José Ramón Sánchez-Galán
Profesor de Finanzas de EAE Business School
El sistema bancario español se ha destacado por ciertas particularidades que deberían haber supuesto un proceso de reestructuración propio. Ello al margen de la crisis de 2007. Ese hecho fue un detonante claro de la aceleración del sistema. Quedó claro que éste necesitaba una revolución de fondo. Se trataba de una banca fundamentalmente orientada a los particulares, dotada de un sistema mixto de entidades, unas puramente bancarias y otras que, en su condición de negocio bancario, eran consideradas como tales.
El paso del tiempo llevó a un cambio en la orientación del negocio así como a una ampliación de la cobertura del mercado. Vendría la revolución del banca.
Esto implicaba dos factores básicos: en primer lugar la búsqueda de otras alternativas de negocio dada la saturación y el punto de madurez del negocio “tradicional”. En segundo término, las entidades tenían que modificar sus infraestructuras. Las instituciones de menor tamaño apenas si tenían cabida ante lo que se avecinaba: competencias más estrictas con requisitos combativos más potentes; el proceso de fusiones y acercamientos se encontraba pues en sus primeros estadios.
De esta manera, el sistema bancario español avanzaba a buen ritmo y, previo a 2007, se encontraba en una posición cómoda. Presentaba índices de rentabilidad y gestiones de riesgo de crédito considerados entre los mejores de Europa.
Problemas a la vista
Pero subyacían tres cuestiones de fondo en el sistema financiero español que, posteriormente, afloraron por la crisis:
- La moneda única permitió un acceso a los mercados internacionales. Esta “extranjerización” de la actividad nacional superó a la doméstica. Ello incrementó el riesgo en áreas financieramente más avanzadas. Éstas disminuían el coeficiente de aversión al riesgo de los residentes, en favor de los no residentes.
- Unido a lo anterior, más necesidad de pasivo y el progresivo aumento de la oferta y demanda procedente del sector inmobiliario alteraron la gestión del riesgo que quebraba la estabilidad del sector. Se inicia, pues, una vía de deterioro bancario lento, pero inexorable.
- La banca española se contaba entre las más dimensionadas del entorno europeo. Ello llevó a cortes drásticos, tanto en el personal como en los inmovilizados.
Actualmente, aunque el número de bancos se ha reducido en 2.275 desde la crisis, aún subsisten más de 6.000 entidades.
No obstante, las perspectivas se muestran a favor de una reducción drástica de ese número por la necesidad de obtener mejores resultados en eficiencia y rentabilidad.
Esta reducción implica analizar cuidadosamente las ventajas y riesgos que implica para el sistema financiero español.
¿A favor?
- La baja rentabilidad de la banca, en torno al 6.7% frente a un coste de capital del 10%. Esto obstaculiza la posibilidad de ofrecer atractivos dividendos a sus inversores.
- La necesidad de obtener mayores retornos en productos financieros.
- Es necesario agilizar y flexibilizar las fusiones internacionales. Esto en virtud de que la banca europea carece de la dimensión competitiva en este ámbito.
- Los principales bancos están perdiendo peso e importancia en sus respectivos países.
- Controlar la actividad de bancos sistémicos, es decir, aquellos que tienen capacidad de desestabilizar su mercado doméstico o incluso el internacional en caso de quiebra. En España, Santander o BBVA son considerados sistémicos.
¿En contra?
El principal argumento destaca que todavía no está consolidada la implantación homogénea de Basilea III y la creación del Fondo Único de Garantía. Ambos son elementos de relevancia para el desarrollo del sector en su totalidad.
Basilea III implicó para la banca española la restricción para abonar dividendos, recomprar acciones o incluso el impago de bonus a la cúpula directiva. Al parecer ya está en marcha lo que se podría denominar como “Basilea IV”, flexibilizando requisitos y tratando de acercar criterios más generalistas.
Fondo Único de Garantía de Depósitos
El Fondo Único de Garantía de Depósitos, por su parte, se encuentra ahora en una difícil tesitura. No todos los Estados están a favor de su primacía en la agenda financiera europea.
No obstante, el Banco Central Europeo insiste en la necesidad de seguir adelante con el Fondo. Ha hecho cálculos de un fondo de seguro de depósitos completamente financiado con contribuciones antes de una crisis del 0,8% de los depósitos cubiertos (38.000 millones). Según el estudio, esto sería suficiente para cubrir la demanda de efectivo. Esto incluso en caso de pérdidas hipotéticas mucho más altas que las experimentadas durante la última crisis (2007-2009).
El problema radica en el reparto de las aportaciones. Los bancos alemanes serían los principales contribuyentes con 12.500 millones de euros. Por su parte, España tendría que aportar 7.900 millones de euros, lo que representaría algo más del 20% del fondo.
Otros puntos negativos
- El sector sigue reacio a la consolidación internacional. Estima que esto le podría suponer una pérdida de identidad y de cierta independencia.
- Es previsible que el sector quede en manos de entre siete y trece entidades a lo sumo.
- El Supervisor Único, según el sector, se excede en sus prácticas regulatorias.
- Las expectativas de más subidas paulatinas de tipos que ofrece aumento de márgenes.
- La digitalización de la banca con la incorporación de nuevas tecnologías ahorradoras de costes y de más amplia cobertura de clientes.
La revolución de la banca está en marcha
En todo caso, el proceso está en marcha. En 2018, se va consiguiendo nivelar el coste de capital de las entidades. Éste ronda el 11% de media frente a una rentabilidad del 9,5%. Pero ello más a consecuencia del desprendimiento de elementos poco rentables, que a productos más acordes con el proceso bancario.
En lo social, habrá mayor desempleo y menor personalización de la clientela. Esto último conllevaría a un descenso de la proximidad de la entidad a sus usuarios. También a la imposición de la estrategia comercial de la nueva entidad resultante de la fusión.
Todos estos son aspectos a tener en cuenta en el marco de la revolución de la banca.
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