La efectividad de las vacunas contra la COVID-19 sigue siendo un tema polémico. El rápido avance en la investigación y producción ha generado muchas dudas. Sin embargo, la comunidad científica se ha apresurado a despejarlas. El trabajo de los especialistas ha servido, no solo para tranquilizar a las personas. También ha servido para distinguir cuáles vacunas son confiables y cuáles no. Y para separar la ciencia de la política. La vacuna rusa Sputnik V es una de las que ha generado mayor escepticismo.
Esta situación ha mostrado significativas diferencias entre unas vacunas y otras. Unas pocas lograron recibir la aprobación, comenzaron su producción y se están utilizando en varios países. Otras, la mayoría, continúan las pruebas clínicas para mostrar su efectividad y así poder lograr su certificación. Pero también hay algunas que se han saltado los protocolos para iniciar su uso sin las debidas garantías de seguridad y efectividad. Sputnik V está en el ojo del huracán.
Una larga polémica
La vacuna rusa Sputnik V se ha visto envuelta en una controversia desde el momento de su lanzamiento. Los analistas occidentales han cuestionado la seguridad, la eficacia y, sobre todo, la superación de los obstáculos establecidos en los ensayos clínicos. El Gobierno de Rusia se ha irritado visiblemente con esta posición.
En realidad, no hay críticas en cuando a la calidad del producto. De hecho, la Sputnik V se basa en una tecnología de vectores de adenovirus bien establecida. Y tiene varias ventajas.
Su ingenioso diseño basa sus dos dosis en diferentes vectores virales. Gracias a ello, produce, en principio, una fuerte respuesta inmune a largo plazo. Además, es mucho más económica que las alternativas disponibles. Se ha dicho que su coste es menor a los 10 dólares por dosis. Y, a diferencia de algunas candidatas, no requiere una costosa (y no siempre disponible) ultrarrefrigeración.
Todos estos elementos la colocan como una excelente opción para los países pobres, dado que las grandes economías occidentales han acaparado los suministros de Pfizer, Moderna, AstraZeneca/Oxford y otras vacunas líderes mediante acuerdos de compra anticipada. De tal modo que este podría ser el momento de brillar para Rusia.
Dónde está el problema
El mayor enemigo para la credibilidad de la Sputnik V han sido las propias autoridades rusas. A lo largo de la pandemia de la COVID-19 han dañado su propia reputación científica con afirmaciones de éxito prematuras, exageradas y, en muchos casos, no verificadas.
No se trata de un hecho aislado, ni mucho menos nuevo. Desde la era soviética, Moscú se ha mostrado particularmente proclive a ser muy poco transparente en su información científica. Chernóbil es un triste recordatorio. Y los viejos hábitos no desaparecieron con la extinción de la URSS. Todavía se recuerdan los anuncios de una vacuna contra el VIH/SIDA o una contra el ébola. La primera ni siquiera existe. La segunda nunca se ha administrado fuera de las pruebas de laboratorio. La desconfianza hacia los gobernantes rusos ha jugado en su contra en esta ocasión. Pero no es el único problema.
Falta de rigurosidad científica
La inexactitud en los datos aportados por Rusia sobre la pandemia de laCOVID-19 no se circunscriben únicamente a la Sputnik V. De hecho, desde el comienzo de la crisis generada por el SARS-CoV-2, las autoridades fueron señaladas por dar información maquillada del números de casos, hospitalizaciones y muertes.
Rusia no el único país que subestimó la gravedad de su situación y exageró la velocidad y el éxito de su respuesta. Pero en su caso, se estima que, además de la información errónea basada en factores más benignos como reglas de conteo y error administrativo, la manipulación de los datos por motivos políticos tuvo un papel enorme.
Desde un principio un numeroso grupo de médicos rusos fueron acosados por los cuerpos de seguridad por denuncian la poca atención que se les prestaba a los contagiados con el nuevo coronavirus.
El mayor motivo de incredulidad se produjo el 11 de agosto. Se anunció el éxito de la Sputnik V y el inicio de la producción en masa. Sin embargo, la vacuna apenas entraba en la etapa de ensayos clínicos a gran escala. Ni el proceso estaba cerca de acumular datos importantes. En concreto, no mostraba datos claves de seguridad y eficacia, un requisito para la autorización de uso de emergencia en la mayoría de los países.
Las autoridades rusas se saltaban los requisitos que las vacunas de Pfizer y Moderna tuvieron que pasar para ser aprobadas. Y mientras, decenas de otras candidatas avanzaban en los ensayos para poder optar por la certificación.
Alternativa económica
A pesar del escepticismo, la demanda de Sputnik V ha aumentado. Al principio hubo una fría aceptación en la propia Rusia. La desconfianza era generalizada. Muchas personas dejaron pasar la oportunidad de recibir la vacuna en Moscú. Pero poco ha poco ha ido surgiendo una aceptación más sólida. Unos cuantos países se han inscrito para la compra directa de Sputnik V o para la adquisición de licencias y materiales para su producción. Varios han aprobado autorizaciones de uso de emergencia.
Sin embargo, todavía no está claro si estos acuerdos extranjeros son más atribuibles a la falta de una alternativa asequible, que a un juicio firme de que Sputnik V es confiable, segura e inofensiva. De hecho, las solicitudes provienen de países que son aliados de Rusia o naciones del tercer mundo que no tienen acceso a las costosas dosis de Pfizer o Moderna.
Los países que mostraron interés por la vacuna Sputnik V son Bielorrusia, Serbia, Argentina, Bolivia, Argelia, Palestina, Venezuela, Paraguay, México, Hungría y Turkmenistán. Sin embargo, los problemas siguen.
Crece el escepticismo
Pese a mostrar un interés inicial, el Gobierno de Brasil buscó más datos sobre la Sputnik V antes de considerar su aprobación para uso de emergencia. Los documentos que respaldan la solicitud de la Farmacêutica Nacional SA União Química fueron devueltos a la compañía. No cumplían con los criterios mínimos.
En México, luego de que el presidente Andrés Manuel López Obrador y el mandatario ruso, Vladimir Putin, acordaron el envío de 24 millones de vacunas Sputnik V, la senadora Lilly Téllez señaló que la dosis rusa “solo funciona en papel”.
A través de redes sociales, la legisladora dijo que la vacuna no se ha probado que sirva en la práctica ni está aprobada por la Comunidad Científica Internacional. «Aun así, la aprobará la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios en México. Es la vacuna barata, por eso la eligió el Gobierno”, cuestionó.
A comienzos de enero, el Gobierno de Hungría descartó emplear la Sputnik V. No obstante, en este caso la decisión obedeció a problemas en el suministro y no a dudas sobre su calidad, según el primer ministro Viktor Orbán.
Problemas en Argentina
Sin embargo, donde mayor polémica ha generado el uso de la vacuna Sputnik V es en Argentina. A principios de enero, el Ministerio de Salud notificó 317 eventos adversos posteriores a la aplicación de 32.013 dosis de la vacuna Sputnik V, en los 2 primeros días de la campaña nacional de vacunación.
Dentro de las reacciones sistémicas, se puede presentar un síndrome pseudogripal de corta duración. Está caracterizado por escalofríos, fiebre, artralgia, mialgia, astenia, malestar general, cefalea, náuseas, dispepsia, o disminución del apetito. Las autoridades argentinas desestimaron estos eventos adversos. Destacaron que eran leves y que se presentaron en menos del 1% de los casos.
El camino de la Sputnik V para consolidarse como una alternativa confiable para hacer frente a la COVID-19 ha sido el más accidentando hasta la fecha.
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