En medio del bullicio global que sigue causando el beso arrebatado de Luis Rubiales a Jenni Hermoso, surgen un sinfín de opiniones que giran en torno al explosivo límite de lo permitido: condenas y absoluciones. La sociedad -en constante transformación- tiene hoy percepciones, prioridades, valoraciones diferentes. Claudiene Haroche, socióloga y antropóloga francesa, ha dedicado su vida a monitorear estos cambios. Percibe algunos peligros de la incursión de las redes sociales y afirma que “se ha pasado del acoso sexual al acoso moral”.
La directora emérita del Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS por sus siglas en francés) y autora de varios libros y ensayos no se refirió al polémico caso. Su disertación fue más amplia. “Vivimos en un mundo veloz, acelerado, mediado por las nuevas tecnologías, las redes sociales, donde la premisa es ver y ser visto. Y esto, claro, influye irremediablemente en cómo nos relacionamos con los otros y qué tipo de sociedad construimos”.
Estamos en mucho menos contacto con las personas pero, a la vez, estamos en contacto con, por ejemplo, el teléfono móvil, que es táctil. Y eso nos da una falsa sensación de realidad y tacto, señala la experta a BBC Mundo en el marco del Hay Festival Querétaro, México.
Considera que atravesamos “una época compleja porque hemos perdido el contacto directo con la gente, la comunicación cercana, el tacto entre personas”. Observa que al mismo tiempo que aumentó la distancia entre todos, cada vez nos exponemos y mostramos más en sociedad, aunque de modo superficial”.
Y esto, sostiene Haroche,“nos afecta mucho psicológicamente. Porque no solo se pierde el contacto, también la profundidad de las relaciones con los demás y con nosotros mismos.
Acoso moral y redes
La socióloga y antropóloga francesa es autora de “Historia del rostro. Expresión y silenciamiento de las emociones. Siglos XVI-XIX» (1988, reeditado en 2007). También de “Sobre el futuro de la sensibilidad. Sobre los sentidos y los sentimientos” (2008) y “Tiranías de la visibilidad. ¿Ser visto para existir?” (2011). Sostiene que esa afectación psicológica “pasa porque la sociedad actual nos pide estar ocupados todo el tiempo. Como estamos ocupados, ni siquiera nos paramos a pensar, no procesamos lo que nos pasa, vamos en automático. Es casi un decreto moral: tienes que decir que estás ocupado todo el tiempo”.
Eso implica no pensar en qué sentimos, no mirar hacia adentro, lo que afecta a nuestra salud y también a la sociedad que tenemos, agrega. La sociedad en la que vivimos nos exige tener muchos lazos, por ejemplo por motivos profesionales, pero no son lazos verdaderos, tan importantes para construir un buen tejido social.
Haroche emplea con frecuencia el concepto de ‘sociedad líquida’ de Zygmut Bauman. Una sociedad en cambio constante, en permanente transición e incertidumbre. Asegura que el “peligro de esta sociedad está en el interior del ser humano, en su espacio interno, en la conciencia. Tienes contactos, gente con la que hablas todo el tiempo, en todos lados, en redes. Pero contactos sin profundidad y sin tiempo para entrar adentro de uno mismo, de pensar”.
Pero, a la vez, “el peligro que hay en esta sociedad donde no hay límites entre nuestro mundo interno y lo externo es que no podemos expresarnos libremente. En los últimos tiempos hay cada vez más personas, grupos que te juzgan en masa por lo que escribes, comentas. Así, aparece el acoso en línea”. Incluso, advierte con asombro sobre el impacto de las redes, “se ha pasado del acoso sexual al acoso moral”.
Las clases en EE UU son a puertas abiertas
Recuerda la investigadora que “hace unos años -antes de la presencia masiva de las redes- se decía que no existía el acoso moral, que eso es ridículo. Pero existe y es muy importante y muy peligroso al mismo tiempo”.
Por ejemplo, precisa, en un lugar con tantas regulaciones, como las universidades en Estados Unidos, ahora las clases son “a puertas abiertas”. Y cualquiera puede quejarse de la actitud de cualquiera. Se ha tratado de regular unos problemas pero se han creado otros.
Cree además que “esto también habla de la actual cultura de la cancelación, algo con lo que tenemos que ser muy cautelosos. Es necesario evitar lo radical. Es, tal vez, una manera de borrar la historia. Es así. Ocurre en las redes sociales porque estamos todo el tiempo conectados y por el tipo de contacto que se establece ahí”.
Imagina, sugiere la socióloga a BBC Mundo, que una persona que busca tener en una red social miles de seguidores. “Esto es un modo de mercantilizar la cultura, tal y como Adorno y Horkheimer lo hablaron en el siglo pasado con la Escuela de Frankfurt”. E insiste en que “es un modo de mercantilizar todo, la cultura, la ciencia. Pero también está dejando un hueco peligroso para que estemos todo el rato ‘siendo productivos’”.
Y, ¿sabes? A veces somos productivos, a veces no, comenta. En ese espacio hay que permitir dejar que la gente desarrolle libremente su mente y su propia habilidad para pensar y así evitar toda la tremenda violencia que se genera en las redes. Hay quienes tratan de resistir a esto, que no caen en esto, pero es complicado con la sociedad actual hiperconectada y acelerada que tenemos.
Vivir de la pantalla
La escritora y conferencista refiere que en el mundo actual “tenemos que hacer nuestro propio yo visible. Nuestra vida visible dentro de este mundo tan conectado y esto implica más tiempo hacia afuera, en las pantallas, y menos tiempo para la interioridad, para pensar y reflexionar. Esto es algo muy problemático, porque no hay tiempo para la intimidad, para conectar de verdad con nuestra diversidad”.
Todos los seres humanos tenemos miedo, dice. Y al nacer somos débiles y es normal que queramos protección. Pero el gran problema ahora es que los hombres quieren deshacerse de las mujeres y las mujeres deshacerse de los hombres. Es una radicalización tremenda. Y el tema es que es necesario ver cómo miramos nuestras identidades, no encerrarlas dentro de los términos “lo masculino” y “lo femenino”.
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