Nadie contradijo a Lenin cuando proclamó que el comunismo era el poder de los soviets más la electricidad. No hubo comunismo, ese paraíso en la tierra que todos imaginaban: poco trabajo, mucha educación y cultura, con salud y el descanso adecuado. Hubo fusilamientos, hambrunas programadas, genocidios, gulags, corrupción y ausencia de libertad. Poca electricidad. Todavía Rusia es un país subdesarrollado, pero con poderío nuclear. Y fue en la Unión Soviética donde los científicos relacionaron la electricidad con las enfermedades recurrentes de trabajadores expuestos a altos niveles de campos electromagnéticos.
En 1972 hicieron la advertencia en cuanto a enfermedades cardíacas, alteraciones de la tensión arterial, cefaleas recurrentes, fatiga, estrés y depresión crónica. Antes Nancy Wertheimer y Ed Leeper habían realizado estudios epidemiológicos demoledores. Indicaban hasta tres veces más muertes por cáncer en los niños que vivían cerca de las líneas de alta tensión en Denver, Colorado.
Por supuesto, hubo sonrisas burlonas y escépticas. En la tercera década del siglo XXI son pocos los que aceptan que un niño que viva cerca de tendidos eléctricos de megavoltajes puedan desarrollar leucemia. Incluso, “científicos” con audiencia en los medios de comunicación se niegan a admitir que haya una relación causal. Sobre todo, si están vinculados a los intereses de empresas eléctricas o que su negocio esté conectado a las radiaciones electromagnéticas ionizantes o no ionizantes.
La leucemia aguda en los niños y las líneas eléctricas de alta tensión
En 1997 comenzó la mayor investigación sobre la leucemia infantil y las líneas de alto voltaje. Se analizaron los datos de 29.000 niños en Inglaterra y Gales, incluidos 9.700 que padecía este tipo de cáncer que afecta los glóbulos blancos. Este, al igual que los estudios posteriores, reafirma que vivir a menos de 50 metros de una red de 225 a 400 kV está asociado a una mayor incidencia de leucemia aguda infantil. Sin embargo, no se ha descubierto cómo esas ondas electromagnéticas ionizan átomos y moléculas en el organismo.
La ausencia de datos rigurosos sirve para que, desde la arista de los intereses pecuniarios, se ponga en duda el vínculo entre las radiaciones y las epidemias que brotan en las cercanías de las torres de transmisión. Está comprobado, y lo aplican los organismos reguladores, que si bien la energía de una porción del espectro electromagnético no es capaz de romper uniones atómicas, las radiaciones no ionizantes intensas, de frecuencias bajas, pueden afectar el funcionamiento de las células musculares o nerviosas.
Es real. Afectan a los seres vivos. De ahí que regulen, aunque de manera deficiente, las emisiones de los teléfonos móviles, las antenas de radio y televisión, y de todo lo que genere campos magnéticos. Los fabricantes de teléfonos y las compañías telefónicas y de transmisión de datos deben mantener la intensidad y el ancho de banda dentro de determinados parámetros. Su incumplimiento significas sanciones de diverso tipo, multas y fin de permisos. Es el comportamiento de una sociedad organizada en función del bien común.
Las empresas pueden prestar servicios que utilicen las radiaciones electromagnéticas, pero dentro del rango considerado inocuo para el ambiente, incluidos todos los seres vivos. Esos valores son difíciles de comprobar. No solo los niños que viven a menos de 100 metros de una línea de alta tensión y tienen una tasa de leucemias 2,7 veces mayor que los otros niños, son víctimas o corren riesgos. Adultos y jóvenes expuestos a campos electromagnéticos tienen una mayor posibilidad de sufrir tumores cerebrales. Una conexión ineludible.
Trabajadores del sector eléctrico con cáncer de mama
Desde 1990 epidemiólogos del Fred Hutchinson Cancer Research Center de Seattle, Estados Unidos, han encontrado evidencias entre las exposiciones ocupacionales a campos electromagnéticos y el cáncer de mama en varones. Un estudio de Johns Hopkins University encontró que el cáncer de mama era muy marcado entre los telefonistas jóvenes en Nueva York. Dentro de la misma línea de investigación, el Fred Hutchinson Cancer Research Center determinó que los telefonistas, electricistas y mantenedores de líneas de alta tensión tienen hasta seis veces más riesgo de padecer cáncer de mama. En los trabajadores de radio y comunicaciones el riesgo casi se triplicaba.
Asimismo, un estudio de la Universidad de Carolina del Norte encontró que las mujeres relacionadas con trabajos eléctricos tenían un 38% más de probabilidades de morir por cáncer de mama que otras trabajadoras. Además, la tasa de mortalidad por cáncer de mama era más del doble entre las instaladoras de teléfonos, técnicas de reparaciones y mantenedoras de líneas eléctricas cuando se comparaban con trabajadoras no relacionadas con ocupaciones eléctricas. Pese a las reiteradas evidencias estadísticas, se siguen negando los daños que ocasionan las radiaciones no ionizantes. Se repite la historia del plomo, del DDT, el tabaco, el asbesto, los edulcorantes.
Lo grave es que cada vez las radiaciones se vinculan con más enfermedades. Son desencadenantes de asma y depresión en adultos, pero también de la Enfermedad de Alzheimer, el Síndrome de Muerte Súbita del Lactante y la Esclerosis Lateral Amiotrófica. Las personas que viven a menos de 20 metros de cables de alta tensión tienen 3 veces más posibilidades de padecer asma y 2 veces más de sufrir depresión. También mayores posibilidades de tener enfermedades relacionadas con el sistema inmunitario como alergias, dermatitis de contacto e incluso diabetes.
La duda razonable, el principio de precaución vs las ambiciones pecuniarias
Ante la negativa a tomar medidas preventivas por la ausencia de evidencias científicas concluyentes, los científicos y profesionales de la salud han insistido en establecer medidas generales de prevención. La Comisión Europea, en consonancia, con los avances de la ciencia, cuenta en sus avances de la ciencia y la tecnología lo que denomina el principio de precaución. Extrañamente se ha obviado en la autorización de la tecnología 5G, como también en las decisiones de la FCC, de Estados Unidos, que también tiene una normativa parecida: la duda razonable.
El informe del Consejo Nacional sobre Protección contra la Radiación de Estados Unidos apoya la teoría de que la disminución de la secreción de melatonina por efecto de los campos electromagnéticos sería la causa del aumento de la incidencia de cáncer. Ahí estaría el vínculo, pero ha habido poco interés en ahondar las investigaciones.
La intención que ha prevalecido entre quienes determinan las políticas públicas ha sido la de ocultar. No en balde los lobistas gastan miles de millones de dólares cada año en tratar de influir en las decisiones en función de los intereses de sus clientes. Nunca para proteger la salud y garantizar el bienestar de la población
La resistencia de la burocracia a cumplir sus obligaciones
Quizás el caso más representativo de la obsolescencia interesada es, precisamente, la FCC de Estados Unidos (Comisión Federal de Comunicaciones). en relación con los estudios que fundamentan la mayoría de sus normas sobre las radiaciones de las comunicaciones inalámbricas o no ionizantes. Si con respecto a las cargas electromagnéticas ha habido tanta resistencia para aplicar la duda preventiva, con la telefonía inalámbrica ha sido mayor, sobre todo con la tecnología 5G.
Desde finales del siglo pasado ha habido mucha insistencia en el mundo científico y entre los profesionales de la salud para que la FCC actualice sus normas de radiación generada por las comunicaciones inalámbricas. No pueden reflejar ni ser útiles para supervisar tecnologías que ni siquiera estaban en la imaginación cuando se aprobaron. Contra toda razón y sentido común, se negó aceptar las propuestas, las sugerencias y todo que significara revisar los fundamentos de sus normas a la luz de los adelantos de la ciencia y el conocimiento.
Tiempo para no hacer nada, y que los venza el cansancio
Fue en 2013 cuando la FCC abrió un compás hasta 2019 para recibir alegaciones, propuestas y opiniones sobre si la comisión debía revisar sus parámetros de salud para la radiación de radiofrecuencia emitida por redes inalámbricas, dispositivos e infraestructura de comunicaciones.
Hasta el 4 de diciembre de 2019 la FCC, científicos, asociaciones médicas, organizaciones como Bioinitiative y EMF Scientist, ayuntamientos y padres de niños afectados por las radiaciones enviaron más de 2.000 referencias a los miles de estudios que han determinado los daños de las radiaciones de las radiofrecuencias. Ese día se conoció la decisión de los directivos de la comisión.
En una nota de prensa escueta y simplona comunicó que como “no existe evidencia de que la tecnología inalámbrica cause daño a la salud, consideraba innecesario revisar las pautas de 1996”. Y cerró el capítulo. No proporcionó siquiera una argumentación teórica o un galimatías posmodernista tecno-burocrático. Se limitó a ignorar la evidencia de enfermedades, tampoco defendió la decisión con evidencias y contundencia. Quería pasar agachado, de bajo perfil, tras el manto del papeleo y su presunta incorruptibilidad.
La FCC a juicio por no proteger a la gente
La respuesta de la ciudadanía organizada fue introducir dos demandas ante los tribunales contra la FCC. Una de Environmental Health Trust y Consumers for Safe Cell Phones; y la otra de Children’s Health Defense con otros peticionarios, como la madre de un paciente que murió de un glioblastoma, el tipo tumor cerebral que mató a Beau Biden, el hijo del presidente Joe Biden.
En los escritos manifestaron que ante la abrumadora evidencia que se había presentado a la FCC, y dado que la respuesta de la FCC no evidenciaba que era una decisión tomada de una manera no razonada, consideraban que la Comisión Federal de Comunicaciones había violado la Ley de Procedimientos administrativos y que la decisión de no revisar las pautas de salud de 1996 era caprichosa, arbitraria, abusiva de la discreción y sin fundamento en la evidencia. Y lo más grave, incumplió la ley de telecomunicaciones al no considerar el impacto de su decisión sobre la salud y seguridad de la sociedad estadounidense.
Dos jueces escépticos, demasiadas evidencias y una conducta inexplicable
El lunes 25 de enero pasado cada parte tuvo 10 minutos para presentar oralmente sus argumentos ante la Corte de Apelaciones de Estados Unidos en Washignton DC. Los tres jueces que decidirán el caso son Karen Henderson, Patricia Millett y Robert Wilkins. En el acto, se incorporaron varios alegatos adicionales, entre ellos una declaración de Linda Birenbaum, directora del Instituto Nacional de Servicios Ambientales y de Salud de 2009 a 2019, que indica que se ha establecido la evidencia de los efectos cancerígenos de la tecnología inalámbrica.
En los 440 documentos, que comprende el apéndice de 11.000 folios, se incluyen varios miles de estudios revisados por pares demuestran daños al ADN, daño reproductivo, efectos neurológicos como trastorno por déficit de atención e hiperactividad, enfermedad por radiación, que parece ser la manifestación más extendida de daños por dispositivos inalámbricos. Asimismo, efectos en el cerebro, que incluyen deterioro del flujo sanguíneo y daño a la barrera hematoencefálica, problemas cognitivos y de memoria, efectos sobre el sueño, deficiencia en producción de melatonina y daño mitocondrial. El mecanismo causal del daño: el estrés oxidativo, que puede provocar cáncer, afecciones no cancerosas y daño al ADN.
La FCC ignoró una abrumadora evidencia y contestó con una simpleza
A diferencia de las declaraciones de la industria, los estudios y las evidencias no dejan duda de que los daños tienen una causa: las radiaciones no ionizantes. Los argumentos fueron escuchados por los jueces. Dos de ellos, Robert Wilkins y Patricia Millet, expresaron su escepticismo, su duda, de que la FCC hubiese considerado adecuadamente los efectos para la salud de la emisión de radiación de las torres de telefonía celular y de dispositivos inalámbricos cuando fijó sus pautas. Ignoró las preocupaciones científicas de que los niveles de radiación que se permitían tenían incidencia en el cáncer y otros problemas de salud.
Robert F. Kennedy jr es el fundador de Children’s Health Defense, una organización no gubernamental que trabaja para eliminar las epidemias en los niños, y una de las demandantes de la FCC.
«Los estadounidenses hemos sido mal atendidos por la FCC. Sus pautas de salud tienen décadas de antigüedad y se basan en suposiciones científicas que resultaron falsas. Su fracaso y desprecio por la salud pública es evidente en las condiciones crecientes y generalizadas que involucran daño cerebral, discapacidades del aprendizaje y una serie de síndromes neurológicos complejos. La abrumadora evidencia experimental y humana que la FCC ha ignorado no deja ninguna duda de que la tecnología inalámbrica es un factor importante en estas enfermedades. La FCC ha demostrado que su principal interés es proteger la industria de las telecomunicaciones y maximizar sus ganancias. Su posición es simplemente indefendible».
Una tarea incompleta, «dejar hacer y dejar pasar»
En 2019 el diario estadounidense Chicago Tribune hizo una prueba con los móviles más populares de acuerdo con las pautas de la FCC y encontró sorprendentes resultados: la exposición de radiación de radiofrecuencia del iPhone7 midió por encima de los limites legales de seguridad, y más del doble de lo que reporta Apple a los reguladores federales. Sin embargo, la FCC afirma que si un teléfono ha sido aprobado para su venta nunca excederá el máximo permitido.
En las pruebas que se realizaron en el RF Exposure Lab, en San Marcos, California, se utilizaron once teléfonos nuevos que se compraron para tal fin. Las mediciones se encuadran en tratar de determinar si los móviles son tan seguros para la salud como aseguran los fabricantes y los reguladores gubernamentales. No es posible determinar cuánto daño causan los teléfonos que sobrepasan las radiofrecuencias permitidas, pero el amplio uso de celulares de la población adulta, y sobre todos los jóvenes y niños que han estado expuestos a esas radiaciones por años es una buena razón para determinarlo. Los resultados de la investigación no agregan evidencias sobre el daño, pero si demuestran que los estándares establecidos por la FCC no son los más adecuados para la protección de la ciudadanía. Además, con el agravante de que no se cumplen estrictamente.
Sírvase usted mismo, contrólese usted mismo
Puede resultar muy sospechoso, que el fabricante sea el que elija el laboratorio para realizar las pruebas y que solo uno pase la prueba para tener permiso para vender millones. Un agravante es que las pruebas se realizan a 2,5 cm de separación del cuerpo, como se estableció en 1990, pero en la realidad la gente usa los teléfonos pegados a su cuerpo, con lo cual incrementa su exposición a la radiación. Cuando se mide el potencial de exposición a 2 mm, todos los móviles se excedieron varias veces, uno hasta cinco, los estándares de la FCC.
En 2012, la GAO (la Oficina de Responsabilidad del Gobierno, el brazo de investigación del Congreso) recomendó que la FCC reevaluara el límite de exposición y sus requisitos de prueba. Señaló que como los teléfonos no se midieron pegados al cuerpo las autoridades no podían garantizar que las exposiciones estuvieran por debajo del estándar. Siete años después y habiendo recibido la cantidad de estudios que organizaciones y particulares le enviaron, la agencia insistió en sus trece. Que los estándares protegían suficientemente a las personas y que debían seguirse aplicando sin variaciones. Una respuesta más que testaruda, autoritaria e irresponsable.
Pegados al móvil 24 horas y cavando la tumba
El uso de teléfonos móviles las 24 horas del día representa uno de los cambios culturales más dramáticos en décadas. En 2009, se estimaba que 50 millones de teléfonos inteligentes estaban en uso activo en Estados Unidos Hoy son 285 millones. El 29% ciento de los adolescentes estadounidenses duerme con sus teléfonos celulares en la cama.
Los esfuerzos de seguridad no han ido a la par. Om Gandhi, uno de los primeros investigadores de la radiación de los teléfonos móviles en la Universidad de Utah, dice que la exposición nos acompaña desde la cuna hasta la tumba.
Las ondas de radio que utilizan los teléfonos móviles son una forma de radiación electromagnética, en el mismo rango de frecuencia que utilizan los televisores y los hornos microondas. Este tipo de energía de radiofrecuencia no debe confundirse con la radiación ionizante, como los rayos gamma y los rayos X, que pueden quitar electrones de los átomos y causar daños biológicos graves, incluido el cáncer. Sin embargo, a niveles altos puede calentar el tejido biológico y causar daño. Los ojos y los testículos son especialmente vulnerables porque no disipan el calor rápidamente. En los niños es grande el riesgo de que puedan sufrir otros efectos en la salud, incluido el cáncer y leucemia por la exposición a la radiación de bajo nivel de los teléfonos celulares durante muchos años, potencialmente décadas.
El principio de precaución y la duda razonable, ¿entelequias?
El 2 de febrero de 2020, la Comisión de las Comunidades Europea se pronunció en un documento de 29 folios sobre “el recurso al principio de precaución”, que entre otros objetivos persigue “elaborar una posición común sobre cómo evaluar, valorar, gestionar y comunicar los riesgos que la ciencia no puede evaluar todavía plenamente”. Sobre todo “cuando la evaluación científica preliminar objetiva indica que hay motivos razonables para temer que los efectos potencialmente peligrosos para el medio ambiente y la salud humana, animal o vegetal puedan ser incompatibles con el alto nivel de protección elegido para la Comunidad”.
A pesar del enunciado, y como hemos publicado reiteradamente en Cambio16, en la implantación de la tecnología 5G no se han escuchado las voces de alerta. Simplemente se han despachado, o simplemente obviado, con misma la descalificación que les adosan a los científicos que desde hace 50 años vienen alertando sobre los riegos de las radiaciones no ionizantes. Los llaman “conspiranoicos”, “tierraplanistas”, “maguferes”. En una página web de “divulgación científica” se lee:
Si defiendes pseudociencias como la homeopatía, si atacas las vacunas, si sugieres que el 5G provoca daños y una larga lista de ideas ampliamente difundidas en los medios de comunicación, deberías ser automáticamente catalogado como de persona no leída, no informada, no docta, o quizás, incluso, fanatizada por algún movimiento sectario.
Xataka
Por supuesto, los daños que causan las radiaciones no son tan fáciles de mostrar como cuenta la anécdota que hizo para demostrarle a los sabios de su época como se para un huevo sobre una superficie lisa. Pero, tampoco es muy rigurosamente científico desechar las “sugerencias” de que las 5G no son tan inocuas como supone el redactor del párrafo anterior.
El proyecto europeo REFLEX
Entre febrero de 2000 y mayo de 2004, la Unión Europea financió con la participación de doce centros de investigación europeos de amplio prestigio los efectos de los campos electromagnéticos sobre la salud de países como Alemania, Austria, España, Finlandia, Italia, Francia y Suiza.
Dada las profundas incertidumbres sobre los efectos en humanos, animales y plantas de la exposición a campos electromagnéticos, el proyecto dentro del marco de acción Medio ambiente y salud de la UE investigó las respuestas celulares y subcelulares a la exposición a campos electromagnéticos.
Se observaron efectos genotóxicos y fenotípicos (modificación de la expresión de numerosos genes y proteínas) a niveles de exposición muy reducidos, mientras que los efectos sobre proliferación celular, diferenciación celular y apoptosis resultan mucho menos concluyentes. “Dada la extrema importancia de estos resultados con células in vitro, estos deberán ser considerados por la Organización Mundial de la Salud, la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer y la Comisión Internacional para la Protección contra las Radiaciones No Ionizantes”, concluye el informe.
REFLEX constató que los EMF-ELF:
- producen efectos genotóxicos en cultivos celulares primarios de fibroblastos humanos y otros tipos de células,
- generan roturas en el DNA a niveles inferiores a 35 microtestlas,
- existe una elevada correlación positiva entre intensidad y tiempo de exposición con el incremento de ambos efectos destacados,
- ambos efectos se observaron cuando las células fueron expuestas a EMF-ELF intermitentes;
- los efectos sobre los fibroblastos se incrementaron con la edad y en presencia de defectos de los mecanismos de reparación genética,
- los efectos son diferentes en otros tipos de células examinadas, en particular, los linfocitos de donantes adultos no ofrecen respuesta a la exposición.
- También se observaron aberraciones cromosómicas tras la exposición de fibroblastos humanos a EMF-ELF.
Tan pronto fue publicado el informe, el biólogo Alexander Lerchl, expresidente del Comité de radiaciones no ionizantes de Alemania, comenzó una campaña de acusaciones falsas sobre el proyecto REFLEX. Insistía en que la radiación de los teléfonos móviles no producía tumores. Lerchl fue demandado en 2008 ante un tribunal de Bremen.
Pasaron los años, pero el 11 de diciembre de 2020 se conoció la sentencia del Tribunal Regional Superior Hanseático de Bremen: “Los resultados de REFLEX son correctos”. La OMS descartó la incorporación de Lerchl en una comisión de la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer para la evaluación del potencial cancerígeno de los campos electromagnéticos de alta frecuencia.
Campaña para frenar la 5G en España y en Europa
En páginas web y en las redes sociales está en marcha una campaña para detener la implantación de otra tecnología inalámbrica, la 5G, que multiplicará la exposición a las ondas electromagnéticas, no solo en la Tierra sino desde el espacio con el lanzamiento de 50.000 satélites.
La gran ventaja del 5G más difundida es que se podrá bajar una película en pocos segundos. ¿Valdrá la pena tanta inversión y correr tantos riesgos para descargar una peli que también podríamos obtener a través de la fibra óptica? La electricidad y los soviets eran el comunismo, ¿qué nos traerán los bolcheviques de la 5G?
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