Las familias de ingresos más bajos en todo el mundo a menudo han sido las más afectadas por la pandemia por varias razones. Por un lado, sus trabajos podrían exponerlas más al virus. Además, sus ahorros suelen ser menores. Por otro lado, trabajos de menor calificación suelen estar asociados a actividades presenciales y de contacto, que no facilitan herramientas digitales o el teletrabajo.
En España, su situación ha sido peor que en gran parte de Europa debido al gran papel de las industrias más afectadas como el turismo y los menores beneficios de bienestar social. Entre los efectos colaterales de la pandemia, destaca la aparición de nuevos pobres.
La segunda ola de la pandemia COVID-19 ha llegado a Europa. En todo el continente, la situación es exactamente lo que los políticos querían evitar. Las restricciones y los toques de queda se están convirtiendo en bloqueos más extensos. En Bélgica, Bulgaria, Alemania, Francia, Irlanda, Países Bajos, Austria, Eslovenia, España y la República Checa, ya existen restricciones de gran alcance a la circulación y la realización de negocios, y se espera que otros países sigan su ejemplo.
A diferencia de la primavera, la política de crisis actual intenta excluir las áreas de producción económica, comercio y educación. Ahora, a más de un mes del cuarto trimestre de 2020, es dudoso que un bloqueo selectivo pueda aplanar la curva y al mismo tiempo permitir que los contactos en la vida profesional, escuelas, jardines de infancia, guarderías y viajes cotidianos no se vean afectados.
Es posible que las medidas antipandémicas deban mantenerse y, si el virus continúa propagándose, incluso intensificarse. Claramente, esto sería tóxico para la economía.
Un alivio muy breve
El segundo trimestre de 2020 mostró un resultado muy pobre. El crecimiento del PIB real de la UE cayó un 11,4% en comparación con el trimestre anterior (y un 11,8% en la eurozona).
Esta delicada situación hizo que las previsiones de crecimiento anual de la zona euro fueran sombrías. Desde las menos negativas de la Comisión Europea (-8,3%), pasando por la OCDE (−9,1%) y el FMI (−10,2%) parecen exagerados. Sin embargo, la rápida recuperación de las economías europeas, que muchos no esperaban tras la reapertura paulatina en los meses de verano, hizo brevemente que se pensara que estas previsiones eran exageradas.
No obstante, con la reanudación de los bloqueos, ahora es previsible que el cuarto trimestre de 2020 traerá una fuerte caída del crecimiento en los 19 países del euro. Las proyecciones del FMI en octubre de 2020 (−6,6% para todo el cuarto trimestre) no predicen indicadores positivos en ningún país para el PIB en los últimos meses del año.
Nuevos pobres y mayor desigualdad
Otro de los grandes problemas que ha generado el impacto económico de la pandemia es que las medidas económicas de emergencia para abordar la crisis han conducido a un efecto desigual en los trabajadores de diferentes ocupaciones e industrias. Los más pobres, que tienen una menor capacidad para seguir trabajando durante el encierro, sufren la mayor pérdida salarial.
Los estudios revelan que los períodos de bloqueo y desescalada potencialmente aumentarán la pobreza y la desigualdad de manera considerable en todos los países europeos, incluso sin tener en cuenta los efectos de la segunda ola.
El sur y este de Europa son los más afectados por el impacto económico, con un mayor aumento, tanto de la pobreza como de la desigualdad, que en el norte y centro.
Problemas para España
En un entorno ciertamente complejo para el mundo y para la región, la situación de España se vislumbra particularmente comprometida. El Fondo Monetario Internacional espera que la economía española se contraiga un 12,8% este año, la mayor cantidad entre las economías desarrolladas.
Cuando golpeó la pandemia, que detuvo la mayoría de los viajes por todo el mundo, 1 millón de personas perdieron su trabajo en España. La tasa de desempleo alcanzó el 16,3% en septiembre. Eso es más del doble del promedio en la Unión Europea o los Estados Unidos.
El Gobierno ha echado mano de la implantación y extensión de los ERTE. Según cifras oficiales, España lleva gastados unos 22.000 millones de euros en las medidas de «protección al trabajador». La mitad de esa cifra se debe a la prestación por cese de actividad de los autónomos y la otra mitad a los ERTE.
El presidente Pedro Sánchez está anunciando lo que él llama una reactivación “progresiva” de la economía, que depende en gran medida de miles de millones de euros de la UE.
Pero los expertos advierten que España necesita arreglar su mercado laboral, que está plagado de contratos temporales y a tiempo parcial. Las mujeres y los migrantes tienden a tener la menor seguridad laboral, según una encuesta de la principal organización benéfica católica, Caritas. Y, sin embargo, solo uno de cada cuatro hogares vulnerables recibió un subsidio del gobierno el año pasado.
Los sectores más afectados
La pandemia puede llevar a una economía totalmente en quiebra y a un aumento de los nuevos pobres. El número de españoles que viven por debajo del umbral de la pobreza -con menos de 9.000 euros al año- podría aumentar en 1,1 millones desde los 9,8 millones actuales a menos que se invierta más en salud y protección social y se amplíe el alcance del ingreso mínimo vital, el esquema insignia del gobierno de coalición.
Por ahora, la crisis generada por la pandemia está incrementando la pobreza que ya estaba por encima del 20% de la población, según la Encuesta de Condiciones de Vida del Instituto Nacional de Estadística.
La situación no ha hecho más que empeorar. Si bien 1 de cada 5 españoles estaba en situación de pobreza antes de la pandemia, según las estimaciones del INE, los estudios más reciente apuntan a a la irrupción de nuevos grupos que están atravesando este umbral. Los primeros en la línea de fuego son los trabajadores precarios de los sectores más afectados por las restricciones como la hostelería y el comercio. También se verán en aprietos quienes sobrevivían en la economía sumergida.
A estas perspectivas se suma el aumento de la demanda de ayuda. Principalmente entre los mayores y las familias monoparentales. Pero también -más lentamente- entre los jóvenes. Además, aumenta el número de personas que se consideran sin hogar. Son los nuevos pobres de la pandemia.
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