Daniel Christian Wahl /Capítulo del libro Diseñando Culturas Regenerativas
La sostenibilidad por sí sola no es un objetivo adecuado. La palabra sostenibilidad en sí misma es inadecuada porque no nos dice qué es lo que realmente estamos intentando sostener. En 2005, después de pasar dos años trabajando en mi tesis doctoral sobre diseño para la sostenibilidad, empecé a darme cuenta de que lo que realmente estamos intentando sostener es el patrón subyacente de salud, resiliencia y adaptabilidad que mantiene a este planeta en una condición en la que la vida en su totalidad pueda florecer. El diseño para la sostenibilidad es, en última instancia, el diseño para la salud humana y planetaria.
Una cultura humana regenerativa es saludable, resistente y adaptable; se preocupa por el planeta y le importa la vida, consciente de que esta es la manera más efectiva de crear un futuro próspero para toda la humanidad.
El concepto de resiliencia está estrechamente relacionado con la salud, en el sentido en el que describe la habilidad de recuperar funciones básicas vitales y reponerse de cualquier clase de desajuste o crisis.
Cuando buscamos la sostenibilidad desde una perspectiva sistémica estamos intentando sostener el patrón que conecta y fortalece al sistema en su conjunto. La sostenibilidad se refiere principalmente a la salud sistémica y a la resiliencia en diferentes dimensiones, desde la local a la regional y global. Los sistemas complejos pueden enseñarnos que, como participantes de un sistema ecopsicosocial complejo que está sujeto a ciertos límites biofísicos, nuestro objetivo debe ser la participación apropiada, no la predicción y el control.
La mejor manera de aprender a participar de forma apropiada es poner más atención en las relaciones e interacciones sistémicas, aspirar a mantener la resiliencia y la salud del sistema en su totalidad, fomentar la diversidad y las redundancias en múltiples dimensiones, y facilitar la emergencia positiva, atendiendo a la calidad de las conexiones y a los flujos de información en el sistema. Estas ideas constituyen un extracto del libro Diseñando Culturas Regenerativas (Designing Regenerative Cultures, 2016).
Principio de precaución
Una propuesta para guiar una acción inteligente ante una complejidad dinámica y “no saber”, es aplicar el Principio de Precaución como marco que pretende evitar, en la medida de lo posible, acciones que tendrán un efecto negativo en la salud humana y medioambiental en el futuro. Desde la Carta Mundial para la Naturaleza de 1982 de las Naciones Unidas al Protocolo de Montreal sobre Salud de 1987, la Declaración de Río de 1992, el Protocolo de Kioto y Río+20 de 2012, nos hemos comprometido a aplicar el Principio de Precaución.
La Declaración de Compromiso de Wingspread sobre el Principio de Precaución afirma: “Cuando una actividad amenaza con dañar a la salud humana o al medio ambiente se deben tomar medidas de precaución, incluso si algunas de las relaciones causa-efecto no están totalmente establecidas científicamente” (Declaración de Wingspread, 1998). El principio pone la carga de la prueba de que cierta acción no es dañina en aquellos que proponen y ejecutan la acción, sin embargo la práctica general continúa permitiendo que sigan sin control todas las acciones que (¡todavía!) no se ha probado que tengan efectos dañinos potenciales. En pocas palabras, el Principio de Precaución se puede resumir de esta manera: sé precavido ante la incertidumbre. Esto es lo que no estamos haciendo.
Aunque la ONU y muchos gobiernos nacionales han considerado reiteradamente que el Principio de Precaución es una manera sensata de orientar las acciones, el día a día muestra que es muy difícil de implementar, ya que siempre existirá cierto grado de incertidumbre. El Principio de Precaución podría detener potencialmente la innovación sostenible y bloquear nuevas tecnologías que puedan ser beneficiosas sobre la base de que no se puede probar con certeza que estas tecnologías no producirán efectos secundarios inesperados en el futuro, que puedan ser perjudiciales para la salud humana y medioambiental.
Pretender diseñar para una salud sistémica puede que no nos salve de efectos secundarios inesperados y de la incertidumbre, pero ofrece un camino de prueba y error hacia una cultura regenerativa. Necesitamos urgentemente un juramento hipocrático para el diseño, la tecnología y la planificación: ¡No hagas ningún daño! Para hacer este imperativo ético operativo necesitamos una intención salutogénica (generadora de salud) detrás de todo diseño, tecnología y planificación: necesitamos diseñar para la salud humana, de los ecosistemas y del planeta. De esta manera, podremos transitar del insostenible “más de lo mismo” hacia innovaciones restauradoras y regenerativas que apoyen la transición hacia una cultura regenerativa.
Hagámonos la siguiente pregunta: ¿cómo creamos diseño, tecnología, planificación y decisiones políticas que permitan la salud humana, comunitaria y medioambiental? Necesitamos responder al hecho de que la actividad humana durante los últimos siglos y milenios ha dañado el funcionamiento sano de los ecosistemas. La disponibilidad de recursos está disminuyendo por todo el mundo, mientras que la demanda aumenta a la vez que la población humana continua expandiéndose y continuamos erosionando el funcionamiento de ecosistemas debido a diseños irresponsables y estilos de vida consumistas.
Si afrontamos el reto de disminuir la demanda y el consumo a nivel mundial mientras reponemos recursos a través del diseño y la tecnología regenerativa, tendremos una oportunidad de salir del ojo del huracán y crear una civilización humana regenerativa.
Este cambio implicará una transformación de los recursos naturales base de nuestra civilización, alejándonos de los combustibles fósiles y dirigiéndonos hacia recursos biológicos regenerados de manera renovable, junto a un aumento radical de reciclado y productividad de recursos.
Según Bill Reed, “en lugar de dañar menos el medioambiente, es necesario aprender cómo podemos participar de ese medioambiente –usar la salud de los sistemas ecológicos como base para el diseño. […] El salto significativo que tiene que dar nuestra cultura es cambiar de una visión del mundo fragmentada a un modelo mental de sistemas en su totalidad –encuadrar y entender las interrelaciones de los sistemas vivos de una manera de alcanzar este entendimiento. […] Nuestro papel, como diseñadores y depositarios es cambiar nuestra relación actual a una que cree un sistema completo de relaciones mutuamente beneficiosas”.
Bill Reed nombró al “pensamiento de sistemas completos” y al “pensamiento de sistemas vivos” como la base de un cambio hacia el modelo mental que necesitamos para crear una cultura regenerativa. Estos cambios de perspectiva necesarios van parejos a una reformulación radical de lo que entendemos por sostenibilidad:
“La sostenibilidad es una progresión hacia la consciencia funcional de que todas las cosas están conectadas; que los sistemas comerciales, de construcción, sociales, geológicos y naturales son realmente un solo sistema integrado de relaciones; que esos sistemas son coparticipantes en la evolución de la vida”.
Una vez realicemos este cambio de perspectiva entenderemos la vida como “un proceso completo de continua evolución hacia unas relaciones más ricas, diversas y mutualmente beneficiosas”. Crear sistemas regenerativos no es simplemente un cambio técnico, económico, ecológico o social: tiene que ir de la mano con un cambio subyacente en la manera de pensar sobre nosotros mismos, con los demás y con la vida en su conjunto.
El objetivo de crear culturas regenerativas trasciende e incluye a la sostenibilidad. El diseño restaurador pretende restaurar la autorregulación sana de los ecosistemas locales, y el diseño reconciliador va más allá haciendo explícita la intervención anticipatoria de la humanidad en los procesos de la vida y en la unión de la naturaleza y la cultura.
El diseño regenerativo crea culturas regenerativas capaces de aprender y transformarse continuamente en respuesta y anticiparse a cambios inevitables. Las culturas regenerativas salvaguardan y cultivan la abundancia biocultural para las generaciones humanas futuras y para la vida en su totalidad.
La “historia de separación” está alcanzando los límites de su utilidad y los efectos negativos de su visión del mundo, y el comportamiento resultante asociado, están comenzando a afectar a la vida en su totalidad. Al habernos convertido en una amenaza para la salud planetaria estamos aprendiendo a redescubrir nuestra relación íntima con toda forma de vida. La visión del Bill Reed de los sistemas regenerativos para una salud sistémica está en la misma línea que el trabajo pionero de gente como Patrick Geddes, Aldo Leopold, Lewis Mumford, Buckminster Fuller, Ian McHarg, E. F. Schumacher, John Todd, John Tillman Lyle, David Orr, Bill Mollison, David Holmgren y muchos otros que han explorado el diseño en el contexto de la salud para el sistema en su conjunto.
Está surgiendo una nueva narrativa cultural capaz de concebir y conformar una verdadera cultura regenerativa humana. Todavía no sabemos todos los detalles sobre cómo se manifestará esta cultura. Tampoco conocemos cómo podremos pasar de la actual situación del “mundo en crisis” a ese futuro próspero de una cultura regenerativa. Sin embargo, aspectos de este futuro ya están con nosotros.
Utilizando el lenguaje de “vieja historia” y “nueva historia” corremos el peligro de pensar en esta transformación cultural como la sustitución de la vieja historia por una historia nueva. Esa separación entre contrarios es en sí misma parte de la “narrativa de separación” de la “vieja historia”. La “nueva historia” no es una negación completa de la visión del mundo dominante actual. Incluye esta perspectiva pero deja de considerarla la única perspectiva, abriéndose a la validez y necesidad de múltiples maneras de conocimiento.
Aceptar la incertidumbre y la ambigüedad nos hace valorar múltiples perspectivas sobre nuestra participación adecuada en la complejidad. Estas son perspectivas que dan valor y validez no solo a la “vieja historia” de la separación, sino también a la “historia antigua” de unidad con la Tierra y el cosmos. Estas son perspectivas que pueden ayudarnos a encontrar un camino regenerativo para ser seres humanos en profunda relación, reciprocidad y comunión con la vida en su conjunto, adquiriendo la conciencia de ser cocreadores de la “nueva historia” de la humanidad.
Nuestra impaciencia y urgencia en obtener soluciones demasiado rápido es comprensible viendo el creciente sufrimiento individual, colectivo, social, cultural y ecológico, pero esta tendencia de favorecer respuestas en lugar de profundizar en las preguntas es en sí misma parte de la vieja historia de separación.
El arte de la innovación cultural transformativa se trata, en gran medida, de hacer las paces con “no saber” y profundizar más en las cuestiones, asegurándonos que estamos haciendo las preguntas correctas, poniendo atención en nuestras relaciones y en cómo todos podemos sacar adelante un mundo no solo por lo que hacemos, sino por la calidad de nuestro ser. La cultura regenerativa surgirá de encontrar y vivir nuevas maneras de relacionarnos con nosotros mismos, con la comunidad y con la vida en su conjunto.
La base para la creación de culturas regenerativas es una invitación a vivir todas estas cuestiones juntos.
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