Han pasado 105 años de su muerte y el pintor modernista austriaco Gustavo Klimt siempre regresa a la actualidad por alguna novedad sobre su obra. Está vez porque la Inteligencia Artificial logró devolver los colores a tres de sus obras monumentales que fueron quemadas por los nazis en 1945.
Google Arts & Culture y especialistas del Museo Belvedere de Austria consiguieron “rescatar” los colores vibrantes de Medicina, Jurisprudencia y Filosofía, conocidas como la serie Pinturas de las Facultades que el pintor entregó a la Universidad de Viena en 1907. Le fueron encargadas por el Ministerio de Educación en 1894, pero el centro de estudios las rechazó una vez finalizadas. Las consideró pornográficas y quedaron relegadas a colecciones privadas. Klimt desde 1894 a 1907 cambió mucho como artista.
De 4 metros de alto, las pinturas representaban la Filosofía, Medicina y Jurisprudencia, una alegoría de las facultades vienesas impregnadas por el particular simbolismo del autor que no escatimó en desnudos, neblinas cósmicas e imágenes amenazantes. Las tres pinturas fueron devueltas por los académicos y más tarde los políticos de la época iniciaron una ola de críticas. Las consideraba pornográficas y de mal gusto. Las autoridades universitarias se escandalizaron ante el cuadro Filosofía. «Klimt no fue forzado a traernos locura en forma de pintura”, dijeron.
La prensa de la época recogió detalladamente los colores y las formas de las Pinturas de las Facultades. En 1903, el periodista Ludwig Hevesi describió en un artículo el contenido de Jurisprudencia. «Tres diosas vengadoras de forma aterradoramente hermosa, con serpientes doradas en el pelo, rodean amenazadoramente un infierno de lujo con instrumentos de tortura de oro incrustados con diamantes. Los mártires sangran rubíes”, detalla.
Las obras rechazadas acabaron en el castillo de Schloss Immendorf, en un intento de ponerlas a salvo de los nazis en la Segunda Guerra Mundial.
El algoritmo devolvió el color con fotografías en blanco y negro
Franz Smola, comisario del Museo Belvedere y experto en la pintura de Gustav Klimt -uno de los pintores más brillantes de la Secesión Vienesa- explicó que el algoritmo se alimentó de múltiples obras de Klimt y adquirió conocimiento sobre su uso de formas y colores. «Luego determinamos ciertos colores para ciertos motivos, trabajó con ellos y transformó esta información en resultados lógicos. Estoy seguro de que lo obtenido se acerca bastante al aspecto original», afirmó.
En 1928, la serie de tres pinturas se exhibió en la 99 Secesión de Viena y allí fueron fotografiadas en blanco y negro. Entonces el uso del color no se había generalizado. Muchas obras de Klimt fueron destruidas por los nazis. La consideraban “arte decadente”. Ahora recobraron el color gracias a un algoritmo desarrollado con imágenes y documentos históricos.
“Desarrollamos una herramienta basada en Machine Learning que colorea obras de arte. La aplicamos a tres pinturas de Gustav Klimt que los nazis quemaron al final de la Segunda Guerra Mundial. Solo había fotografías en blanco y negro”, explicó Emil Wallner de Creative Coder de Google Arts & Culture Lab.
Un trozo de Medicina produjo el milagro
Se afirma que fueron quemadas la noche del 8 de mayo de 1945 por los nazis, era arte pervertido. Sin embargo, un trozo del cuadro Medicina se salvó del fuego y se conservaba. Con ese fragmento comenzó el trabajo entre el Museo Belvedere y Google Arts & Culture. Fue posible el milagro.
Las tres pinturas encargadas por la universidad se mantuvieron ocultas durante años. Klimt murió a los 55 años, pero su existencia transcurrió en un momento de entusiasmo artístico en la ciudad de Viena. La ciencia y el arte avanzaban a pesar de que los sectores conservadores se resistían. El estilo de Klimt dejó huella en el arte del siglo XX. Entonces, la capital del Imperio austrohúngaro tenía una clase mercantil y profesional prospera que daba vida a la ciudad, aunque todavía Austria estaba regida por la desgastada monarquía de los Habsburgo.
Antes de la Primera Guerra Mundial, Viena experimentaba cambios culturales importantes. Klimt era un pintor con formación académica, pero no tardó mucho en convertirse en un transgresor. Era el momento en que Stefan Zweig publicaba sus obras, el compositor Gustav Mahler se hacía famoso con su música y Sigmund Freud se abría camino en los estudios psicoanalíticos.
Estudió gracias a una beca
Klimt fue un niño pobre. El segundo de siete hermanos de una familia con intereses artísticos, pero con poco dinero. Hijo de un humilde inmigrante grabador de oro y de una mujer que renunció a su sueño de cantar ópera, El trabajo escaseaba. De niño muchas veces no podía salir de casa, porque no tenía pantalones, según una de sus hermanas. Pero logró destacarse y a los 14 años recibió una beca para estudiar en la Kunstgewerbeschule, la Escuela de Artes y Oficios de Viena, donde se formaría hasta 1883 como pintor y decorador de interiores.
En un principio se sometió a los dictados de la educación artística clasicista, por eso sus primeras obras se consideran académicas. El talento le sirvió a Klimt para ascender socialmente y más nunca le preocupó no tener pantalones. Prefería vestir largas túnicas al más puro estilo mesías.
En 1879, con su hermano Ernesto y su amigo Franz Matsch fundó la Künstlercompagnie, la “compañía de artistas”, dedicada a decoraciones. Los grandes mecenas vieneses le encargaron trabajar en algunos de los edificios más opulentos de la capital, como el Burgtheater. Entre 1886 y 1888, los tres hombres produjeron unos frescos impresionantes en el techo de las dos escalinatas.
En uno reprodujo el antiguo Teatro de Taormina, en Sicilia; en otro, el Globe Theatre de Londres, con la escena final de Romeo y Julieta de Shakespeare, y, al fondo, en su único acercamiento al autorretrato, el artista se plasmó en la escena junto con sus dos colaboradores. El emperador Francisco José quedó tan satisfecho que les otorgó la Cruz de Oro al Mérito.
La ruptura y el nacimiento de la Secesión vienesa
Las muertes de su padre y de su hermano en 1892 lo marcaron profundamente y lo impulsaron a romper con su pasado. En 1897 lideró un movimiento artístico llamado la Secesión, junto con otros 19 artistas y arquitectos, que rompió sus vínculos con la Sociedad de Artistas de Viena por sus posturas rígidas. Con la idea de abrirse a nuevas formas de hacer arte, se alejó de lo establecido y se interesó en el arte que nacía en otras ciudades de Europa.
“A cada época su arte. Al arte su libertad”, era el lema que preside la fachada de la casa de la Secesión de Viena, movimiento emergente modernista que lideró Klimt contra los principios academicistas en la época dorada de la ciudad, a finales del siglo XIX.
Para conocerme, vean mi obra
Klimt era reservado y llevaba una vida discreta. Nunca quiso demasiado la fama. «Estoy seguro de que, como persona, no soy particularmente interesante. No tengo nada especial. Soy un pintor que trabaja día tras día de la mañana a la noche, más que todo en retratos. Quien quiera saber de mí, debe observar cuidadosamente mis obras», dijo.
En sus pinturas quedó representada su pasión inagotable por la naturaleza femenina. Les fascinaron las mujeres y fueron, entre otras cosas, sus confidentes, amigas y amantes. Su arte está lleno de esa atracción. Klimt no hablaba de sus relaciones, pero pudo seducir a señoras de todas las clases sociales, especialmente de la alta sociedad que posaban para él.
Un seductor con un atractivo particular
Este artista tenía facciones fuertes, pelo y barba desordenados, vestía la túnica mesiánica y, según una de sus modelos de alta sociedad, expedía un olor animal, un detalle que no le impedía ser un seductor. En su estudio era frecuente encontrar modelos desnudas o con poca ropa. Nunca se casó, pero algunos biógrafos aseguran que tuvo al menos 14 hijos con Emilie Louise Flöge. El número de hijos es un dato difícil de confirmar.
Aunque rompió nexos con los artistas académicos y su vida estaba de espaldas a las costumbres conservadoras, nunca fue polémico. Le daba pánico hablar y escribir. Fiel a sí mismo, desarrolló un estilo tan personal como sensual. El ornamento, lo dorado y lo femenino describen su obra.
En 2006, Ronald S. Lauder, heredero de la reina de la cosmética Estée Lauder, pagó 135 millones de dólares por el impresionante retrato que Klimt le hizo a Adele Bloch-Bauer I en 1907. Una cifra récord en el momento para uno de los cuadros más representativos de la era dorada del artista (1903-1909).
La venta agitó el mundo del arte. Los incrédulos, entre ellos Waldemar Januszczak, uno de los críticos más respetados de Inglaterra, protestaron públicamente por el inmenso valor asociado a la obra de un artista que no cambió el arte, ni le pintó a la humanidad como lo hicieron Van Gogh o Bacon, y tampoco reescribió la cultura universal como Picasso.
En junio de 2023, la pintura de Klimt, Dame mit Facher (Dama con abanico), el último retrato que hizo antes de su inesperada muerte en 1918, se vendió por 99,2 millones de euros en la casa Sotheby’s de Londres. Se convirtió así en la obra más cara subastada hasta ahora en Europa y marcó un nuevo récord para el artista.
Pocas obras, pero fáciles de reconocer
Del pintor austriaco solo quedan las pocas obras que sobrevivieron al fuego, pero las que quedan son fáciles de reconocer. Entre estas se destaca el Friso de Beethoven, el retrato de Adele Bloch-Bauer I, que muchos llaman la Mona Lisa de Austria, y el famoso y reproducido cuadro El beso. Muchos consideran que simboliza el amor intenso y sexual, “el punto en el que todo lo demás se olvida”. Quienes lo han visto de cerca aseguran que “cambia la vida”.
El arte de Klimt, como sucede con los grandes maestros, supera presencialmente las expectativas del espectador. Por cada detractor, hay un admirador de su arte. Sus obras se describen como oníricas, misteriosas y rompedoras de la barrera entre las artes decorativas y las bellas artes. «Klimt hizo protagonista a la mujer, sexual y poderosa», según el crítico Jonathan Jones.
Jones afirma que a Klimt no se le puede reducir a un artista de belleza superficial. «Las pinturas que hizo para la Universidad de Viena fueron los primeros grandes trabajos revolucionarios del siglo XX. Les recordaba a los críticos que los nazis quemaron muchas obras de Klimt en el último día de la guerra porque revelaban tintes más profundos que los que mostraba a simle vista, explicó.
Después de 105 años de su muerte, varias exposiciones en Viena y en varios museos de Europa ponen la lupa en un artista que lideró un cambio de paradigma en el arte de la época con su propia evolución, y que, con una fuerte dosis erótica, que vivía y transmitía en su vida personal, agitó el escenario social.
Conoce a Emilie Flöge
El año 1889 durante un viaje por Europa, el artista entró en contacto con el trabajo de incrustaciones de oro y comenzó a aplicar esta técnica en sus obras. Poco después, conoció a la mujer con la que iba a pasar el resto de su vida, pero no de manera exclusiva: la diseñadora de moda Emilie Louise Flöge.
Los historiadores disienten sobre esta relación larga y tormentosa. Se cree que tuvieron 14 hijos juntos, pero Klimt se negó a casarse con ella y le fue sistemáticamente infiel.
Al pintor lo llamaban millonarios de la época, para que retratara a sus esposas. El empresario azucarero Ferdinand Bloch le pidió que pintara a su mujer, Adele Bloch-Bauer que quedó inmortalizada en dos retratos: uno de 1907 y otro de 1912, rebautizado por los nazis como La dama de oro. Se sospecha que pudo haber un romance entre Klimt y Adele.
Se supo rodear de quienes pudieran pagar por su trabajo y de personalidades brillantes de la época. En la casa el escritor Stefan Zweig se relacionaba con mecenas, con los músicos Alma y Gustav Mahler, el psicoanalista Sigmund Freud o el filósofo Ludwig Wittgenstein. Precisamente, la hermana de este pensador, Margarete, fue otra musa de Klimt.
Mala salud y fallecimiento
En 1911, Klimt fue galardonado con el primer premio de la Exposición Universal de Roma por su obra Vida y muerte. Los años siguientes fueron especialmente duros por los reveses de su salud. Tras la muerte de su madre en 1915, Klimt sufrió un infarto, una neumonía y una gripe fuerte. El 6 de febrero de 1918 murió. Antes de fallecer preguntó por Emilie, la mujer con la que compartió gran parte de su vida y a la que le dejó en herencia la mitad de sus obras.
Klimt dejó en su taller un número considerable de obras inacabadas, muchas de las cuales fueron confiscadas años después por los nazis.
Las otras mujeres de Klimt no fueron pocas y fueron retratadas para reflejar lo mejor de su obra. Fueron sus contemporáneas, amigas y damas influyentes de la sociedad vienesa como Margaret Stonborough-Wittgenstein, Möda Primavesi, Fritza Riedler, Hermine Galia, entre tantas otras. Destaca Emilie Flöge, la mujer del famoso cuadro El beso (1907-1908), con el que Klimt alcanzó una imponente sensualidad mediante la abstracción compositiva.
En uno de sus cuadros Klimt escribió una frase del poeta alemán, Friedrich Schiller que deja una lección a quienes siguen su propio camino: “Si no puedes complacerlos a todos con tus actos y arte, complace solo a algunos. Complacerlos a todos es malo”.