Por 360.dkvseguros.com
28/06/2018
¿Sabías que más de la mitad de la población mundial con obesidad vive en países en vías de desarrollo?. Solo entre 1980 y 2008 el número total de personas con sobrepeso creció en 890 millones. En los países pobres, se ha multiplicado por tres. Un drama que, cada vez más, se centra en los estratos bajos de las sociedades.
La buena noticia es que la desnutrición remite a pasos agigantados en los países emergentes. La mala, que la obesidad avanza a más velocidad si cabe. En México, el país con más niños con sobrepeso del mundo, este problema sanitario, que puede traducirse en diabetes, disfunciones coronarias, desgaste de articulaciones o derivar en diferentes tipos de cáncer, ya supone el 7% de su gasto anual. Un estudio reciente del think tank británico Overseas Development Institute puso recientemente en negro sobre blanco un drama que, cada vez más, se centra en los estratos bajos de las sociedades: de cada diez personas obesas del planeta, seis viven en países en desarrollo.
“Hasta hace una década, Estados Unidos era el referente en población con sobrepeso. Ahora, los países emergentes siguen la misma tendencia, con el agravante de que adquieren estos malos hábitos de golpe. La causa es el protagonismo de los alimentos procesados en la dieta. El alcohol también está aumentando, lo que genera obesidad. Y hay que tener en cuenta que en estos países están irrumpiendo las nuevas tecnologías, que llevan al sedentarismo”, dice el dietista nutricionista Álex Vidal, del instituto Alimentat.
“Después de la transición alimentaria ha salido un nuevo concepto que se llama la doble morbimortalidad de la obesidad”, dice Aitor Sánchez, nutricionista y divulgador habitual en los medios de comunicación. Lo explica: “En los países en vías de desarrollo, hay gente que muere por desnutrición y al mismo tiempo gente que lo hace por exceso de obesidad. Es por la falta de micronutrientes, o sea, vitaminas y minerales, fundamentalmente. Les falta lo funcional. Toman energía, pero no se nutren».
La desnutrición sigue siendo un problema acuciante que siempre ha estado en el punto de mira de las Naciones Unidas. La obesidad debería empezar a estarlo. “Hay noticias para el optimismo”, dice el responsable de Salud y Nutrición de Acción contra el Hambre, Antonio Vargas. “Hoy hay 96 millones menos de niños con desnutrición crónica que hace 25 años. Y en solo un año 15 países más podrían cumplir con los objetivos de reducción marcados para 2025 por la Asamblea Mundial de la Salud”. Y advierte: “Lo cierto es que los avances podrían ser mucho más rápidos y hay que seguir con especial atención el aumento de la obesidad. Una nueva amenaza para la salud nutricional de la que no se salva ningún país en el mundo».
David del Campo, director de Cooperación Internacional de Save the Children, anunciaba en la página web de la ONG: “Existen muchos tipos de malnutrición. De 652 millones de niños, 161 millones sufren desnutrición crónica, 50 desnutrición aguda y 42 obesidad. La obesidad y las enfermedades relacionadas están costando hasta un 20% de los presupuestos sanitarios en el mundo”. Más de la mitad en los países con las rentas más bajas.
El acceso a buenos alimentos no es suficiente
El problema de la obesidad no deriva solo de la pobreza y la falta de cultura alimentaria en las regiones con menos recursos. También es coyuntural. Según la investigación del think tank británico, los precios de las verduras se duplicaron en los últimos 20 años en China, en paralelo al alza en la obesidad, con una relación de causa-efecto indiscutible. “Las consecuencias políticas son claras”, dijo Steve Wiggins, economista especializado en agricultura y autor principal del estudio, en su presentación a la Fundación Thomson Reuters.
“Los gobiernos deberían comenzar a usar los impuestos y subsidios para acercar a las personas a dietas más saludables”, añadió, y puso un ejemplo: “De los países estudiados, México tiene los problemas más serios en relación con el consumo de comida basura. Aproximadamente dos tercios de su población es obesa o tiene sobrepeso. En respuesta a la obesidad y a una epidemia de diabetes tipo 2, México ha impuesto un gravamen a las bebidas azucaradas”.
Medidas como gravar las bebidas con exceso de azúcar tienen, en muchos casos, el mismo efecto que el picotazo de un mosquito en un elefante. Sobre todo en las grandes multinacionales de refrescos. “El problema es que las políticas intervencionistas funcionan si repercuten en el ciudadano”, dice Sánchez. Si gravas los productos de una gran compañía que tiene margen financiero para mantener el precio, entonces no sirve para nada. El ciudadano no lo dejará de consumir. Hacen falta políticas más contundentes. Aquí las ejerce la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria. Tienen la capacidad de poner límites. Pero no velan por nuestros intereses como debieran. Porque las decisiones las toma un lobby muy poderoso como es la industria alimentaria. Las grandes empresas tienen mucho poder y mil formas de ejercer presión. Esta es una situación que se agudiza en países menos desarrollados, donde aún hay menos controles”.
¿Quién vigila al vigilante?
Aitor Sánchez cree que la base del problema es la autorregulación, que se da demasiado en muchas economías, incluso en las que no están consideradas como liberales. Una vez más, pone el ejemplo de nuestro país. “Nuestra estrategia de salud pública para combatir la obesidad infantil se llama NAOS [Estrategia para la Nutrición, la Actividad Física y la Prevención de la Obesidad]. En su diseño ha intervenido en gran medida la industria alimentaria, y esto incluye aspectos como la publicidad, el mensaje. Tenemos galletas con formas de dinosaurios avaladas por la Asociación de Pediatría con un nivel de azúcar y harinas refinadas muy por encima del recomendable, más en el caso de un niño».
«Está claro que si dejas la salud pública en manos del mercado, el ciudadano sale perjudicado. En los países emergentes, especialmente las clases medias y bajas, tienen una cultura mucho más permeable a todos estos mensajes de la industria”. Y se va al polo opuesto para explicarlo. “El ejemplo contrario lo tenemos en los países nórdicos. Tienen mucho más poder adquisitivo y además son muy proteccionistas en cuanto a la publicidad. Ningún niño puede ver comida basura en la tele. ¿Resultado? Tienen las menores tasas de obesidad infantil de Europa. En Suecia no podrían emitir un anuncio diciendo que un bollo con chocolate tiene hierro, por ejemplo”, apunta.
Aitor Sánchez concluye: “El impacto en una economía avanzada ya es enorme. Si, partiendo de esto, tenemos en cuenta que el porcentaje de obesos es ahora mayor en países pobres, en los que el sobrepeso empieza a ser una causa de mortalidad aún mayor que la desnutrición, está claro que es un problema que debería estar ya en las prioridades de las agendas de las instituciones públicas”.
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