Una oportunidad de oro o una muestra de su futilidad. Los bloqueos para frenar la propagación de la COVID-19 han mostrado las dos caras de las medidas para frenar los daños al medio ambiente
El planeta vive la mayor caída de liberación de carbono jamás registrada. Ninguna guerra, ninguna recesión, ninguna pandemia ha tenido un impacto tan dramático en las emisiones de CO2 como la COVID-19 en unos pocos meses. Es una caída incomparable en la producción de carbono la que veremos este año. Sin embargo, las concentraciones de CO2 presentes en la atmósfera y el calentamiento de la Tierra no se estabilizarán hasta que el mundo llegue a cero neto.
Desde que la gripe española mató a millones de personas hace más de 100 años, las emisiones de CO2 —derivadas del uso de petróleo, gas y carbón— han aumentado enormemente. Si bien estas fuentes de energía han transformado el mundo, el carbono que se filtra en la atmósfera ha elevado las temperaturas globales en poco más de 1°C desde mediados de la década de 1850-1860.
Recesión y caída
Las temperaturas globales podrían aumentar en 3 y 4 °C a finales de este siglo si los niveles de CO2 no se reducen drásticamente. La frase clave es “si no se reducen”. En el último siglo varios eventos han demostrado que son posibles las caídas dramáticas en la emisión de dióxido de carbono. Un ejemplo es el colapso financiero en 2008-2009. En realidad, las emisiones de carbono solo cayeron entonces alrededor de 450 millones de toneladas. Una cantidad mucho más pequeña que la caída de 800 millones de toneladas de CO2 que se registró después de la Segunda Guerra Mundial.
También fue menor que la recesión mundial de principios de la década de los 80 que siguió a la crisis del petróleo de finales de los años 70. En este período, el CO2 disminuyó en 1.000 millones de toneladas.
Una nueva oportunidad
No obstante, la pandemia de coronavirus de 2020 empequeñece todos estos baches. La demanda de energía en el mundo ha caído por un precipicio. La Agencia Internacional de Energía calcula que el mundo usará un 6% menos este año, lo que equivale a perder la demanda de energía de la India y grandes caídas de CO 2.
Otros análisis, incluido el de Carbon Brief, muestran que las emisiones de este año caerán entre un 4% y un 8%, es decir entre 2.000 millones y 3.000 millones de toneladas. Entre 6 y 10 veces más que en la última recesión mundial.
En el caso de España, un informe de Ecologistas en Acción señalaba en mayo que desde la declaración del estado de alarma el 14 de marzo ha habido una reducción drástica de la contaminación atmosférica por NO2 en las principales ciudades españolas. La caída del tráfico se ha traducido en una mejora sin precedentes de la calidad del aire. Ha llegado a colocarse por debajo de los mínimos legales y de las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud.
Bueno, pero no tanto
Contra cualquier suposición, las emisiones globales de gases de efecto invernadero siguen aumentando y probablemente la disminución será mucho menor que la cifra que los científicos consideran necesaria para evitar los peores impactos del cambio climático. Además, la caída sería de corta duración y no detendrá el cambio climático, manifiesta la Organización Meteorológica Mundial.
En efecto, el descenso ni siquiera es suficiente para que el mundo cumpla el objetivo del Acuerdo de París de 2015, que apunta a un aumento de la temperatura global de no más de 1,5°C por encima de los niveles preindustriales y que requeriría una caída anual del 7% en las emisiones. Estas “insuficientes” reducciones le cuestan a la economía global un enorme sacrificio. El FMI y el BM calculan que la recesión que se avecina será tanto o más grave que la vivida durante la Gran Depresión de los años 20 y 30 del siglo pasado.
En España, el descenso de la producción, el cierre de empresas y la cancelación de actividades turísticas y culturales ponen a un creciente porcentaje de la población en riesgo de sufrir una pérdida total o parcial de sus ingresos y buena parte de sus ahorros, si los tuviera.
Datos del Servicio de Estudios de BBVA indican que un tercio de los hogares españoles (más de 6,18 millones) se encuentra en una extrema vulnerabilidad económica. Además, el 16% del total de núcleos familiares —3,05 millones— no estaría en condiciones de afrontar los gastos ni siquiera por un mes, que ya tendrían que haber necesitado un sustento público o privado.
Del mismo modo, el Producto Interior Bruto se desplomará entre un 6,8% y un 12,4% por efecto del confinamiento. El Banco de España señala que es una caída del PIB sin precedentes en la historia reciente.
Reportes de similar gravedad se repiten en Alemania, Francia, Italia, Rusia, Estados Unidos, América Latina, el Sudeste Asiático y África. Muestran que la caída de las emisiones de gases de efecto invernadero no solo son insuficientes para detener el cambio climático, sino que también son insostenibles para la sociedad.
En el camino correcto
Sin embargo, hay motivos para ser optimistas. El informe Perspectiva global de energías renovables de IRENA pronostica que la transformación del sistema energético podría aumentar las ganancias acumuladas del PIB mundial por encima del promedio en 98 billones de dólares de aquí a 2050. Casi se cuadruplicaría los empleos en energías renovables a 42 millones y aumentaría el empleo en eficiencia energética a 21 millones.
LA AGENCIA INTERNACIONAL DE ENERGÍA
CALCULA QUE EL MUNDO USARÁ UN 6% MENOS
ESTE AÑO POR LA PANDEMIA
El director general de IRENA, Francesco La Camera, dijo que “la crisis ha expuesto vulnerabilidades profundamente arraigadas del sistema actual”. En este entorno, el análisis destaca que resulta primordial “acelerar las energías renovables y hacer que la transición energética sea una parte integral de la recuperación más amplia”. Asimismo, alinear los esfuerzos de recuperación a corto plazo con los objetivos del Acuerdo de París y la Agenda de Desarrollo Sostenible de la ONU puede ayudar a construir economías más sostenibles, equitativas y resistentes.
“Presenciamos el declive y caída del sistema de combustibles fósiles. La innovación tecnológica y el apoyo político están haciendo que la demanda de combustibles fósiles haya alcanzado ya su nivel máximo en un sector tras otro y país tras país, y la pandemia de COVID-19 lo aceleró. Es posible que ahora hayamos visto la demanda máxima de combustibles fósiles en su conjunto”, explicó Kingsmill Bond, estratega de energía de Carbon Tracker y autor del informe.
Adicionalmente, el confinamiento ha servido para comenzar a aplicar algunos usos y costumbres que pueden conducir a la senda correcta. El primer efecto visible es que la gente cambió sus rutinas completamente. Los estudiantes no van a clases ni las personas a sus trabajos. Las salidas al cine, al teatro o al fútbol también cesaron. Algunos centros laborales trabajan en modo de teletrabajo por primera vez. Otros, han extendido este sistema a más actividades de las originalmente establecidas. En la práctica se traduce en cumplir las metas, pero reduciendo el uso de transporte, emisiones contaminantes por traslados y ganando tiempo útil.
En este entorno, la bicicleta ha demostrado ser nuestra gran aliada en tiempos de contingencias. Su uso se incrementó entre quienes tienen que salir y temen contagiarse en el transporte público. Algunos comercios locales la utilizan para las entregas a domicilio. Los ciudadanos para hacer sus compras, pasear o ejercitarse. La bicicleta no emite contaminantes.
Las restricciones de movilidad también han hecho que las personas compren en comercios locales, en el vecindario con un efecto positivos en las economías familiares. Debido al impacto económico y sus secuelas por el coronavirus, apoyar los negocios locales, aún después del fin del confinamiento, puede ser una manera de ayudar a muchas familias. En estos comercios es factible la compra de productos a granel, en embalajes reutilizables y sin etiquetas contaminantes.
El avance de España
España se anotó en el equipo de quienes buscan un punto de apoyo para avanzar en la dirección correcta. El proyecto de Ley de Cambio Climático y Transición Energética fue aprobado en Consejo de Ministros para su remisión al Congreso de los Diputados. Contiene las líneas de acción para construir una economía y una sociedad menos vulnerables a los efectos de las variaciones en la temperatura global determinadas por la ciencia.
Asimismo, establece pautas de acción en consonancia con el Acuerdo de París y los compromisos de la Unión Europea, como el Pacto Verde. Uno de los principales objetivos es alcanzar la neutralidad climática en 2050, mitigar el cambio climático, adaptarse a sus efectos y ser un país más próspero y seguro.
La meta de Ley de Cambio Climático y Transición Energética es reducir en 2030 las emisiones de gases invernadero en un 20% con respecto a 1990. En comparación a 2017, último año con datos consolidados, el esfuerzo supone retirar un 33% de las emisiones. El objetivo es coherente con el aumento de ambición que se ha fijado la Comisión Europea para 2030: pasar del actual 40% respecto a 1990 a una horquilla entre el 50% y el 55%. Obviamente, son metas que deben tomar en cuenta los efectos en la economía y la sociedad.
LA META DE LEY DE CAMBIO CLIMÁTICO ES
REDUCIR EN 2030 LAS EMISIONES DE CO2
UN 20% CON RESPECTO A 1990
En España, sin embargo, no solo hay avances en materia de leyes y de acciones gubernamentales. Si bien la crisis económica derivada de la pandemia ha impactado en las inversiones en transición energética y en lucha contra el cambio climático, los españoles avanzan hacia una economía más sostenible. A finales de mayo, por ejemplo, Capital Energy, Iberdrola y Naturgy anunciaron megaproyectos e inversiones milmillonarias en el sector de las energías renovables. El sector gasista se sumó con propuestas significativas de economía circular con los gases renovables. Nestlé España y Back to Eco anunciaron sendos proyectos en materia de reciclaje y manejo de residuos.
Difícil, pero posible
Los avances registrados muestran que, pese a las dificultades, la lucha contra el cambio climático no es una utopía. La aprobación inicial de la ley es un punto importante de partida. A lo que debe sumarse, también, la participación del sector privado que, al menos inicialmente, se ha mostrado dispuesto a contribuir.
El tercer gran actor es la sociedad en su conjunto. Apoyar la economía circular en casa, primar el teletrabajo, propiciar las compras locales, utilizar medios de transporte alternativo y reducir la movilidad son pequeños pasos para los ciudadanos, pero podrían llevarnos al gran salto hacia la transición climática.
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