El orbe está cambiando a causa de la COVID-19. Las primeras señales llegaron cuando un país tras otro decidió cerrar sus fronteras. El bloqueo llevó a que múltiples voces predijeran el fin de la globalización.
No hay duda de que el bloqueo de ciudades, países y continentes ha puesto al sistema internacional en problemas. Pero hasta ahora, la pandemia ha generado principalmente incertidumbre. Así que no hay certeza de cuál será el destino del comercio mundial. En todo caso, parece muy pronto para decir que la globalización esté llegando a su fin.
"When the crisis is over…we must be ready to come together around a new strategy for globalization that secures its benefits and cures its ills."- @EconGrowth https://t.co/GbAGiLtkeg
— George W. Bush Presidential Center (@TheBushCenter) April 15, 2020
Un crecimiento notable
Pese a que suene a un concepto novedoso, cualquier historiador económico puede atestiguar que las personas han estado comerciando a través de grandes distancias durante siglos, si no milenios.
Pero la globalización se trata realmente de la escala y la velocidad de los negocios internacionales, que ha explotado en las últimas décadas a niveles sin precedentes. Los viajes más fáciles, la red mundial, el fin de la Guerra Fría, los acuerdos comerciales y las nuevas economías de rápido desarrollo se han combinado para crear un sistema que ahora depende mucho más de lo que sucede en el otro lado del mundo.
Es por eso que la propagación de la COVID-19, ha tenido un efecto económico tan inmediato. El ritmo de cambio en la economía global en los últimos 17 años ha sido profundo. En 2003, durante la epidemia de SARS, China representó el 4% de la producción mundial. Ahora constituye cuatro veces más, 16%. Eso significa que todo lo que está sucediendo en el gigante asiático afecta al mundo en mayor medida.
Los que están en contra
Un primer argumento para la inminente desaparición de la globalización es que el sistema ya está tenso hasta el punto de ruptura. Incluso antes de la pandemia fue desafiada por una ola creciente de populismo provocada por el descontento económico en Europa, Estados Unidos, América Latina y otros lugares.
El segundo argumento es que la globalización es, al menos parcialmente, responsable de la pandemia. El hecho de que un virus pueda comenzar en China y luego extenderse relativamente rápido por todo el mundo se debe a la facilidad de los viajes internacionales. De hecho, imponer barreras al movimiento y cortar el tejido conectivo global se han convertido en piedras angulares de la respuesta internacional a la crisis.
El tercer argumento y quizás el más destacado para la desaparición de la globalización es el espectacular fracaso inicial del internacionalismo frente a la crisis. Estados Unidos, China, Rusia y otros rápidamente cayeron en recriminaciones mutuas sobre quién es el culpable de la crisis.
Esta crisis nos va a obligar a repensar la globalización, y a darle más importancia a nuestra soberanía nacional. Estamos viendo la necesidad de mantener ciertas cosas, que antes no valorábamos, bajo el control de nuestra nación, y no bajo el control de otras potencias.
— Iván Espinosa de los Monteros (@ivanedlm) April 18, 2020
Ya ha resistido problemas
La globalización siempre ha tenido sus descontentos y ha resistido otras crisis graves antes y no ha llegado a su fin. Persistió a pesar de dos guerras mundiales, una Guerra Fría y, más recientemente, una guerra mundial contra el terrorismo.
También sobrevivió a epidemias y pandemias: la gripe española en 1918, el SARS en 2003, la gripe H1N1 en 2009 y 2010, y más recientemente el ébola. La actual reacción en su contra tampoco es un fenómeno nuevo. Ha provocado protestas masivas durante décadas, pero aún persiste.
💬 @RodriguezPinero: "No creo que la salida de la crisis se solucione con más proteccionismo, sino con mejor globalización"
🇪🇺 "A nivel europeo, se ha hecho más en cuatro semanas que en cuatro años en la anterior crisis"
📲 https://t.co/GkZRRCLJzT vía @eldiariocv
— PSPV-PSOE (@SocialistesVal) April 21, 2020
El caso de España
Sin embargo, las medidas de restricción de la movilidad han puesto de manifiesto la debilidad de algunas economías para seguir siendo productivas, pese a la interrupción de suministros de insumos o tecnologías de terceros países.
En el caso de España ha habido señalamientos de que las empresas tuvieron que reducir su actividad por falta de suministros del extranjero, aún antes del parón impuesto por las medidas del gobierno de Pedro Sánchez. También se apunta a las dificultades del país abastecer de material, insumos y equipos a su sistema sanitario.
En lo atinente a la emergencia sanitaria y los insumos puede resultar caro haber renunciado a disponer de un sector propio de fabricación de productos ligados a la salud pública. Esta debilidad se pone de manifiesto cuando se dispara la demanda mundial de determinados productos y su manufactura se concentra en unos pocos territorios.
A raíz de la pandemia, el Estado puede verse forzado a administrar de manera más activa la industria del cuidado de la salud para garantizar la capacidad nacional de producir artículos críticos como máscaras, ventiladores y medicamentos recetados en caso de crisis.
Posible cambios
Es muy probable que cambie la forma en la que se ha afrontado la globalización, pero esto no implica que esté llegando a su fin. Las interconexiones personales entre diferentes partes del mundo formadas en las últimas décadas de globalización no se pueden romper fácilmente. La gente tendrá amigos y familiares que viven en el extranjero. Todavía querrán experimentar las imágenes y los sonidos de otros países además del suyo.
Por otro lado, los países aún necesitan intercambiar bienes y servicios entre sí, tal como lo han hecho durante miles de años. Algunos estados aún necesitarán recursos naturales. Otros necesitarán acceso a mano de obra barata. Muchos necesitan acceder a ciertos talentos, habilidades y capital que no residen dentro de sus propias fronteras. Tendrán que comerciar, tal como lo han hecho durante gran parte de la historia registrada.
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