Cada día la ciencia y la tecnología hacen de la robótica una necesidad aplicable a muchas actividades cotidianas. Domésticas, industriales, médicas, espaciales, comerciales. Un grupo de investigadores españoles se adentra en la llamada robótica blanda, como una avanzada más hacia la perfección. Estos robots simulan la flexibilidad de animales y plantas y, pueden examinar a los pacientes desde el interior del organismo.
La robótica blanda se inspira en los seres vivos para afrontar retos y solucionar problemas. Para ello, combina la robótica tradicional con el uso de materiales flexibles e inteligentes. La unión de ambas condiciones le permiten adaptarse al entorno con mucha eficiencia, explica Concepción Monje, ingeniera de Robotics Lab del Departamento de Ingeniería de Sistemas y Automática de la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M).
La línea de investigación de Monje y su equipo se centra en el diseño y control de eslabones blandos para robots. Esto facilita la creación de robots más flexibles y con mayor capacidad para adaptarse a entornos cambiantes. “La robótica blanda es el futuro de la robótica”, dice.
Considera que la nueva robótica no solo ejecuta las tareas con mucha más seguridad, sino que además esos robots se convierten en herramientas «increíblemente versátiles». Al sustituir los elementos rígidos tradicionales por otros blandos y bioinspirados, los biorrobots atenúan o absorben los golpes. Eso les da estabilidad (seguridad) y flexibilidad de movimientos (versatilidad), que son los objetivos principales de la nueva robótica.
Robótica blanca, versátil y eficiente
Monje detalla los alcances de la robótica blanca. Las aplicaciones y morfologías de estos robots son prácticamente infinitas, «tantas como problemas quieras solucionar», afirma.
Los animales, por ejemplo, son una gran fuente de inspiración. El Instituto de biorrobótica de la Universidad de Pisa ha desarrollado un robot que copia el comportamiento de un pulpo. Tiene unos tentáculos de silicona que imitan el agarre «fiable y robusto» de un cefalópodo y que es capaz de manipular objetos mejor que una pinza.
Otros robots, fabricados como una sucesión de eslabones unidos, actúan como un gusano. Y logran una flexibilidad tal que les permite moverse, por el interior de los vasos sanguíneos y repararlos. También pueden convertirse en un brazo robótico, un manipulador móvil, indica Monje a Efe.
Una de las aplicaciones más fascinantes son las relacionadas con la medicina: robots blandos comestibles que se diluyen en el intestino y permiten depositar un medicamento en un punto concreto. Hay otros equipados con sensores capaces de analizar los biomarcadores de un paciente y de hacer un seguimiento constante.
Asimismo, existen nanorrobots como los desarrollados por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), que se integran en el torrente sanguíneo y reparan vasos del cerebro. Y robots equipados con sistemas de posicionamiento de última generación que se sitúan en un punto exacto del organismo para participar en tratamientos de radioterapia y localizar el lugar que debe ser radiado.
Imagen y semejanza del hombre, con la robótica blanda
Concepción Monje advierte algunas dificultades en la robótica blanda. Una de ellas, es la necesidad de encontrar materiales blandos biocompatibles para todos estos usos. Esto ha impulsado el estudio de los materiales como una disciplina fundamental para la robótica.
«Últimamente se están desarrollando materiales inteligentes con propiedades especiales como la autorreparación o ‘selfhealing’, que mediante calor pueden reparar sus fisuras y evitar ser reemplazados. Igualmente hay otros materiales con sensores que captan estímulos eléctricos y reconocen el tacto. Es lo que se llama ‘inteligencia corporal’, que imita los sensores de nuestra piel.
Todos estos desarrollos «no son ciencia ficción. Son la robótica del presente. Solo hace falta darle recorrido a este nuevo paradigma». E imaginar las aplicaciones que queremos desarrollar con este tipo de robots, subraya la ingeniera extremeña.
«Lo primero es pensar para qué aplicación vamos a necesitar el robot. Después hay que diseñar su morfología en función de los movimientos que serán necesarios para la ejecución de dichas tareas. Estos procesos involucran simulaciones complejas en una primera fase, y posteriormente un proceso de prototipado final con el que se obtiene un primer prototipo del robot que ya podremos probar», apunta.
Eso sí, advierte Monje, «este campo exige mucha inversión, mucho tiempo y mucho esfuerzo y materiales que no suelen ser baratos». Pero insiste en que esta robótica «no es la robótica del futuro, es la del presente».
Monje es doctora en Ingeniería Industrial y una de las responsables de TEO, un robot humanoide de 60 kilos, capaz de caminar y manipular diversos objetos. Ha participado como asesora científica en la película de ciencia ficción Autómata. En esta cinta, protagonizada y producida por Antonio Banderas, se recrea un futuro donde los robots humanoides toman conciencia propia.
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