Andalucía y Castilla y León anticipan una mayoría cómoda en las elecciones nacionales. El PP ha ganado en más de 50 ciudades relevantes como Sevilla, Valencia, Valladolid o Palma de Mallorca. Ha consolidado Madrid, punta de lanza de las izquierdas.
La cuestión más importante ahora es la constitución de un perfil idóneo y presidenciable para Alberto Núñez Feijoo, que en los últimos meses se ha enzarzado en varias disputas en el Senado que no suman votos en su carrera. El líder popular tiene seis meses para aprovechar el impulso de los nuevos alcaldes, la renovación de liderazgos autonómicos (Extremadura, Aragón, La Rioja, Islas Baleares) y mantener el relato de apertura de nuevo ciclo político.
La felicidad de la noche electoral madrileña puede albergar alguna sorpresa. La dimensión de la victoria de Isabel Díaz Ayuso es notable. Supera su propio registro. Cabe preguntarse si su éxito dificultará una estrategia nacional para el candidato Feijoo en la medida en que nadie duda de las ambiciones monclovitas de la presidenta de la Comunidad de Madrid. ¿Querrá ser ticket electoral o aspira a algo más?
2. La pesadilla del PSOE
Empieza en Sevilla y Mérida. Pasa por la pérdida de Valencia y Zaragoza. Acaba en Barcelona. Ni siquiera la victoria de Emiliano García-Page en Castilla-La Mancha es suficiente para el proyecto socialista, que se derrumba tras los grandes resultados de 2019. El único aspecto positivo de la noche es la buena gestión electoral del PSC con victorias relevantes en Lleida, Reus o Tarragona.
El crecimiento a costa de ERC, muy decepcionante ante sus propias expectativas, podría tener consecuencias en la renovación de liderazgos e ideas. Los resultados de Junts en Girona, feudo tradicional de los convergentes, van en esta línea. Las consecuencias del procés aún no han terminado.
3. La certeza del sanchismo
Repasen la hemeroteca de 2019. Pablo Casado auguraba un triunfo fulgurante. Albert Rivera anunciaba una coalición nacional y su llegada definitiva al gobierno. Pablo Iglesias advertía de la necesidad de repensar la estrategia de las izquierdas y apelaba a la unidad. Ninguno de ellos es relevante hoy en la política nacional.
Pedro Sánchez sigue donde estaba y donde querrá permanecer tras la convocatoria nacional que se espera para el otoño. Su tiempo no ha acabado, porque sabrá sobrevivir sobre legislaturas –no tan cortas– con geometrías variables.
En una pésima noche para el partido, su estilo hiperpersonal le permite jugar algunas bazas.
4. La improbable vuelta del bipartidismo
El PP y el PSOE aparecen como ganadores en términos absolutos y relativos, pero no se vislumbra una tercera o cuarta fuerza con representación en términos nacionales. Dividido el tablero en izquierdas y derechas, la asimilación de Vox está amortizada y será natural verle en posiciones de gobierno. Ciudadanos ha confirmado su condición de partido start-up, incapaz de dar continuidad a un proyecto y ofrecer una alternativa real a las opciones consolidadas en el mercado electoral.
En las izquierdas, Podemos se ha diluido en sus propias peleas internas. En la articulación territorial, los partidos dominantes (PNV, la antigua Convergencia o la propia ERC) observan nuevos actores que disputan su relato. El crecimiento de EH Bildu evidencia un cambio de ciclo en el nacionalismo vasco y su ola llega hasta Navarra.
La propuesta de Yolanda Díaz (Sumar) no añade valor específico. Malas noticias para su propia carrera. El éxito se mide en la atracción de nuevos votantes o la consolidación de las posiciones de gobierno. Ni el ayuntamiento de Barcelona ni la Comunidad de Valencia reflejan su impacto electoral.
¿Y Vox?
Vox ha alcanzado una cifra espectacular: 1.156 concejales estarán en los gobiernos municipales, el triple respecto a 2019. Su trayectoria le convierte en fuerza de gobierno, con crecimiento orgánico y providencial en Murcia, Aragón, la Comunidad Valenciana y multitud de capitales de provincia. En la lógica del partido start-up, Vox confirma su capacidad de ocupar un nicho bien identificado.
En suma, la noche electoral será relevante para el final del ciclo político. El verano pasará rápido y, no olviden, hoy mismo empieza la campaña por las generales.
Juan Luis Manfredi, Prince of Asturias Distinguished Professor @Georgetown, Universidad de Castilla-La Mancha
Publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.