La Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos aprobó recientemente que los fabricantes de yogur puedan decir que el consumo regular de sus productos puede prevenir la diabetes tipo 2 ; eso sí, incluyendo en las etiquetas que esto se basa en “evidencia científica limitada”. Aunque la veracidad de la afirmación tal vez no está en duda por la reputación del organismo que autoriza el permiso, también es muy cierto que existe un marketing en la comercialización de alimentos que se vale de medias verdades para exagerar propiedades y beneficios que están muy lejos de brindar los productos que publicitan.
En el caso específico del yogur, las empresas tienen permiso para promocionar que su consumo regular de por lo menos tres raciones a la semana puede reducir el riesgo de padecer esta enfermedad. La decisión de la FDA se tomó por una solicitud presentada por Danone North America y sustentada en 28 estudios que muestran los efectos positivos del yogur para la diabetes tipo 2. Estos estudios recibieron financiamiento, al menos parcial, de Danone o de una empresa relacionada.
Todos los estudios presentados ante la FDA fueron observacionales. Los investigadores preguntaron principalmente a los participantes cuánto yogur consumían y después de un seguimiento revisaron quiénes habían desarrollado diabetes. Este tipo de investigaciones no puede llegar a determinar si el yogur previene directamente la diabetes tipo 2, pues las personas que consumieron yogur también pueden tener otros hábitos saludables que ayuden a protegerlos de la enfermedad.
Sin exagerar, por favor
El profesor de nutrición y epidemiología y presidente del Departamento de Nutrición de la Escuela de Salud Pública TH Chan de Harvard, Frank Hu, indicó en un artículo de The New York Times que en un estudio que realizó junto con colegas en 2014 encontró una asociación entre el consumo regular de yogur y un menor riesgo de diabetes tipo 2. Esto pudiera deberse a que los cultivos de bacterias vivas presentes en el yogur pueden reducir la inflamación y la resistencia a la insulina.
Sin embargo, el especialista considera que más allá de que el yogur es rico en proteínas, vitaminas y minerales, y que puede ser parte de una dieta saludable sin azúcares añadidos, es poco probable que por sí solo prevenga la diabetes. Hu fue tajante al precisar que el yogur no es una solución mágica, por lo que sugirió mantener un patrón dietético como la dieta mediterránea , un peso saludable y limitar el consumo de productos relacionados con un mayor riesgo de diabetes. Entre estos están las bebidas azucaradas, las carnes procesadas y los alimentos ultraprocesados.
La FDA autorizó declaraciones similares a las del yogur para el jugo de arándanos rojos, que reduce las posibilidades de infecciones recurrentes del tracto urinario, y para los cereales integrales, que limitan el riesgo de diabetes.
Para entender
La diabetes es un enfermedad cuya incidencia ha aumentado en los últimos años. Está la diabetes tipo 1, que afectar más a los jóvenes, es autoinmune y ataca las células responsables de la producción de insulina. Para su tratamiento se prescribe insulina, una dieta específica y actividades físicas.
La diabetes de tipo 2 ocurre cuando el organismo no puede utilizar correctamente la insulina producida o no puede controlar la glicemia. Es más común y generalmente se asocia con hábitos nutricionales desequilibrados. Para controlarla se debe seguir un estilo de vida saludable, con una dieta equilibrada, actividad física regular, no fumar y mantener el peso dentro de los parámetros médicos. Los productos lácteos, incluido el yogur, forman parte de una dieta equilibrada y tienen efectos positivos para la salud. Hay un conjunto de mecanismos biológicos pueden explicar los efectos del consumo de yogur en la reducción de los riesgos de diabetes T2.
La ingesta de yogur está relacionada con una menor obesidad, que es un factor de riesgo de este tipo de diabetes. Además, los microorganismos vivos presentes en el yogur influyen en la microbiótica intestinal y pueden reducir la inflamación, que está relacionada con la enfermedad. Se ha demostrado que la vitamina K-2 que contiene el yogur tiene relación con la reducción del riesgo de desarrollo de diabetes de tipo 2. Su bajo índice glicémico bajo no provoca un pico de glucosa en sangre, y sus proteínas pueden estimular la secreción de insulina, lo que ayuda a controlar la glicemia.
Propiedades milagrosas
Más allá del caso de los yogures, en muchos otros países empresas hacen uso de pseudos estudios científicos o de investigaciones no determinantes para publicitar en el etiquetado bondades y propiedades de alimentos que rayan en lo milagroso o mágico. El objetivo es captar la atención del consumidor e impulsarlo a comprarlos. Frases del tipo “Favorece el desarrollo del sistema inmune”, “Baja la tensión arterial”, “0% azúcar”, “Reduce la osteoporisis” y hasta “Previene el cáncer” plenan las etiquetas de un sinfín de productos.
A pesar de que pocos de estos mensajes publicitarios están basados en estudios rigurosos, la ausencia de una legislación internacional que abarque cada uno de los aspectos concernientes a los alimentos ha permitido que se utilicen con impunidad y sin control en la etiquetas de los productos. Promesas escritas en letreros llamativos sobre supuestas características saludables, se diluyen cuando se lee la letra pequeña de las etiquetas. Leer esas diminutas se ha convertido en una actividad obligatoria si no se quiere recibir gato por liebre. Porque los destacados mensajes que utiliza la industria en el empaquetado para atraer la atención del consumidor muchas veces no reflejan realmente el contenido de los productos alimenticios.
Mentiras ocultas
El diseño de los envases de comida, sobre todo por el gran tamaño de sus mensajes, busca muchas veces confundir al consumidor. Para ello también se usa un lenguaje en el que abundan términos que incitan a pensar que se trata de productos saludables. La estrategia publicitaria es realmente eficiente en que las medias verdades pasen inadvertidas por lo que se recomienda primero buscar alimentos frescos sin etiquetar.
Entre los términos que cobraron auge en los últimos están light o 0 %.
En muchas ocasiones, esos supuestos productos sanos carecen de grasa pero contienen azúcar, como sucede, con los yogures. También se han dado casos de leches que se promocionan como recién ordeñadas, pero que al leer el etiquetado contienen solo 20% de leche desnatada reconstituida, es decir, esta compuesta de agua y leche en polvo. Las compañías de alimentos también les gusta utilizar en sus etiquetas artesano y natural, calificativos que quedan en entredicho cuando al leer los ingredientes en letra pequeña numerosos aditivos cuestionados por posibles daños para la salud. El aceite de palma, entre otros componentes de dudosa reputación, destacan en esas listas.
Muchos productos que dicen que son autóctonos, resultan siendo de otro. Pero más alarmante es lo que anuncian los envases de alimentos infantiles. Se alardea que están enriquecidos con vitaminas, calcio, fósforo o minerales, pero se enmascara un poco el alto porcentaje de azúcar, aromatizantes y conservantes.
Como leer el futuro en las manos
Saber interpretar con precisión en las etiquetas las proporciones de ingredientes y descifrar el nombre de muchos de ellos puede convertirse en una tarea complicada. Pero necesaria porque de ello depende en parte el futuro. En páginas especializadas lo primero que sugieren es comprobar el tamaño de la porción del alimento porque la información de las etiquetas se basa en ella.
Cuando se haya aclarado este punto no se pueden obviar elementos esenciales. Entre ellos encontramos la información calórica que indica las calorías totales de cada porción. Los carbohidratos se señalan en gramos y se desglosan por azúcares, almidón y fibra vegetal. El azúcar suele venir indicado por separado. La cantidad de grasas también tiene que estar en el análisis. Expertos recomiendan que las saturadas no superen el 6% de las calorías diarias totales. En cuanto a las grasas trans, que elevan el colesterol malo y reducen el bueno, se recomienda optar por alimentos que contengan menos de 1 gramo. Los médicos aconsejan evitar los alimentos hechos con aceites hidrogenados y parcialmente hidrogenados, como mantequilla y margarina, por sus elevados contenidos de grasas trans.
Es muy recomendable conocer el contenido de sodio de un producto, mucho más si se padece hipertensión o algún tipo de problema que requiera restringir la ingesta de sal. Por 100 miligramos de sodio reflejados en la etiqueta, el producto tiene unos 250 miligramos de sal. Se considera que un producto es bajo en sal cuando tiene 0,25 gramos o menos por cada 100 gramos. Por último, pero igual de importante, está la cantidad de azúcar. Un alimento contiene niveles elevados de azúcar con 10 o más gramos por cada 100 gramos.