Uno de los sentimientos que ha experimentado millones de personas en la pandemia de coronavirus es la soledad. En los esfuerzos combinados para mantenerse a salvo y salvar vidas, se ha puesto en pausa la forma habitual de ver a la familia, los amigos o, simplemente, las caras conocidas.
Es normal que, en algún momento, las personas se sientan solas. Estos sentimientos a corto plazo no deberían dañar la salud mental. Sin embargo, cuanto más dura la pandemia, más duraderos se pueden volver estos sentimientos. La soledad a largo plazo se asocia con un mayor riesgo de problemas de salud mental, como depresión, ansiedad y estrés. El impacto de la soledad a largo plazo en la salud mental puede ser difícil de manejar.
Obstáculos que acrecientan la soledad
En estos momentos las personas se hallan en un espacio lleno de tensión y desesperados por conectarse. Pero no pueden hacerlo por su propio bien y el de los demás. A esta ecuación hay que agregarle las máscaras, lo que dificulta la «lectura» de las caras. Además está el miedo general al contagio, lo que obstaculiza aún más la conexión con los demás. Todos son ingredientes para el cóctel de una pandemia distinta, la pandemia de la soledad.
La crisis generalizada de soledad preocupaba a gobiernos, científicos y profesionales de la salud mucho antes de que llegara el coronavirus SARS-CoV-2. Numerosos estudios han encontrado que la soledad está asociada con una variedad de problemas de salud, desde la adicción hasta la depresión y las enfermedades cardíacas, y una esperanza de vida más corta.
No es un problema nuevo
En su libro The Lonely Century, la economista londinense Noreena Hertz traza la omnipresencia de la soledad en el siglo XXI. Tres de cada cinco adultos estadounidenses se describen a sí mismos como solitarios, mientras que en el Reino Unido, uno de cada ocho británicos dijo que no tenía amigos cercanos. En Australia, quienes viven en ciudades tienen menos amistades y conexiones con el vecindario que hace veinte años.
Hertz remonta el comienzo de esta particular tendencia moderna de la soledad al surgimiento del neoliberalismo. «Se valoraba una forma idealizada de autosuficiencia, un gobierno pequeño y una mentalidad brutalmente competitiva que colocaba el interés propio por encima de la comunidad y del bien colectivo», escribe.
La paradoja del confinamiento
Aunque era previsible que las medidas de confinamiento y los bloqueos, para tratar de detener la pandemia, acrecentaran la sensación de soledad, investigaciones recientes muestran que, paradójicamente, podría estar ocurriendo el fenómeno contrario. En un estudio publicado en American Psychologist, los investigadores encuestaron en Estados Unidos a un grupo de personas de 18 a 98 años de edad en tres momentos diferentes. Primero, a fines de enero y principios de febrero, antes del brote en ese país. Luego, a finales de marzo, después de que se recomendara por primera vez el distanciamiento social. Y a finales de abril, después de que se implantaron órdenes de confinamiento por un mes.
En cada momento encuestaron a los participantes utilizando la Escala de Soledad de la Universidad de California en Los Ángeles. En promedio, los investigadores no encontraron cambios significativos en la soledad. De hecho, la percepción de apoyo social y emocional aumentó.
Un estudio realizado en Estados Unidos, el Reino Unido y otros 26 países mostró hallazgos similares. Los investigadores encuestaron a las mismas personas antes y durante la pandemia, también utilizando la Escala de Soledad de la UCLA. Las respuestas indican que, a pesar del distanciamiento social, los sentimientos de soledad de las personas mejoraron ligeramente.
Otras investigaciones han revelado matices adicionales. Después de monitorear las experiencias diarias de soledad en el primer mes de encierro, un estudio en Alemania informó un aumento inicial de la sensación de soledad, seguido de una disminución. Este hallazgo sugiere que, tras el efecto del aislamiento repentino, las personas se adaptaron rápidamente y encontraron formas de mantener la conexión social, a pesar de las circunstancias.
La soledad como aprendizaje
En los últimos meses, la sociedad se ha propuesto priorizar la conexión. La pandemia ha hecho que la gente esté más consciente y agradecida de sus relaciones. Los investigadores saben desde hace mucho tiempo que la conexión social reduce el riesgo de enfermedad, dolencia y muerte prematura. Pero solo recientemente el resto de la sociedad lo ha concienciado. Ya sea que lo haga en persona o virtualmente, pasar tiempo con amigos, familiares y vecinos refuerza la salud social, la dimensión del bienestar que proviene de la conexión.
Si estas tendencias continúan, la recesión social que se temía podría convertirse en una revolución social. Irónicamente, la pandemia puede catalizar un cambio cultural en el que los vecindarios y las comunidades se unan para construir hábitos de conexión saludables.
En el proceso de reinventar ciudades, edificios, escuelas y lugares de trabajo, existe ahora la oportunidad de diseñar los espacios e instituciones de manera que mejoren el bienestar social. En resumen, es posible que un efecto de la pandemia de coronavirus se convierta en una cura para la epidemia de soledad.
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