Por Iñigo Aduriz
01/03/2016
Un «pedazo discurso» para los dirigentes del PSOE y «decepcionante», «insuficiente» e incluso «improvisado» para los diputados de Podemos o el PP. Con estas palabras han calificado este martes la intervención de Pedro Sánchez durante la primera jornada de la sesión de investidura los parlamentarios de las distintas fuerzas políticas, tratando de esquivar la marabunta de periodistas que les esperaba en el pasillo central del hemiciclo.
Ha sido una tarde extraña la de este primero de marzo en el Congreso de los Diputados. Nunca antes una sesión de investidura comenzaba su andadura conociendo todos sus participantes de antemano que estaba condenada al fracaso. Ni se celebraba un pleno de estas características quedando patente la situación de debilidad matemática tanto del aspirante a la Presidencia como de su principal rival y candidato más votado, en este caso el presidente en funciones, Mariano Rajoy.
Todas estas circunstancias explican la actitud que han mantenido los distintos grupos parlamentarios durante el discurso de Pedro Sánchez. El suyo, el socialista, recurriendo al aplauso sobreactuado de forma exagerada y recurrente –le han interrumpido 55 veces–; el popular, con contínuas bufas y abucheos al líder del PSOE; el de Ciudadanos, con evidente cautela y contención ante el acuerdo alcanzado con el interviniente y el de Podemos y el resto de formaciones, con indiferencia y rechazo.
Al partido de Pablo Iglesias se ha dirigido continuamente el propio Pedro Sánchez, conocedor de que sólo un pacto in extremis con la formación morada evitaría su fracaso el viernes, en la segunda votación de su investidura en la que sólo necesita una mayoría simple. Como viene haciendo en las últimas semanas, el líder del PSOE quiere cargar a Podemos la responsabilidad de que Rajoy siga en la Presidencia en funciones y, por eso, ha desgranado todas sus medidas sociales mirando directamente a Iglesias.
Frente al «absolutismo» de Rajoy
«La próxima semana» de Sánchez ha sido la coletilla que ha empleado Sánchez una y otra vez para apelar a la «responsabilidad» de Podemos. Porque, según ha dicho, si los del partido morado respaldaran el acuerdo que suscribió la semana pasada con Ciudadanos «la próxima semana» podrían empezar a cambiar las cosas en España, y se podría poner fin al «absolutismo» que, según él, han impuesto Rajoy y el PP durante sus cuatro años de mandato.
«Esto se puede poner en marcha la próxima semana», ha repetido una y otra vez, cuando se ha referido a la modificación de la reforma laboral acordada con Ciudadanos, a la puesta en marcha de un Plan de Emergencia Social, a la activación de un Pacto Sanitario que garantice la atención médica universal o a la derogación de la reforma laboral puesta en marcha por el PP en los últimos años.
Sin palabras le respondía una y otra vez Pablo Iglesias, que ha mantenido un gesto menos relajado del habitual, y que ha intercalado las risas con sus compañeros de escaño –Iñigo Errejón, Irene Montero o el senador Ramón Espinar– con negaciones con la cabeza ante las alusiones de Sánchez a sus medidas sociales o al legado del PSOE en la materia.
Monedero y Bescansa
Aunque no ha sido tan evidente como durante el pleno de constitución del Congreso, el pasado 13 de enero, los diputados de Podemos han vuelto a tratar de ser el centro de los focos.
Iglesias ha acaparado la atención de los fotógrafos a su llegada al hemiciclo casi más que el propio Sánchez. Ha vuelto a saludar y a hacer muecas a Juan Carlos Monedero, una vez más presente en la tribuna de invitados. Carolina Bescansa, por su parte, también ha reaccionado continuamente con gestos a las palabras del líder del PSOE, y mientras los hacía miraba a la pantalla como buscando que una cámara se fijara en ella.
Con evidente nerviosismo y fuera del mínimo decoro parlamentario que exige una sesión de investidura han reaccionado muchos diputados del PP. Fuera de sí estaba el jefe de Gabinete de la Presidencia del Gobierno en funciones y diputado por Barcelona, Jorge Moragas. Sentado en su escaño apoyado en sus dos brazos, no ha dejado de increpar al líder socialista. Incluso ha aprovechado un momento en el que Sánchez parecía que se trababa para lanzar un grito de burla contra el aspirante a La Moncloa.
Albert Rivera, por su parte, aguantaba estoicamente los gritos y los reproches que han parecido lanzarle otros miembros del Gobierno como el secretario de Estado para las Relaciones con las Cortes, José Luis Ayllón, o el propio ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz. Éste ha estado especialmente enfadado cuando Sánchez ha hablado de la Ley de Memoria Histórica, y ha parecido dirigirse en contra del líder de Ciudadanos por respaldar esas medidas y acordarlas en su documento.
La ausencia de las diputaciones
Las grandes ausentes del discurso han sido las diputaciones. Sánchez no ha mencionado su supresión y eso que la alusión sí estaba incluida en la intervención en papel que el Grupo Socialista ha repartido entre la prensa que ha asistido al hemiciclo. «Se lo reserva para mañana», comentaba un parlamentario del PSOE en conversación con Cambio16.
También ha llamado la atención la mención del dirigente socialista a los votantes del PP. «Con el Partido Popular no podemos promover un cambio de gobierno y, mucho menos, un gobierno de cambio. Pero nuestra propuesta es la de tender la mano al grupo popular para dialogar sobre los asuntos de Estado«, ha dicho. «Esperamos que actúen con la misma lealtad que otros hemos ejercido desde la oposición», ha continuado, aunque no ha podido seguir, por los abucheos de los populares.
En la tribuna Sánchez ha estado arropado por presidentes autonómicos socialistas como el valenciano, Ximo Puig; el extremeño, Guillermo Fernández Vara; o el castellano manchego, Emiliano Garcia-Page. También la líder del PSE vasco, Idoia Mendia; el exdirigente de CiU Josep Antoni Duran i Lleida; la histórica dirigente socialista Amparo Rubiales o su propia mujer Begoña Gómez. En la tribuna de honor ha estado, con semblante serio, el presidente del Senado, Pío García Escudero.
Ante todos ellos Sánchez se ha mostrado «orgulloso» pase lo que pase, incluso si fracasa. «Quiero manifestar mi satisfacción porque al dar un paso adelante y aceptar esta sesión de investidura hemos resuelto el bloqueo de la situación política a la que la falta de responsabilidad del sr. Rajoy nos había llevado», ha afirmado. El único fracaso, según él, «hubiera sido rechazar el ofrecimiento del Rey«.