Si Almudena Negro y Jorge Vilches se conjuran para escribir un libro y, además, la obra lleva por título La tentación totalitaria (Almuzara), todo puede ocurrir y previsiblemente nada malo. Además, cuando Jorge dedica su aportación en el ensayo a su madre «el día que siendo muy niño y tirando de un bolsillo vacío, se metió en una librería», me hace recordar también mi infancia; en este caso, de la mano de mi abuela y su monedero despellejado contando monedas para comprar mis primeros libros. Ella no sabía leer ni escribir apenas. Tampoco era consciente del monstruo lineal que estaba fabricando con aquel consumo de papel no higiénico en una librería de Jaca.
Se podrá estar de acuerdo con ellos o no, pero el libro es una verdadera tentación, más total que totalitaria. Desde una versión liberal de la realidad, invocan los riesgos del posible establecimiento de un sistema iliberal con apariencia de democracia orgánica. Para los autores, el Gobierno ha hallado una oportunidad para perpetuar su antipolítica en un momento de crisis sin precedentes. De este modo, acuñan una nueva doctrina política basada en nuevos valores que vierten en un sistema de normas orientadas, bajo la excusa de la excepcionalidad, a configurar un orden nuevo de valores y relaciones que dejan atrás la libertad y la autonomía de los particulares.
Los Reales Decretos leyes y el estado de alarma han sido la coartada perfecta para romper los equilibrios tradicionales de la propiedad en España, del empleo o de las operaciones civiles y mercantiles tales como la compraventa o el arrendamiento. Y en ese estado de alarma que personalmente predije en alguna tribuna que corría el riesgo de convertirse en una alarma de Estado, lo contingente se ha naturalizado de forma espuria.
La normalización, término que debería sustituir al de nueva normalidad, comporta deberes y privaciones dictadas desde el poder para reproducir sus condiciones de dominación. La normalidad es una forma de naturalidad donde cabe humanizarse incluso desde el desacuerdo, donde la rebeldía es la libertad de pensamiento. En la normalización, se sustituye al sujeto por una estructura de poder que lo reemplaza y lo aniquila, hasta acabar con él. Todo lo que es libertad en la normalidad democrática se convierte en dominación e insidia en la normalización populista.
Para Iglesias, y, por ende, para Sánchez, de acuerdo con los autores, el poder se ha convertido en una tecnología coactiva de imposición de un modelo normalizado de sociedad, en un contexto tradicionalmente comunista de lo que se ha llamado sociedad disciplinaria. De allí que, en palabra de los autores, la mentira se haya convertido en una realidad revolucionaria, el relato en un hecho verídico, el dolor en una mercancía política, los pactos constituyentes han devenido en anacronismos destituyentes, o el Estado un valladar al que dar conquista y colonizar.
La tentación totalitaria es un libro de lectura debida para un liberal en las circunstancias actuales pero también para un iliberal, aunque sea por la tentación humana de conocer al otro. Al que piensa diferente. O al que piensa de modo parecido y no lo sabe. Porque la lectura del libro es una invitación a la reflexión crítica y al pensamiento ilimitado, a la batalla de las ideas, allí donde ahora se llama cultura a hacer la guerra, a vivir en un espacio y tiempo donde la libertad y la igualdad sean predominantes, si no únicos.
Hace un tiempo escribí que hay que volver a habitar un espacio donde la emoción no colapse la cordura, donde la dignidad del hombre no ceda ante la intolerancia de las utopías populistas, donde la arrogancia de los césares y de los narcisistas esté prohibida, donde el pacto social y la fe en el progreso humano sigan presentes, donde el esfuerzo y la capacidad no se penalicen por la necedad de los mediocres, donde la lucha contra el miedo sea la lucha por la libertad, donde la moderación y los equilibrios triunfen frente a la rebelión de los intolerantes, donde exista la propiedad frente a aquellos que todavía viven en la comuna de los otros, donde se reconozca la diversidad y donde la igualdad sea de oportunidades y nunca de resultados, donde la privacidad siga siendo un valor frente a los apóstoles de la deshumanización tecnológica y de la mutación digital, donde el relativismo no exista porque perduren valores íntegros y absolutos, donde el paradigma del gobierno limitado haya vencido a la pretensión totalitaria de los nuevos adanes de la política, donde la banalidad intelectual del nuevo redentorismo haya sido derrotada por el pluralismo de las ideas y de la razón, donde la libertad no se negocie sino que se defienda a ultranza, donde el reconocimiento del otro no sea más que un avance en la consolidación de una realidad cooperativa básica para vivir en comunidad, donde el arbitrismo haya sido sofocado por el antideterminismo. En definitiva, vivir en un espacio y tiempo donde la tentación de la resignación no exista.
De todo esto, y de mucho más, habla, porque habla, este libro. Un libro que se empezó a escribir inconscientemente hace mucho tiempo, cuando Almudena jugaba con su padre en casa y cuando Jorge cometió la fechoría de engatusar a Begoña, su madre, para que le comprara un libro. El primero de muchas lecturas necesarias e innecesarias, pero al fin y al cabo, lecturas. Tentaciones irresistibles.
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