La cultura y el arte siempre se asocian con lo sublime y hermoso. Pero en los tiempos que corren en muchos países la expresión artística es considerada como una herramienta para socavar la seguridad nacional. El arte está hoy por hoy en el eje de la contienda entre democracia y autocracia. La guerra cultura existe en China y Rusia, pero donde mejor se desempeña es en Estados Unidos.
A lo largo de la historia los desencuentros entre artistas e intelectuales y gobernantes se han repetido en casi todas las épocas y sociedades. Las persecuciones por razones políticas, religiosas o morales han marcado su historia. Usualmente la búsqueda de libertad de pensamiento y de creación ha estado asociada a la lucha contra gobiernos absolutistas y totalitarios. Los cuales les han perseguido y censurado ferozmente alegando la defensa de la moral, buenas costumbres, orden y estabilidad.
Persecución y purgas ideológicas
Tenemos un ejemplo notable en la Gran Purga de Stalin en la Unión Soviética. En la década de 1930, Stalin emprendió una persecución brutal contra políticos, intelectuales y artistas, argumentando que era esencial para eliminar a los supuestos enemigos del Estado y fortalecer el control del partido comunista, que arrastró a la obra del poeta Alexander Blok, el novelista Boris Pasternak, y Leon Trotsky, uno de los ideólogos de la revolución, entre otros.
En China, Mao Zedong lideró una campaña con el objetivo de purgar los elementos burgueses y capitalistas de la sociedad durante la Revolución Cultural. Acción, justificada como necesaria para proteger la revolución comunista. Se estima que entre 500.000 y 2 millones de personas perdieron la vida, y millones más fueron desplazados o arrestados como resultado de la Revolución Cultural de Mao en China. Ni que decir de las depuraciones del pensamiento y el arte de nazis, fascistas y falangistas en Alemania (y las naciones ocupadas) Italia y España.
En la actualidad los artistas e intelectuales siguen siendo vigilados y perseguidos en países como Rusia, China, Irán y un largo etcétera, con los eternos argumentos de la moral, el orden y la estabilidad. Para gobernantes como Putin o Xi Jipping buscan socavar sus regímenes. Las persecuciones se han justificado como una forma de eliminar influencias consideradas dañinas para la sociedad o el régimen en el poder. Ha sido en las democracias liberales de occidente donde el arte y la cultura han prosperado libremente. Pero lo “decepcionante” es que ahora, alentados desde las entrañas de los regímenes totalitarios también son útiles para socavar democracias.
Moldear el pensamiento, reingeniería del alma
Suzanne Nossel, directora ejecutiva de PEN America, en su ensayo sobre “Las verdaderas guerras culturales”, afirma que los regímenes autoritarios entienden que el control de la sociedad va más allá de la fuerza policial o judicial. Implica moldear la percepción del mundo de sus ciudadanos y cómo el mundo los percibe a ellos.
Cita como ejemplo que, en 2020, China implementó una nueva ley de seguridad nacional en Hong Kong, buscando fortalecer su vínculo con el territorio. Esta ley no solo prohibió la “secesión” y la “subversión”, también intensificó el control sobre museos e instituciones artísticas. Los líderes culturales fueron advertidos para distinguir entre “expresión artística” y obras que podrían “incitar al odio, destruir relaciones entre lugares o socavar la seguridad nacional”, apunta. En el continente, el Partido Comunista Chino ha limitado cada vez más las películas extranjeras. Invirtiendo en producciones nacionales que refuerzan sus narrativas preferidas.
Las autocracias también buscan controlar la cultura para mantener el poder. Por ejemplo, Cuba encarceló al cantante Maykel Castillo Pérez, ganador de un Grammy Latino, por su activismo. En abril de 2023, se reveló que Irán había creado un comité secreto para elaborar listas negras de artistas que apoyaban protestas callejeras. En 2020, Hungría implementó un nuevo plan de estudios que enfatizaba el orgullo nacional y minimizaba las derrotas del país en tiempos de guerra.
Cultura y geopolítica
Las democracias y las autocracias están librando una batalla global a través de medios militares, políticos, económicos y diplomáticos. El resultado de esta contienda dependerá en gran medida de la cultura. La percepción que los ciudadanos tienen del mundo está influenciada por la música que escuchan, los libros que leen, las películas y la televisión que ven, el arte que admiran, los museos que visitan y los libros de texto que estudian. Lo que coloca a la cultura en el centro de la geopolítica. Con amplias implicaciones para las relaciones internacionales.
Durante gran parte del siglo XX, los gobiernos poderosos fueron los principales actores en las contiendas culturales. Promovían las formas de vida de sus países y exhibían ejemplos de logros nacionales. Hoy en día, las autocracias buscan imponer sus narrativas e ideologías tanto a nivel nacional como internacional. Sus oponentes más eficaces no serán los agregados culturales occidentales, sino los autores, artistas y comisarios que trabajan en los mismos campos de batalla que están en juego en todo el mundo.
En lugares como Ucrania y Uganda, los actores culturales con potencial para contrarrestar la autocracia son autóctonos de estas sociedades en disputa. Capaces de evocar tradiciones, relatos, historias e ideas integrales de las identidades nacionales. Al apoyar a estos guardianes y creadores de la cultura, los opositores al autoritarismo pueden fomentar una potente fuerza en favor de la libertad.
Dos modelos confrontados
Nossel acota que los dictadores han comprendido durante mucho tiempo que la producción de artistas, músicos, cineastas, autores, dramaturgos y académicos se puede utilizar para reforzar su poder. El totalitarismo demanda el control de la vanguardia de una sociedad, de sus mentes más inventivas, independientes y potencialmente subversivas. Regímenes represivos como la Alemania nazi y la Unión Soviética regulaban estrictamente e incluso dictaban los límites del arte, la música y la literatura permitidos.
Durante la Guerra Fría, los líderes del bloque del Este utilizaron el arte para retratar una vida comunista idealizada. Por otro lado, el gobierno de Estados Unidos promovía el arte que realzaba su imagen de país libre y próspero, con la esperanza de motivar a la gente detrás del Telón de Acero a rechazar el comunismo. El Congreso para la Libertad Cultural, fundado en Berlín Occidental en 1950 con el apoyo de la CIA, apoyó revistas, conferencias y periódicos anticomunistas y proporcionó ayuda directa a artistas y escritores con el objetivo de moldear la opinión mundial.
Sin embargo, los estadounidenses comenzaron a desconfiar de la intervención del Estado en los asuntos culturales. El Miedo Rojo y la era McCarthy, cuando las autoridades estadounidenses atacaron a artistas, escritores y cineastas etiquetados como simpatizantes comunistas, destacaron los peligros de la intromisión gubernamental en los ámbitos del arte y la creatividad. Desde la década de 1970, los esfuerzos oficiales de divulgación cultural de Estados Unidos se han centrado en intercambios académicos y artísticos, programas educativos y giras que fomentan los lazos y muestran la cultura sin tratar abiertamente de inclinar la mesa geopolítica.
Reescribir de la historia
La directora ejecutiva de PEN America, resalta la compleja relación entre el arte, la cultura y el poder político, y cómo estos elementos pueden ser utilizados para influir en la percepción y el pensamiento de las personas. Los líderes autoritarios contemporáneos -dice- ven la cultura como una herramienta esencial que, si no se controla firmemente, podría caer en manos enemigas.
Los esfuerzos actuales para dictar la cultura son especialmente evidentes cuando se trata de escribir y presentar la historia. Por ejemplo, en Rusia, el presidente Vladimir Putin intenta rehabilitar el legado de Stalin. Mientras suprime los esfuerzos para desenterrar las atrocidades y abusos del pasado soviético.
La guerra de Rusia contra Ucrania tiene a la cultura como motivación y medio. La invasión de Putin buscaba validar su afirmación de que nunca ha existido una nación e identidad ucranianas. Rusia ha impuesto el uso de libros de texto rusos en los territorios ocupados y ha atacado museos, bibliotecas y monumentos ucranianos.
Disciplinar el pensamiento
El último relato oficial de la historia del Partido Comunista Chino, publicado en 2021, dedica más de una cuarta parte de sus páginas a los primeros nueve años en el poder de su líder, Xi Jinping. Este relato, que da forma a programas escolares, exposiciones, libros y películas, busca reforzar la imagen de Xi como la personificación del destino manifiesto de China.
Las democracias en retroceso también han visto a los demagogos adentrarse agresivamente en el ámbito cultural. Desde que se convirtió en primer ministro de Hungría en 2010, Viktor Orban ha sometido a instituciones artísticas y universidades anteriormente independientes a la supervisión del Gobierno. Antes de su derrota en las elecciones de finales de 2023, el gobierno populista de Polonia despidió a historiadores y conservadores de museos por no propagar suficientemente el patriotismo.
Incluso en Estados Unidos, la cultura se ve arrastrada por las agendas políticas. Varios estados controlados por los republicanos han impuesto miles de prohibiciones de libros y han propuesto y promulgado cientos de restricciones legislativas a la enseñanza y el aprendizaje en escuelas y universidades.
Colándose por los resquicios
Los líderes autoritarios de hoy ven la cultura como una herramienta esencial para su poder. Pero, según Suzanne Nossel, el Estado rara vez tiene la última palabra en materia de cultura. Incluso en la Unión Soviética, los disidentes lograban difundir sus ideas y su arte a través del samizdat. Redes clandestinas que copiaban y distribuían obras censuradas y subversivas. Cuentos, obras de arte, poesía y otras formas de expresión pueden servir de anticuerpos contra el autoritarismo. Al plantear preguntas, desafiar la moralina, fomentar la empatía y ofrecer visiones alternativas del futuro.
Hoy en día, tanto en las autocracias como en las democracias tambaleantes, académicos, escritores, activistas y artistas siguen oponiéndose a las narrativas del Estado. En lugares donde no se toleran las protestas ni los desafíos políticos directos al régimen, la disidencia puede encontrar voz a través de la música, la poesía, el arte, la ficción, la televisión y la escritura de la historia. A veces, son celebridades o músicos populares, como Bobi Wine en Uganda, los que consiguen un seguimiento masivo para desafiar a un régimen arraigado.
En 2017, el presidente ucraniano Petro Poroshenko despojó de la ciudadanía a su principal rival político, el expresidente georgiano Mikheil Saakashvili. Sin embargo, no vio venir a Volodímir Zelensky, una estrella de la televisión sin experiencia en política. La popularidad de Zelensky le impulsó a la presidencia y, tras la invasión rusa de Ucrania, a los anales de la historia.
Resistencia vs autoritarismo
La cultura ha contribuido a hacer retroceder la marea autoritaria en algunos países. La galardonada película de la cineasta polaca Agnieszka Holland, “Frontera Verde”, se enfrentó a una feroz oposición gubernamental por su descripción de las autoridades polacas y los guardias fronterizos maltratando a los inmigrantes. A pesar de la censura y las advertencias del gobierno, la película se convirtió en el segundo estreno más taquillero del año en el país. A medida que se acercaban las elecciones, los polacos votaron y derrocaron al Partido Ley y Justicia de Duda. Poniendo fin a sus ocho años de gobierno.
Para la directora ejecutiva de PEN America, los artistas y creadores culturales han demostrado ser una fuerza poderosa en la resistencia contra los regímenes autoritarios. En Brasil, por ejemplo, la comunidad artística desafió al gobierno del presidente populista Jair Bolsonaro.
A pesar de los intentos del gobierno de retrasar el estreno de una película sobre el político y guerrillero de izquierda Carlos Marighella, la película se convirtió en la más vista del país en 2021. Además, novelas importantes que abordaban la historia de la esclavitud de los negros en el país, un tema tabú durante mucho tiempo, se convirtieron en superventas, situando la narrativa afrobrasileña en la corriente dominante.
Poder de la cultura
En Ucrania, la cultura ha sido una fuente de unidad y resistencia frente a la agresión rusa. Escritores, cineastas y artistas ucranianos han organizado lecturas, exposiciones y han promocionado sus obras tanto a nivel local como mundial. Incluso en lugares donde el autoritarismo está profundamente arraigado, los creadores de cultura pueden jugar a largo plazo.
En “Sparks: China’s Underground Historians and the Battle for the Future”, el periodista Ian Johnson argumenta que los escritores, cineastas y artistas que se oponen a las historias dictadas por el Estado pueden tener las claves de un futuro más allá del Partido Comunista Chino.
Según Nossel, Estados Unidos y sus aliados pueden utilizar el poder de la cultura como defensa contra el autoritarismo sin recurrir a las tácticas duras y a veces oscuras de épocas pasadas. La diplomacia pública estadounidense ya busca fomentar la familiaridad y las asociaciones positivas con la cultura estadounidense a través de giras, intercambios y programas educativos. Las empresas tecnológicas y las películas de Hollywood, entre otras exportaciones culturales estadounidenses populares, también contribuyen a fortalecer la influencia del país.
Distinto a modelos pasados
A diferencia de lo que ocurrió durante la Segunda Guerra Mundial o la Guerra Fría, Estados Unidos no debería tratar de difundir la cultura estadounidense para contrarrestar la labor de las autocracias. Sólo provocaría reacciones violentas. “En su lugar, el gobierno estadounidense, sus aliados y los actores de la sociedad civil deberían reforzar la labor de los pensadores y creadores independientes que trabajan en sus propios países”, opina Nossel.
Por ejemplo, los artistas ucranianos y otros creadores culturales podrían beneficiarse mucho de ese apoyo material. El gobierno de Estados Unidos y el World Monuments Fund han dedicado recursos a la reconstrucción de lugares culturales ucranianos destruidos en la guerra. Además, por un costo bastante bajo, la embajada de Estados Unidos o la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional podrían suministrar libros, material artístico e instrumentos a académicos, músicos, artistas y escritores ucranianos, ayudándoles a seguir produciendo y distribuyendo sus obras en tiempos de guerra.
Estados Unidos y otros países podrían tomar medidas para reforzar y hacer cumplir mejor la protección mundial de la libertad artística. Los artistas y escritores que se convierten en blanco de gobiernos represivos necesitan canales accesibles y sólidos de ayuda económica, asesoramiento y apoyo. Se necesita más financiación para las redes mundiales existentes que protegen a los artistas en el mundo real y en Internet. Para defenderlos de la represión que se ejerce contra ellos, les ayuden cuando la represión gubernamental agota sus ingresos y les consiguen visados para el extranjero cuando el exilio se convierte en su única opción viable.
Más apoyo a la cultura democrática
Las tácticas tradicionales para reforzar la democracia se han quedado cortas, según Nossel. Los gobiernos occidentales deberían reconocer que los creadores culturales son una parte integral de la resistencia al autoritarismo. El personal de las embajadas estadounidenses debería esforzarse por establecer relaciones con figuras culturales clave. Entender sus necesidades y estudiar cómo Estados Unidos podría apoyar su trabajo de manera efectiva sin comprometerlo ni ponerlo en peligro.
Los artistas e intelectuales que viven en entornos represivos anhelan la oportunidad de compartir su trabajo, lograr que se distribuya, asistir a conferencias y congresos internacionales. Y obtener una mayor visibilidad en su país y en el extranjero a través de publicaciones, entrevistas, eventos y apariciones. Apoyo que puede ofrecer un sustento profesional y creativo. Así como elevar el perfil público de las figuras culturales como un posible escudo contra la persecución.
El objetivo de estos esfuerzos debería ser ensalzar y celebrar a los verdaderos pensadores creativos y sus obras. En lugar de dar forma a lo que estos pensadores dicen o producen. Este enfoque evita los escollos de la propaganda o de una visión del mundo centrada en Occidente. También evita adoptar el enfoque autoritario de intentar controlar los medios de comunicación para propagar un mensaje dictado desde arriba.
Creadores de democracia
La cultura puede parecer un espectáculo secundario en un mundo desgarrado por múltiples guerras, competencia económica y confrontación política. Las tácticas tradicionales para reforzar la democracia mediante elecciones y creación de instituciones han fracasado por décadas, con los barómetros de la libertad mundial en caída libre.
Para Suzanne Nossel la falta de avances habla de la necesidad de activar nuevas fuerzas y tácticas. Se necesitan estrategias innovadoras para penetrar más profundamente en los sistemas de gobierno vulnerables. Los autores, cineastas, artistas y músicos son quienes se dedican a explotar miedos, creencias y aspiraciones profundamente arraigadas en las sociedades. Dando forma a las esperanzas, percepciones, sentido de lo que es posible y deseo de cambio de los ciudadanos. Para sobrevivir y prosperar, la democracia depende de la voluntad popular. Esa voluntad no puede fabricarse ni avivarse desde el exterior. Pero puede ser suscitada y cultivada desde dentro por quienes mejor conocen una sociedad: sus creadores culturales.