Esas pequeñas pero atrayentes pantallas de smartphones y tabletas se han convertido en seres omnipresentes que ejercen un poder hipnótico sobre niños y adolescentes. El control puede llegar a extremos de disminuir su capacidad cognoscitiva y aumentar la agresividad. Especialista consideran que la dependencia de los teléfonos móviles es negativa para la salud mental y el rendimiento académico en general de nuestros hijos.
Francisco Villar, psicólogo clínico infantojuvenil, habla del tema en su libro Sin pantallas siento y pienso mejor, en el que invita a prescindir de smartphones y tabletas al menos hasta los 16 años. Y lo hace con basamentos, pues desde 2013 está a cargo del Programa de Atención a la Conducta Suicida del Menor del Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona.
De entrada, asegura que es un texto para leer junto con nuestros hijos y reflexionar sobre las ideas, plantear dudas. Tener un momento para explicar que todo el tiempo perdido en redes impide disfrutar de otras cosas, que la familia echa de menos tener su atención completa.
Villar hace la salvedad de que no está en contra de las pantallas, sino a favor de la vida. De la posibilidad de realizar todos los aprendizajes necesarios en la adolescencia. «Lo que hacemos son propuestas de vida familiar limitando la digitalización a lo que debería ser según sus creadores originales: una ayuda para liberar horas, no la trituradora de oportunidades y del ser humano que es ahora», explica. Refiere que cuando se le limite la pantalla, el niño acabará practicando juego libre y aprenderá a gestionarse.
Embrutece y esclaviza
Coincide con aquellos que ven un retroceso en el desarrollo cognitivo de los niños sobreexpuestos a las pantallas y asegura que las escuelas en España están teniendo que simplificar los exámenes porque no pueden aplicar a los niños los de hace cinco o seis años. Sobre la base de su trabajo en el programa de atención a la conducta suicida del menor, advierte que «la mayor protección contra el suicidio es el coeficiente verbal».
Cree que la vida es una narración y se necesita tener palabras para verbalizar la propia experiencia. «Los chicos que quieren acabar con su vida tienen un discurso más pobre que hace diez años. Peor aún, la exposición a contenidos audiovisuales es aberrante», expresa.
Manifiesta que los padres no tienen la culpa de nada, pues siempre quieren los mejor para sus hijos. «Lo que pasa es que nos han estado diciendo que si tú le dabas unos recursos digitales, podían ser los Baby Einstein. Ha sido una publicidad totalmente engañosa, no les ha aportado nada y e incluso les ha hecho daño».
Lo de los nativos digitales también parece una mentira, pues usan dispositivos desde pequeños, pero no saben utilizar herramientas como procesadores o buscadores. En este sentido, hace una aseveración aplastante: «Ellos no están usando algo, están siendo usados». Indica que sería aconsejable, por ejemplo, que un niño escribiera a mano. Que valorara cada idea, iniciara la secuencia conductual para disponer el discurso, corregir. «Si tu hijo se pone agresivo si le quitas el teléfono, ¿qué más necesitas para ver que le está sentando mal?». En por su salud mental y por la paz interior del adulto.
Lápiz contra pantalla
Para Villar, en términos de aprendizaje es mucho más potente el papel y el lápiz. «No sé a qué esperamos para quitarlas todas y recuperar el aula de informática: ordenadores de torre puestos contra la pared para que el profesor vea las pantallas, dar la clase y regresar al aula». Advierte que hay que educar para la vida, porque decirle a tu hijo todo lo malo que implica un dispositivo móvil y después ponérselo en la mano «es verdaderamente tétrico».
Un estudio realizado en Estados Unidos en 2017 demostró que la adicción a los teléfonos móviles puede tener un impacto en el cerebro de los jóvenes. Científicos se valieron de imágenes del cerebro de algunos jóvenes obtenidas por resonancia magnética para mostrar el impacto de la adicción a la tecnología. Determinaron que jugar con la tableta o el móvil producía una liberación de neurotransmisores, como la dopamina. Que los jóvenes experimentan un “subidón digital” y que, después de jugar, la actividad cerebral casi cesa. Lo que implica que el funcionamiento ejecutivo queda afectado.
La dopamina también se libera al consultar aplicaciones, redes sociales o al recibir un “me gusta”. Aunque parezca increíble, los investigadores afirman que existen similitudes de forma con las imágenes obtenidas en las resonancias magnéticas de los drogadictos. Los cambios en el comportamiento cerebral también pueden tener un impacto en el ánimo y en la concentración.
Estudios también han demostrado que el uso excesivo de los teléfonos móviles puede causar ansiedad y soledad. La dependencia de los teléfonos móviles en ocasiones provocar irritación, frustración e impaciencia. Usar el teléfono móvil con exceso de brillo antes de dormir retrasa la liberación de la melatonina, la hormona del sueño. Otros problemas relacionados son de baja autoestima y ciberacoso.
Concentración distraída
Estar conectados a las redes sociales, y tener juegos, videos y música a su disposición cuando están haciendo los deberes puede disminuir la atención. Tan solo se necesita recibir una notificación para perder la concentración. Un estudio incluso demostró que la mera presencia del móvil, aunque no se use, supone una distracción.
La línea que separa el uso excesivo de una adición es muy fina. Es importante observar al niño y reconocer las señales de la existencia de un problema de salud mental. Los síntomas que nos indican que nuestro hijo tiene una adicción móvil son muy parecidos a los de cualquier otra adicción, solo que en este caso están focalizados en el teléfono:
- Pasa cada vez más tiempo conectado al móvil
- Se muestra irritable, ansioso y agresivo cuando no está en contacto con su teléfono, que desaparecen cuando vuelve a tener acceso.
- Cambios de humor.
- Alteraciones en el sueño y la alimentación.
- Deja de realizar otras actividades por estar con el móvil (salir a la calle, hacer los deberes, ver la televisión, dormir).
- Pérdida de amigos y relaciones sociales por pasar demasiado tiempo con el móvil.
Si hay adición
No hay parámetro concretos que indiquen cuando puede hablarse de adicción. Sin embargo, en niños menores de 12 años, estar más de tres horas conectados, podría considerarse un comportamiento adictivo. Para prevenir estas conductas es recomendable que los niños entre 6 y 9 años no pasen más de 30 minutos al día con los dispositivos electrónicos. Para los de 8 a 14 años, se aconseja una hora, y a partir de los 14 años puede extenderse a las dos horas.
La educación es la mejor manera de evitar que nuestros hijos desarrollen un problema con sus teléfonos. De la misma manera que les enseñamos a lavarse las manos o a dar las gracias, hay que preocuparse de que aprendan a usar su teléfono móvil correctamente. No solo para prevenir la adicción, sino también para protegerlos de los peligros de Internet.
Los padres deben intentar retrasar cuanto puedan el uso del móvil. Para dar tiempo al cerebro de los niños a que madure y desarrolle su capacidad de autocontrol antes de darles acceso al teléfono. Además, los dispositivos electrónicos no pueden estar en el cuarto del niño, sino en habitaciones de transito, como una sala o un despacho. Es importante que siempre haya un adulto presente cuando el menor de edad esté con el teléfono para controlar el tiempo y los contenidos visitados.
Las posibilidades que brindan las nuevas tecnologías son ilimitadas, pero debemos ser capaces de enseñarles a aprovecharlas de manera responsable y con moderación. Si se nos dificulta, se puede recurrir a un profesional que los ayude a aprender a vivir con el teléfono móvil sin llegar a depender de él.