El escritor estadounidense Nicholas Carr ha publicado varios libros y artículos sobre tecnología, negocios y cultura. Sus ideas sobre la tecnología de la información, su área de experticia, nunca han sido completamente valoradas por la industria. Ha llegado a tener problemas hasta con las grandes empresas como Microsoft, Intel y Hewlett-Packard.
Carr se hizo famoso en 2003 por su artículo «No importa», en el que argumenta que la importancia estratégica de las tecnologías de la información en los negocios ha disminuido conforme se han convertido en tecnologías familiares, estandarizadas y más baratas. En 2004 y 2005 publicó otros textos aún más controvertidos en los que aseguraba que en el futuro las compañías comprarán tecnologías de la información como un servicio proporcionado por proveedores externos.
Pero fue en 2008 cuando Carr escribió en un artículo una de las frases más polémicas de su carrera: «¿Nos está volviendo Google más estúpidos?». Su argumento fue que el Internet puede tener efectos perjudiciales en el pensamiento, y dañan la capacidad de concentración y contemplación. A partir de ese momento se convirtió en uno de los principales críticos del Internet.
Ahora, una década después el famoso escritor considera que predijo muchas de las cosas que hoy en día suceden en Internet. Cuando escribió su best seller explicó las consecuencias que tendría el Internet en nuestra capacidad de concentración, memoria y procesamiento de la información, pero a pesar de ser un éxito en ventas, pocos lo tomaron en serio. Muchos lo tildaron de «exagerado» y no se habló más del tema.
Antes y después del Internet
Para Carr, el Internet marcaría un antes y después, y en definitiva lo hizo. Actualmente existen muchos estudios e investigaciones que respaldan lo que él dijo en su momento. De hecho, los efectos perjudiciales de la tecnología en nuestra capacidad mental son incluso mayores de los que el escritor pronosticó.
Después de 10 años, Carr sigue confiando en su intelecto. Dice que cuando las personas tenemos cerca el móvil nuestra capacidad para resolver problemas, concentrarnos e incluso tener conversaciones profundas disminuye. Y es que nos olvidamos de lo que nos rodea, solo nos enfocamos en lo que está pasando en el teléfono. Nos ofrece tanta información que hasta cuando no lo usamos o lo tenemos apagado estamos pensando en eso.
Sobre las repercusiones que podría tener el uso constante de estos aparatos electrónicos, dice que al robarse nuestra atención pensamos más deficientemente sobre otras cosas. Si el cerebro humano no practica pensar mucho, se va adaptando hasta llegar a un momento en que se acostumbra a no hacerlo.
Demasiada información para un cerebro
Como todos sabemos, el Internet es una herramienta muy práctica. La globalización ha hecho que nos comuniquemos con quien tenemos lejos, pero también nos aleja de quienes están cerca. Es tanta la información que nos proporciona el Internet que debilita nuestra capacidad de prestar atención.
Las nuevas generaciones no son como las de antes, y no en el mal sentido, sino que consumen tanta información que saben sobre muchas cosas, pero no tanto sobre cada una de ellas. No profundizan en los temas. Es un conocimiento muy superficial. Hay mucha información disponible.
Para Carr, las constantes notificaciones, alertas, sonidos, contenido multimedia y en general toda la tecnología nos interrumpe y nos distrae constantemente. Eso hace que perdamos nuestra capacidad de implicarnos en las formas más elevadas de pensamiento que tenemos disponibles los seres humanos.
Somos más conscientes, pero no hacemos nada al respecto
¿Lo único «bueno»? Nos estamos volviendo más conscientes sobre el tiempo que le dedicamos a las redes sociales y a consumir información en Internet. La tecnología está cambiando cómo pensamos y eso está haciendo que nos resulte mucho más difícil concentrarnos. Para 2010 nadie estaba al tanto de ello, era otra época, disfrutábamos del Internet porque no sabíamos cuánto daño nos haría, ni que se haría tan inmenso.
Pero como todo lo bueno siempre hay cosas malas. El escritor dice que lo más difícil es que aún no hemos hecho nada para cambiar nuestro comportamiento, y eso es crucial. «Nos quejamos de los efectos de internet y de las redes sociales, pero nos resulta muy difícil reducir nuestra dependencia», asegura.
¿De verdad Google nos hace más estúpidos?
Google es una herramienta que nos proporciona demasiada información en pocos segundos. Eso nos ayuda a ser más inteligentes, a investigar más y más rápido, a encontrar justamente lo que buscamos en un momento determinado. Sin embargo, Carr considera que a la larga Google y otras herramientas parecidas nos hacen más dependientes de ellas, así que nos quedamos ahí, no buscamos más, no queremos una segunda opinión. Eso limita nuestra capacidad de profundizar.
Diversos estudios han concluido que los nativos digitales tienen un coeficiente intelectual más bajo que el de sus padres. El escritor está de acuerdo con eso, sin embargo, dice que de nuevo, como en 2010, hay que esperar para sacar más conclusiones.
Desde que llegó el Internet todos pensábamos que eso nos ayudaría a ser más inteligentes, pero los estudios revelan lo contrario. Estamos yendo hacia otra dirección. Estamos mucho más limitados que antes por la tecnología.
Las redes sociales son emocionales y exageradas
La mayor parte del tiempo que pasamos en Internet lo dedicamos a las redes sociales. Por su facilidad y versatilidad hasta consumimos información a través de ellas. El autor revela que las redes sociales no fueron diseñadas para eso, sino para entretenernos.
Al buscar informarnos por las redes sociales cometemos un error, nos quedamos solo con lo primero que leemos, con los titulares y fragmentos de noticias, que la mayoría de las veces están hechos para generar un clic o una visita. Por lo tanto no son del todo confiables.
Gracias a las redes sociales vivimos en una sociedad más polarizada. Con su llegada lo que ha ocurrido es que el suministro de información ha sido controlado por las grandes tecnológicas. Estamos consumiendo justamente lo que ellas quieren que consumamos. Ellos saben exactamente qué darnos para que sigamos ahí.
La pandemia nos ha hecho más dependientes de la tecnología
Desde hace un año fuimos obligados a trabajar, ir a la escuela, socializar y hacer absolutamente todo desde casa. La tecnología nos ha ayudado a llevar a cabo todas nuestras tareas. Sin ella sería mucho más complicado, estaríamos aún más aislados.
Carr está de acuerdo con usar la tecnología con este fin. Que nos apoye, que nos ayude a acortar distancias, usarla de manera inteligente para estudiar, trabajar y socializar sin tener que estar presentes físicamente. Por este lado debemos estar agradecidos, pero por otro la situación nos ha vuelto aún más dependientes de la tecnología.
Antes de marzo de 2020 ya pasábamos mucho tiempo en Internet. Ahora el porcentaje ha aumentado considerablemente. Todo lo hacemos a través de nuestras pantallas. Para el escritor estadounidense el verdadero reto se encuentra después de que pase la pandemia. Confía en que todo este tiempo desde casa y aislados nos hizo valorar aún más el tiempo en vivo, cara a cara. Y esperaría que eso sea suficiente para que ni siquiera volvamos a la «normalidad» de antes de la pandemia. Sin embargo, y aunque no lo desee, asegura que seguiremos dependiendo de la tecnología, ahora más que nunca.
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