El Alto Golfo de California es hogar del mamífero marino más pequeño del planeta. No mide más de 1,5 metros y su peso no rebasa los 45 kilos. Se trata de la vaquita marina. Este escurridizo cetáceo se refugia a profundidades de 20 a 40 metros en zonas de mareas fuertes. No es muy fácil de ubicar pese a vivir en un área bien localizada, sobre todo actualmente, cuando quedan apenas entre 6 y 20 ejemplares.
Las vaquitas, lamentablemente, son daños colaterales. Comparten su hábitat con un pez llamado totoaba, un primo de la lubina cuyas vejigas natatorias son un manjar con un valor de hasta 100.000 dólares el kilogramo en China continental y Hong Kong. Aunque la pesca de totoaba está prohibida desde 1975, también están en peligro crítico de extinción, la caza furtiva es desenfrenada.
Aproximadamente del mismo tamaño que la totoaba, la vaquita marina es propensa a enredarse y ahogarse en redes ilegales. La demanda de vejigas de totoaba se disparó en 2008, cuando se vio impulsada por el ingreso de efectivo en la economía china. Los órganos secos se convirtieron en un bien de inversión popular.
La demanda hizo estallar el mercado negro de México. Los científicos, pescadores y turistas comenzaron pronto a encontrar cadáveres de totoaba varados, con las vejigas cortadas y la carne, al abandono, para que se pudriera.
Cada 5 de septiembre las organizaciones ambientales del mundo vuelcan sus actividades a conmemorar el Día de la Vaquita Marina.
Un mercado creciente
En China, las vejigas natatorias se usan en sopas con un supuesto valor medicinal, según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA). Miles de vejigas natatorias se secan y se sacan de contrabando de México, a veces a través de Estados Unidos.
Es ilegal pescar tatoaba, pero los cazadores furtivos han colocado cientos de redes de enmalle para capturar criaturas de valor incalculable. Desafortunadamente, la caza se lleva a cabo dentro del hábitat de la vaquita marina.
Las redes de enmalle de fondo son redes de finos filamentos que se calan con uno de los extremos rozando el fondo marino, mediante la ayuda de numerosos flotadores y plomos o pesos, y que mantienen su posición al ser ancladas. Si un pez nada atravesando la red, pero su cuerpo no pasa la luz de malla, se enreda cuando trata de escapar y entonces es cuando se le captura.
En 2015, las autoridades mexicanas prohibieron temporalmente las redes de enmalle, en respuesta al rápido descenso de la población de la vaquita marina. El presidente de México, incluso, se ofreció a pagar a los pescadores por su pérdida de ingresos durante la veda. En julio de 2017, un acuerdo federal prohibió permanentemente todas las redes de enmalle, excepto las que se usan para pescar dos especies: curvina y sierra, según la NOAA.
Una especie única
La vaquita marina es una especie de marsopa, un grupo de ballenas estrechamente relacionadas con los delfines. Vive solo en las aguas más al norte del mar de Cortés en el noroeste de México.
No se registró científicamente como especie hasta la década de 1950 y sus primeras descripciones se basaron en tres cráneos encontrados en la costa. La vaquita marina es extremadamente tímida y esquiva, por lo que la primera fotografía de una viva no se capturó hasta los años ochenta.
Las vaquitas utilizan la ecolocalización, como los delfines, para navegar por el medio ambiente. Los científicos estiman los datos de población usando tecnología especial para captar estos sonidos de ecolocalización. Se han realizado tres estudios visuales a gran escala para ayudar a evaluar a la población de vaquitas.
En 1997 quedaban unas 567 vaquitas. Para 2008, este número se redujo a 245. Para 2015, la población se estimó en menos de 60. En 2016, la población se redujo en 50% a solo 30 animales. El trabajo de observación visual más reciente solo registró 6 avistamientos de vaquitas.
No es un hecho aislado
La captura accidental por las operaciones pesqueras es un problema colosal en todo el mundo. El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) sitúa la cifra en al menos 40% de las capturas pesqueras. Esto es unos 38 millones de toneladas.
A menudo las especies no deseadas se les arroja muertas o malheridas por la borda o se les tira como si fueran basura al llegar a puerto. Cerca de 300.000 pequeñas ballenas, delfines y marsopas mueren cada año debido a enredos en las redes de pesca. Con esto convierten a la captura accidental en la principal causa de mortalidad de pequeños cetáceos.
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