Pondré solo algunos ejemplos. El 19 de junio de 2013, un grupo de encapuchados disparó al edificio del Rectorado de la Universidad Central de Venezuela. Causaron daños en una edificación que forma parte del conjunto que en el año 2000 fue declarado Patrimonio Mundial, Cultural y Natural de la Humanidad por la UNESCO. La agresión les pareció poca cosa. A continuación, interceptaron dos autobuses y una camioneta y los quemaron. Respondieron así a una protesta de profesores que, con el apoyo de alumnos, exigían un aumento de sus míseros salarios.
El 12 de febrero de 2014, Día de la Juventud –proclamado en 1947 en Venezuela–, fue el ataque contra la protesta pacífica de los estudiantes que terminó con 3 asesinatos y 23 heridos. Nadie debe olvidar que el ataque ocurrió en el contexto de una abusiva y desproporcionada movilización militar y policial.
Ninguna de las dos fuerzas hizo nada para impedir los asesinatos de Juan Montoya, Bassil Da Costa y Robert Redman. Sobre ese momento, por fortuna, hay una documentación amplísima videos, fotografías, testimonios que no dejan lugar a dudas. Se trató de una operación en la que las bandas criminales del gobierno actuaron amparadas por los organismos de seguridad del Estado.
Con la sociedad todavía en shock, el 20 de marzo del 2014, dos grupos paramilitares atacaron a los estudiantes de la Facultad de Arquitectura de la UCV que participaban en una asamblea. Los golpearon brutalmente con tubos. Los robaron a todos. Dinero, móviles, documentos personales y hasta los medicamentos que portaban algunos. Varios fueron obligados a desnudarse, entre ellos, a una estudiante a la que cometieron a actos lascivos.
Al terminar la faena, los paramilitares recorrieron la universidad exhibiendo sus armas y persiguiendo a los transeúntes. Además, y este episodio no puede perderse vista, con pintura en spray, pintaron la frase ‘Chávez vive’ en las paredes. Días después, el 3 de abril, el mismo grupo volvió a las instalaciones de la UCV en horas de la noche y disparó contra las luces que encontraron a su paso. Cumplían con el plan de apagar la vida universitaria.
Uno de los hechos más atroces ocurridos en la Venezuela de chavismo-madurismo es la muerte por hambre de profesores universitarios
Más ejemplos. El 28 de abril de 2016, mientras grupos de estudiantes realizaban una recolección de firmas, los motorizados armados volvieron exhibiendo fusiles y pistolas. En julio, aparecieron otra vez, en esta ocasión con un megáfono con el que amplificaban insultos y frases como “socialismo o muerte”. Estas demostraciones de intimidación, amenazas o ejercicio de la violencia continuaron en 2017 y 2018. Son decenas los casos.
En abril de 2019 aparecieron mensajes amenazantes en las paredes contra profesores y dirigentes estudiantiles. Con pintura roja, al lado del nombre del amenazado, escribían la frase: “Vamos por ti”. Estos hechos se reprodujeron en Maracaibo, Mérida, Valencia, Margarita y Cumaná, en contra de estudiantes y profesores de la Universidad del Zulia, Universidad de los Andes, Universidad de Margarita y la Universidad de Oriente. En Internet hay sobrecogedoras fotografías de casas que fueron marcadas con distintos símbolos, tal como los nazis hacían con los judíos en la Alemania de Hitler.
Es evidente, como revela el análisis de los hechos y del modo de operar, que estas prácticas de intimidación, amedrentamiento, destrucción patrimonial y brutal ejercicio de violencia psicológica y física, no constituyen hechos aislados. Son parte de una planificación cuyo propósito principal es el sometimiento de la UCV y del resto de las universidades del país. Para la vocación totalitaria del narcorrégimen, el paradigma de la Autonomía es simplemente insoportable.
Un capítulo que no puedo omitir en el contexto de este artículo es la destrucción patrimonial de la Universidad de Oriente, cuyas sedes en los estados Sucre, Monagas, Bolívar, Nueva Esparta y Anzoátegui, han sido blanco de actos extremos de vandalismo, quema de instalaciones y bibliotecas. Han robado equipos de aire acondicionado, computadoras, materiales e instrumentos de varios laboratorios, televisores, proyectores y un sinfín de cosas, que incluyen elementos de la propia infraestructura como pasamanos, rejas, grifería, tableros eléctricos, tuberías y todo lo que cabe imaginar. Lo que queda es el paisaje que deja una guerra: destrucción, donde antes había una vida constructiva.
De forma simultánea, por más de dos décadas, la Universidad Central de Venezuela ha sido sometida a un asedio administrativo y financiero. Se la ha empobrecido, al extremo de convertir la profesión del docente universitario, en una práctica de indigencia. Uno de los hechos más atroces ocurridos en la Venezuela de chavismo-madurismo es la muerte por hambre de profesores universitarios. Hay que añadir que las consecuencias sobre la infraestructura son igualmente graves y dolorosas.
También, y esto no puede omitirse, hay que tomar nota de los ataques legales: haciendo uso del ilegítimo, ilegal y fraudulento tribunal del régimen se han tomado decisiones que solo tienen el propósito de afectar el funcionamiento y la institucionalidad de la UCV y el resto de las universidades.
Que Maduro escoja la noche para entrar a Ciudad y dar un breve paseíllo, no solo pone en evidencia lo que no puede. Su imposibilidad de visitar la UCV a plena luz del día, previo anuncio y sin una comitiva de guardaespaldas. También revela el carácter siniestro, perverso de su política: arruinar la universidad, pasearse sobre
Es el método CLAP –conducir a una sociedad a un estado de hambre, para luego ofrecerle bolsas de comida, de mala calidad, a punto de vencimiento o podrida–, pero esta vez aplicada a una de las más importantes y longevas instituciones del país: la UCV que, justamente, cumple 300 años en 2021.