Se agota el plazo de dos años establecido por la Unión Europea para reducir la fabricación y distribución de alimentos con grasas trans. A partir del 2 de abril, la industria y el comercio no podrán sobrepasar los 2 gramos por cada 100 gramos de productos alimenticios.
La limitación de este tipo de grasas, perjudicial para la salud, entrará en vigor en las próximas horas en todo el mercado europeo. Algunos países como Dinamarca, Austria, Suiza e Islandia ya cuentan con legislación que obliga a la industria a minimizar la cantidad de este componente.
Hasta ahora, solo existía una normativa europea que restringía la cantidad de ácidos grasos trans en preparados para lactantes y de continuación, que no podían superar el 3% del contenido graso total.
La OMS lleva años alertando los daños de las grasas trans. Sostiene que su producción industrial está en grasas vegetales endurecidas, como la margarina y el ghee. Y suelen estar presentes en bollerías, alimentos fritos o en comida chatarra. Los fabricantes las usan porque tienen un tiempo de conservación más largo que otras grasas. Pero, sin duda, son las menos saludables. Además, estima que cada año la ingesta de grasas trans causa más de 500.000 muertes por enfermedades cardiovasculares. De allí su insistencia en el uso de alternativas para eliminar los ácidos grasos trans.
Al reclamo de la OMS se ha sumado la Fundación Española del Corazón y otras instituciones de salud.
UE limita el uso de grasas trans en mercado comunitario
El uso y comercialización de ácidos grasos insaturados (AGT) está prohibido desde 2018 en Canadá. Una ley incluye a esas sustancias en la lista de contaminantes y otras sustancias adulterantes. Igualmente, Estados Unidos frenó su utilización en 2015 mediante una legislación que determina que este tipo de grasas no son reconocidas como seguras. Ahora se une la UE al imponer barreras a las grasas trans.
Marisa Calle, integrante del Comité de Nutrición de la FEC, explica que los ácidos grasos trans surgen de dos fuentes: una natural y otra artificial o industrial. La fuente natural proviene de los animales rumiantes como la vaca, la oveja o la cabra. «Aproximadamente un 5% del consumo total de ácidos grasos trans que consumimos proviene del consumo de grasa de rumiantes. A través de productos como la mantequilla, crema, nata, leche entera o carne grasa”, explica la profesora de Medicina Preventiva y Salud Pública en la Universidad Complutense de Madrid.
La fuente industrial de ácidos grasos trans ocurre al hidrogenar parcialmente aceites vegetales. “Mediante un proceso de hidrogenación logran mejorar el sabor, la textura y la durabilidad de los alimentos cocinados o elaborados con ellas”, agrega Calle.
Sostiene la experta que “si bien algunos alimentos pueden tener grasa trans de manera natural, esta no es provocada siempre por procesos tecnológicos y se encuentra principalmente en productos procesados”. Resalta que la evidencia científica demuestra que las trans son las peores grasas para la salud cardiovascular. Aumentan los niveles de colesterol “malo” (LDL) y triglicéridos. A la par, disminuyen los niveles de colesterol “bueno” (HDL).
Se ha observado que los ácidos grasos trans aumentan la inflamación. Y los factores inflamatorios tienen un papel importante en el desarrollo de diabetes, aterosclerosis, ruptura de placa y muerte súbita cardíaca. Calle valora de manera muy positiva la entrada en vigor de esta nueva normativa. “Sin duda, redundará en beneficio de la salud de la población”, anotó.
Mantequilla y margarita, el gran debate
En momentos en que la UE pone freno a las grasas trans, vuelven a colocarse en la mesa de debates algunos productos. La mantequilla y la margarina, por ejemplo, mantienen un pugilato que a veces resulta confuso. Algunos exaltan las propiedades de uno sobre el otro, aunque al paladar no pareciera encontrarse mayor diferencia. La Clínica Mayo refiere que la margarina generalmente es mejor para la salud del corazón que la mantequilla.
Afirma que la margarina está hecha de aceites vegetales, por lo que contiene grasas insaturadas «buenas» (grasas poliinsaturadas y monoinsaturadas). Estos tipos de grasas ayudan a reducir el colesterol de lipoproteínas de baja densidad o colesterol «malo» cuando se sustituyen por grasas saturadas. La mantequilla, en cambio, está hecha de grasa animal, por lo que contiene más grasa saturada.
Pero no todas las margarinas se elaboran de igual manera; algunas margarinas contienen grasa trans. En general, cuanto más sólida es la margarina, más grasa trans contiene. Por lo tanto, las margarinas en barra generalmente tienen más grasa trans que las margarinas blandas.
Sugieren los especialistas estar atentos a las indicaciones de los envoltorios de los productos y leer lo que contienen para evitar el consumo de esas grasas y hacer una compra saludable.
Otros usos y aceites
Esta diatriba también alcanza a la llamada ghee. Es un tipo de mantequilla clarificada y, al parecer, posee propiedades beneficiosas para la salud. Como antiinflamatoria, antioxidante, aliada de la salud cardiovascular, previene el cáncer y potencia la salud digestiva e intestinal.
Ghee es una técnica milenaria que ha formado parte de la gastronomía de la India. Reconocida por su delicado sabor.
Asimismo, se puede incluir el aceite de canola. En su momento fue promovido por sus ventajas y recomendado su consumo. Con el tiempo, las cosas se han puesto en su justo lugar. Este aceite contiene grasas monoinsaturadas y poliinsaturadas que resultan benéficas para la salud. Pero, un estudio publicado en Nature en ratones demostró que su ingesta constante elevó el peso corporal y aumentó la deficiencia en la memoria. Y en otros, causó daños en el corazón. Los especialistas sugieren emplear otros aceites, como el de coco.
Por los momentos, corre el tiempo en contra de las grasas trans en el mercado europeo, dada la decisión de la UE.
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