Junto con la difteria, la poliomielitis, la tuberculosis, el dengue y el cólera, enfermedades controladas, en franco descenso o prácticamente desaparecidas, reaparece también la peste bubónica o peste negra para constituirse otra vez en amenaza, principalmente en los países no desarrollados. La situación, sin embargo, no se circunscribe a naciones del tercer mundo. Un caso reportado en Oregón en febrero pasado prendió las alarmas sanitarias en Estados Unidos.
Las autoridades sanitarias no dieron a conocer la identidad de la persona contagiada, que representa el primer caso registrado en el estado desde 2015. Solo precisaron que actuaron con rapidez para evitar la propagación de la enfermedad. Ubicaron a todas las personas que habían tenido contacto con el enfermo y con el gato que le contagió la peste. También les suministraron medicamentos, la mayoría antibióticos, para prevenir el avance de la enfermedad.
Y es que uno de los aspectos que se toma en cuenta cuando se reporta un caso de enfermedades altamente contagiosas es evitar que se convierta en un brote generalizado. Sin embargo, este tipo de casos no son algo nuevo en Estados Unidos, específicamente en el norte de Nuevo México y Arizona, en el sur de Colorado, en California, el occidente de Nevada y el sur de Oregón, donde se presentan aproximadamente siete por año.
La peste fue introducida en Estados Unidos hacia el año 1900 por las ratas que llegaron a bordo de los barcos de vapor. Causó epidemias en muchas zonas urbanas del país hasta 1925, cuando la enfermedad se propagó a la población rural de roedores en el oeste.
Malas pulgas
La peste es una enfermedad infecciosa causada por la bacteria Yersinia pestis. Esta suele encontrarse en pequeños mamíferos, principalmente ratas, y en las pulgas que los parasitan. La transmisión entre los animales se hace a través de las pulgas. El ser humano puede contaminarse por la picadura de pulgas infectadas, pero también por el contacto directo con líquidos corporales infectados o materiales contaminados y la inhalación de pequeñas partículas de pacientes con peste neumónica.
En el caso de Obregón, el animal se encontraba enfermo con un absceso que supuraba, señal de una infección. El contagio se pudo haber producido por las pulgas del gato infectadas. También por el contacto con sus fluidos corporales por la manipulación directa del animal. La Organización Mundial de la Salud explica que, como enfermedad de los animales, la peste está presente en todos los continentes, excepto Oceanía. Asegura que hay riesgo de peste en todo lugar donde la población humana coexista con focos naturales de la enfermedad.
El organismo precisa que ha habido epidemias de peste bubónica o negra en África, Asia y Sudamérica, pero que desde la década de 1990, la mayoría de los casos humanos se han concentrado en África. Los tres países más endémicos del mundo son Madagascar, la República Democrática del Congo y Perú.
En la página web de la OMS están descritas las acciones para manejar cualquier brote de la enfermedad. Lo primero es localizar y eliminar la fuente de infección, luego aplicar procedimientos de prevención y control de infecciones e implantar medidas de control. Se debe evitar matar los roedores antes que los vectores, porque entonces las pulgas se trasladarían a nuevos huéspedes.
Peste bubónica requiere actuar con rapidez
La rápida detección del contagio ayudó no solo a evitar la propagación, sino tal vez a salvarle la vida al ciudadano de Obregón. El período de incubación de la Yersinia petis es de uno a siete días. Los pacientes presentan una enfermedad febril aguda con otros síntomas sistémicos inespecíficos, como fiebre de aparición súbita, escalofríos, dolor de cabeza y dolores generalizados, debilidad, náuseas y vómitos.
En la del tipo bubónica el bacilo de la peste entra en el organismo por la picadura de la pulga y se desplaza por el sistema linfático hasta el ganglio linfático más cercano, donde se multiplica. El ganglio inflamado, tenso y doloroso recibe el nombre de bubón. En las fases avanzadas de la enfermedad, los ganglios linfáticos inflamados pueden convertirse en llagas abiertas supurantes. Este tipo no se trasmite entre personas, pero si evoluciona y se aloja en los pulmones, se transforma en peste neumónica, mucho más grave y mortal si no se atiende.
Además es la más virulenta. El período de incubación puede ser de tan solo 24 horas. Cualquier persona con peste neumónica puede transmitir la enfermedad a otras a través de gotículas respiratorias. En ausencia de un diagnóstico y un tratamiento precoces, es mortal.
Peste vieja
En relatos históricos ya se habla de la enfermedad. Uno de ellos data del siglo V, cuando los ejércitos de Marco Aurelio y Lucio Vero fueron destruidos por la peste que arrasó Roma y luego Constantinopla. Habrían muerto entre 5.000 y 10.000 personas por día. Pero el brote de peste bubónica o negra mejor documentado ocurrió en el siglo XIV. Devastó Europa entre 1334 y 1372. Murió cerca de un tercio de la población, aproximadamente 50 millones de personas.
La peste se convirtió en una enfermedad endémica, con rebrotes ocasionales y locales de entre 6 y 18 meses, con reapariciones cada pocos años, durante casi dos siglos. Entre 1794 y 1959 hubo una tercera pandemia que arrasó gran parte de Asia.
Los términos peste y plaga se usaban en la Edad Media para referirse, indistintamente, a cualquier calamidad, sobre todo a las enfermedades que producían gran mortandad, como la gripe o la viruela. La medicina medieval se vio impotente ante la peste. Los conocimientos eran precarios. Los tratamientos recetados a enfermos de la peste se basaban en la alimentación, la purificación del aire y en la administración de brebajes a base de hierbas aromáticas y piedras preciosas molidas.
Doctor pintoresco
El miedo al contagio en la Europa del siglo XVII obligó a los que atendían a las víctimas a andar ataviados con un atuendo lúgubre: el cuerpo totalmente tapado y una máscara picuda. Los denominados médicos de la peste prescribían antídotos, registraban testamentos y realizaban autopsias.
Se suele atribuir la autoría de tan distintivo uniforme a Charles de Lorme, un médico de la peste que trató a la realeza del siglo XVII. El atuendo incluía un abrigo cubierto de cera aromática, camisa metida en el pantalón y los ruedos de estos dentro de unas botas, completaban un sombrero y unos guantes de cuero de cabra. Se valían de una vara para tocar a las víctimas.
Los registros sobre los médicos de la peste precisan que llevaban anteojos y una máscara con una nariz de 15 centímetros en forma de pico de ave, llena de perfume y con solo dos agujeros suficientes para respirar e inhalar las hierbas colocadas en su punta.
En esa época los facultativos creían que la peste se propagaba por el aire envenenado. Que los perfumes dulces y acres podían fumigar las zonas afectadas por la peste y proteger al olfateador. Por ello ramilletes, incienso y otros perfumes eran habituales. Además, las máscaras las llenaban con una mezcla denominada triaca. Estaba compuesta por más de 55 hierbas y otros componentes como carne de víbora en polvo, canela, mirra y miel. Lo emblemático de la vestimenta hizo que en Italia se convirtiera en un personaje básico del Carnaval.