Las redes sociales han transformado la manera en que consumimos información y formamos nuestras opiniones. Su poder ha ido creciendo a medida que ha evolucionado el ecosistema digital. Desde los inicios, cuando se le conocía como Web 1.0, hasta la actualidad ha habido un cambio drástico en el paradigma de cómo los creadores entregan contenido a sus seguidores. La promesa de interactividad en la que el contenido generado por los usuarios no solo era bienvenido, sino también celebrado se diluyó.
La Web 2.0 que para un creador significaba la oportunidad sin precedentes para alcanzar una audiencia global sin la necesidad de intermediarios tradicionales, también se transformó. El crecimiento exponencial de las plataformas y la saturación del contenido llevaron a una inevitable respuesta: la implementación de algoritmos de clasificación.
El cambio inicialmente se vio como positivo, había de filtrar la abrumadora cantidad de contenidos, pero ha tenido efectos profundos en los creadores y audiencias. En lugar de servir como puente, los algoritmos han edificado barreras, priorizando el «engagement» y el tiempo de visualización sobre la calidad y la relevancia del contenido para el usuario individual.
El lenguaje algorítmico es una jerga tan críptica y sofisticada que quien la domina puede desarrollarlos sin rendir cuentas porque la mayoría no lo entiende, así que resulta fácil el abuso. Y este ámbito tecnológico cada vez es un coto más privado del que la ciudadanía queda al margen. Críticos apuntan a que se debe democratizar ese lenguaje para que la ciudadanía puede expresar cómo desearía que fueran esa programación.
Caímos en las redes
En las últimas décadas, influencers, algoritmos y multitudes de las redes sociales han secuestrado el debate público sobre temas trascendentes, desde campañas de vacunación hasta la validez de las elecciones. Algunos propagandistas de las redes sociales tienen cada vez más el poder de dar forma a la opinión pública. Y la única máxima que parece guiar su acción es “si lo haces tendencia, lo conviertes en verdad”.
La situación ha sido exacerbada por la llegada de plataformas como TikTok, que han llevado la personalización del contenido a un nuevo nivel, relegando aún más el concepto del «seguidor» a un segundo plano. Los algoritmos y los influencers están desempeñando un papel determinante en la propagación de propaganda y la distorsión de la realidad.
Los algoritmos de las redes sociales están diseñados para maximizar la participación del usuario. Esto significa que el contenido que vemos está cuidadosamente seleccionado para mantenernos enganchados. Sin embargo, esta selección no siempre se basa en la veracidad o la calidad de la información, sino en su capacidad para generar clics, likes y comentarios.
Este enfoque ha llevado a la creación de cámaras de eco, donde los usuarios son expuestos repetidamente a información que refuerza sus creencias preexistentes. Esto no solo polariza a la sociedad, sino que también facilita la difusión de desinformación y propaganda por vía de influencers. Los algoritmos priorizan el contenido que es popular o que tiene el potencial de volverse viral, independientemente de su precisión.
Propaganda y publicidad
Los influencers, con su capacidad para llegar a grandes audiencias, se han convertido en herramientas poderosas para el marketing y la propaganda. Su influencia puede ser utilizada para promover productos, ideas y, en algunos casos, agendas políticas. La autenticidad percibida de estos individuos hace que sus seguidores confíen en ellos sin cuestionar la veracidad de la información que comparten.
Renée DiResta, ex gerente de investigación del Observatorio de Internet de Stanford, en California, considera que los individuos carismáticos con grandes seguidores en línea son los nuevos gobernantes invisibles. En su libro Gobernantes invisibles: las personas que convierten las mentiras en realidad, asegura que el más élite entre ellos posee las habilidades de narración de historias de un ejecutivo de marketing líder, tiene el tamaño de audiencia de un presentador de televisión y, sin embargo, crea la sensación acogedora e íntima de una llamada telefónica con tu mejor amigo.
Señala que también pueden obtener inmensas ganancias fingiendo ser una persona común que está ayudando a su audiencia a “liberarse de los medios de comunicación mentirosos”. Esta dinámica ha sido explotada por actores malintencionados que buscan manipular la opinión pública. Al asociarse con influencers, pueden difundir mensajes de manera más efectiva y con mayor credibilidad que a través de los medios tradicionales.
La mayoría de las veces estos influencers no son celebridades convencionales, sino ciudadanos comunes que hablan de cosas que les interesan. Generalmente no comienzan a vender rumores y desinformación. Pero algunos notan que, una vez que comienzan a hablar sobre un cierto tema controvertido, reciben más participación en las redes sociales. Cuanto más hablan de ello, más personas comparten lo que tienen que decir, liderando algoritmos para recomendar aún más su contenido.
Rumor y desinformación
Las consecuencias de estas espirales de desinformación se pueden sentir en el mundo real. El rumor y su contexto son cualidades morales, emocionales e impactantes que ayudan a que se propaguen. La trinidad de personas influyentes, algoritmos y multitudescrea muchas veces una realidad alternativaque nutre a sus grupos de influencia.
La lógica de las redes sociales, basada en la participación y la popularidad, ha creado un entorno donde lo que es tendencia se percibe como verdad. Esto ha llevado a una situación en la que la información veraz y bien investigada puede ser eclipsada por contenido sensacionalista y engañoso.
La distorsión de la realidad no es solo un problema de percepción individual, sino que tiene implicaciones profundas para la sociedad en su conjunto. La desinformación puede influir en elecciones, políticas públicas y la cohesión social.
El poder de los influencers está en sus seguidores. Expertos destacan que incluso los teóricos de la conspiración tienen millones de seguidores. Los medios de comunicación convencionales no consiguen necesariamente esa cantidad de lectores en un artículo determinado o de espectadores en un contenido concreto. Pero estos nuevos paradigmas de la comunicación son empujados algorítmicamente a tu feed y tienen esa capacidad de responder, de comprometerse de una manera que las marcas de los medios a menudo no tienen.
El influencer necesita ser visto por su audiencia, y tener esa relación con su público es clave, pero eso siempre está mediado a través de lo que el algoritmo va a empujar a la gente, sobre todo a medida que más y más de ese espacio en el feed está determinado no por quién sigues en absoluto, sino por lo que piensa que quieres ver.
Mitigar efectos
Las plataformas de redes sociales como los usuarios deben adoptar un enfoque más crítico y consciente hacia el consumo de información. Las primeras deben mejorar sus algoritmos para priorizar la calidad y veracidad del contenido, mientras que los usuarios deben desarrollar habilidades de alfabetización mediática con el fin de discernir la información fiable de la desinformación, a pesar de que venga de influencers.
Las redes sociales están implementando varias medidas para combatir la propagación de desinformación y la manipulación algorítmica. Por ejemplo, están mejorando sus algoritmos para destacar contenido de fuentes confiables y reducir la visibilidad de información falsa. Además, muchas han comenzado a etiquetar publicaciones que contienen información dudosa o no verificada, especialmente en temas sensibles como las elecciones.
Otra estrategia importante es la colaboración con organizaciones de verificación de datos. Facebook y Google, por ejemplo, trabajan con verificadores de datos para identificar y eliminar desinformación. También están aumentando la transparencia en la publicidad política para permitir a los usuarios ver quién pagó por un anuncio y a quién estaba dirigido. Asimismo, varias plataformas están lanzando iniciativas educativas para ayudar a los usuarios a identificar noticias falsas y consumir información de manera crítica.
TikTok, por ejemplo, ha lanzado campañas para educar a sus usuarios sobre cómo detectar desinformación. Finalmente, las redes sociales están intensificando sus esfuerzos para detectar y eliminar cuentas falsas y bots que se utilizan para difundir desinformación. Estas medidas son pasos importantes hacia la creación de un entorno informativo más saludable y veraz, aunque el desafío sigue siendo significativo y requiere un esfuerzo continuo tanto de las plataformas como de los usuarios.
Desafíos éticos y humanos
Dentro de la discusión sobre la libertad de expresión, la moderación de contenido y la educación digital para hacer frente a esta realidad se sugiere devolver el poder a las personas. Dejar que el público decida cuánta moderación y clasificación algorítmica quiere en sus redes sociales. Otras ideas incluyen enseñar al público sobre las técnicas de propaganda, porque esas técnicas pueden ser utilizadas por cualquier persona.
Discutir el futuro de los algoritmos y las posibles regulaciones que podrían implementarse para mitigar sus efectos negativos es un aspecto importante. Esto puede incluir debates sobre la transparencia algorítmica, la responsabilidad de las plataformas de redes sociales y las políticas públicas necesarias para proteger a los usuarios. La regulación adecuada puede ayudar a crear un entorno informativo más saludable y veraz, que asegure que la verdad no sea una víctima más de la era digital.
El futuro del contenido online y la viabilidad de las carreras creativas dependerán en gran medida de la capacidad para cultivar comunidades de «verdaderos seguidores». Este enfoque se aleja de la maximización de la exposición o la adaptación a los algoritmos, dando prioridad a la construcción de conexiones genuinas y duraderas con aquellos que valoran y apoyan el trabajo creativo.
En esta nueva era, los creadores deben asumir un rol activo como curadores de sus propias carreras. No se trata solo de maximizar la exposición o adaptarse a los caprichos de los algoritmos. Es fomentar conexiones duraderas con aquellos que valoran nuestro trabajo lo suficiente como para apoyarlo de manera continua. El futuro de la era digital no puede estar signado solo por la acumulación de vistas o likes.