Existe el tráfico de seres humanos, la trata y la violencia sexual porque miramos hacia otro lado cada vez que lo podemos evitar
Quico García Fernández
Una de las características más llamativas de este siglo es que tenemos más información que nunca. Aunque esto no está consiguiendo que tengamos suficiente perspectiva. A veces, tenemos la información y, sin embargo, no vivimos sobre la consciencia de lo que sabemos, sino con arreglo a nuestras costumbres y deseos, sin pensar en los demás.
Pasamos los días tan ensimismados en nuestra vida que no podemos pararnos a pensar en temas que atañen a todos, pero hay asuntos que no podemos obviar de ninguna manera. Al faltarnos perspectiva o consciencia global, no pensamos en los temas con la claridad que merecen.
La trata de personas tiene las mismas vías logísticas y económicas que el resto del mundo ilegal. Esas personas van en camiones y barcos usados para la droga o las armas. Se venden paquetes ilegales de armas y drogas en los que las personas son tratadas como mercancía.
Los que venden drogas necesitan armas para defenderse de otras mafias y de las fuerzas de seguridad de los países donde trafican y mercadean. Esa vida de drogas y armas, sin moral ni amor por la humanidad, necesita de mujeres para apaciguar el resto de los instintos que ellos mismos no controlan.
No somos conscientes de que la trata de humanos se financia con el dinero que se paga al margen de los cauces legales de la sociedad.
Cuando se compra marihuana en una esquina, estamos metiendo dinero en las vías logísticas y económicas de la trata de personas. No es la intención del comprador… pero es la realidad de ese mercado violento y corruptor. Todos amamos a alguna mujer o niña que podría desaparecer de nuestra vida para ser “usada” en otro punto del mundo.
El viaje de esa niña lo paga ese sistema económico asocial, va en ese camión con drogas, armas y animales exóticos. Lo conducen los mismos hombres y mujeres. Lo pasan por las aduanas y los puertos los que manipulan desde esa misma inmoralidad.
Y cuando eres responsable socialmente, si ves el mundo con perspectiva, te das cuenta de que si tomas determinadas acciones estás formando parte de ese sistema y actuando a favor de ese drama.
En ningún caso diría que el negocio milmillonario de la trata de humanos es culpa de un chico de 15 años que compra marihuana o cocaína con sus amigos. Lo que tenemos que pensar es que sin los millones de personas que hacen ese tipo de compras, la trata no sería posible de la misma manera ni en la misma magnitud.
Incluso podríamos hacerla desaparecer si sumamos todos. La idea es que todos tenemos que ser conscientes porque ese es nuestro auténtico valor en este problema.
Mucho más que tu valor económico, tu salud, tus amigos o tus contactos, el valor que va a hacer que tú puedas aportarle al mundo es la consciencia como valor en sí mismo. Desde esa consciencia vas a poder aportar todos esos otros valores que tienes. Pondrás al servicio del mundo todo aquello que es tu habilidad y está en tus haberes.
No obstante, primero tienes que ser consciente. Si no, en ningún momento esas capacidades van a ir encaminadas a un aporte social útil. Sin consciencia, habrá un aporte difuso y sin dirección que no nos va llevar a solventar un problema social tan durísimo como el que hoy nos atañe.
«Hay una palabra en japonés que hace referencia a la manera que tenemos de comportarnos cuando nadie está mirando. Cuando solo tú te estás mirando. Y esto te propongo hoy. Que te comportes todo el tiempo como si te estuvieran mirando, para que el mundo tenga tu mejor versión toda tu vida».
Imagina por un momento que las personas, todas las personas, vieran el mundo desde arriba y se dieran cuenta de que tirar un papel al suelo genera un efecto nocivo cercano y otro más lejano con repercusiones que escapan a su control.
Que lo único que pueden hacer es no tirar ese papel al suelo. Que lo que pueden controlar es su actitud y lo que hacen en el mundo. Que así es como va a mejorar o empeorar el mundo de una manera clara: cuando tengamos claridad sobre la dinámica del mundo.
La UNODC (Unidad de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito) estima que 2,5 millones de personas en el mundo son víctimas de la trata de humanos, pero que por cada persona identificada hay 20 más sin identificar. No se trata pues de un problema de unos cuantos o que nos quede lejos a todos.
Este mercado ilícito se estima que mueve 32 billones de dólares. Por citar solo un dato, de las víctimas de trata de personas identificadas desde 2006 en países de América Latina, el 66% son mujeres, el 13% niñas, el 12% hombres y el 9% niños. Y los principales países de destino para la explotación sexual de víctimas de la trata que provienen de Suramérica son España, Italia, Portugal, Francia, Países Bajos, Alemania, Austria y Suiza.
Estos datos hablan de un camino de desaparición de un ser humano de su ambiente familiar para aparecer en otro lugar del mundo. Tristemente hay más caminos que comienzan en África o en Asia.
Aunque en estos caminos el inicio puede ser muy distinto, el denominador común es que siempre terminan en los países que tienen el dinero, en países del primer mundo donde hay dinero para comprar, incluso, a una persona. Así una persona que tenía una vida propia acaba a merced de otra persona que está rota moralmente.
En mi mente, como en la tuya, aparecen preguntas que no podemos responder desde la cordura: ¿qué le pasa a alguien para comprar a otro ser humano?, ¿qué tipo de persona se dedica a vender seres humanos?, ¿qué le ha ocurrido a alguien en su infancia para estar tan roto emocionalmente que puede desvincularse de otro ser humano hasta ese punto?
Sin embargo, no entender esta situación o a sus artífices no complica nuestra capacidad de actuación a través de ser conscientes y actuar conscientemente.
Leer artículos como este, suscribirte a revistas como esta, promocionar proyectos que tengan líneas de trabajo donde la moralidad sea el norte. Hablar del tema en profundidad con personas de nuestro entorno mejora su consciencia y su aporte a la sociedad. Proponerles esos mismos artículos o proyectos a nuestras familias, construye una sociedad más madura y consciente y esto comienza en ti. Ni que decir tiene que la educación de las siguientes generaciones es clave para acabar con esta horrible lacra.
Aunque puede parecer difícil cambiar un negocio tan grande, nosotros tenemos la fuerza. Cada esfuerzo cuenta, sobre todo para los que estamos en el primer mundo. Somos nosotros como sociedad primermundista sin consciencia la que compra a esas personas, son nuestros congéneres, aunque nosotros no lo sepamos.
Es curioso pensar en la consciencia como en un cuchillo afilado con el que proteger a millones de personas, pero imagina cómo esa navaja corta los lazos económicos y logísticos del negocio de la trata, cómo se hunde en la mente de las personas para eliminar la indulgencia social que hay con esas ilegalidades que son toleradas por parte de la sociedad.
Si dejamos de aceptar las drogas denominadas “blandas”, o ya no nos permitimos los mercados de animales protegidos, aunque sean tan bonitos, o si comenzamos a pagar impuestos en aquellas situaciones en las que sabemos que no nos van a pillar, entonces la sociedad estará dando pasos hacia un modelo donde la trata de seres humanos estaría muy desahuciada.
No habría personas que se pudieran aprovechar de algo así. No habría espacio en la sociedad para esos movimientos por barco ni por carretera. Esas vías las habría cortado una consciencia social afilada que curaría nuestra sociedad como haría un bisturí.
Hay una palabra en japonés que hace referencia a la manera que tenemos de comportarnos cuando nadie está mirando. Cuando solo tú te estás mirando. Te propongo:
- Que te comportes todo el tiempo como si te estuvieran mirando, para que el mundo tenga tu mejor versión toda tu vida.
- Que puedas vivir feliz sin la culpa de haber aportado algo a la desaparición de una persona a la que amas tú o es amada por alguien.
- Que hayas aportado a la consciencia de tus amigos y familia y vayamos haciendo mella en un negocio que, simplemente, no debería haber nacido nunca.
Quico García Fernández, conferenciante, coaching, mentor y consultor