Narges Mohammadi tiene más de 25 años como activista de los derechos humanos en Irán. Ganó el premio Nobel de la Paz este año y actualmente está presa y bastante enferma. Como le negaban el traslado al hospital, se declaró en huelga de hambre. Las autoridades condicionaban la atención médica a que usara el velo.
A pesar de su delicado estado de salud se negó a usarlo. La presión nacional e internacional la trasladaron a un centro médico y abandonó la huelga de hambre. Su familia en Francia estaba muy preocupada. La activista tiene un padecimiento cardiaco delicado que requirió una intervención quirúrgica. En su declaración al iniciar la huelga declaró que protestaba contra «la política de la República Islámica que retrasa y descuida la atención médica de los presos enfermos y contra el uso obligatorio del velo islámico». Ninguna se justifica en el siglo XXI
Amnistía Internacional denuncia constantemente que en Irán los presos políticos enfermos son deliberadamente descuidados. «Les dan la medicación tarde o no los llevan al hospital. A Narges la condenaron en enero pasado a 10 años y 8 meses de prisión y a 154 latigazos por delitos relacionados con la seguridad nacional o “difundir propaganda”. En realidad publicó un libro llamado Tortura blanca. Su lema es: «Este país no será libre, hasta que las mujeres sean libres». El juicio duró 5 minutos y Narges no tuvo un abogado para su defensa. Decidió no apelar y le asignaron como centro de reclusión la cárcel de Evin, en Teherán.
Siguen las ejecuciones y la represión
«Como Irán no es actualmente el foco de la atención pública mundial, el gobierno teocrático aprovecha para intimidar a la población y ejecutar muchas sentencias de muerte», publicó Amnistía Internacional. Un informe de la ONU señala que Irán ejecutó 419 personas en los primeros 7 meses de 2023, un 30% más que en el mismo período de 2022. El secretario general de la ONU, António Guterres, acusó a Teherán de ignorar los principios del imperio de la ley. Pero no hubo consecuencias. Fueron palabras al vacío. Las agresiones salvajes de la policía a las jóvenes que no llevan velo se repiten constantemente, a pesar de las protestas y el rechazo internacional.
Narges Mohammadi es vicepresidenta del Centro de Defensores de los Derechos Humanos en Irán, que fundó la también premio Nobel Shirin Ebadi. Se licenció en Física y lucha por los derechos humanos desde hace 25 años. En 1998 fue encarcelada por primera vez. Actualmente tiene 51 años y en febrero sufrió un ataque al corazón. Los médicos de la prisión no le prestaron mayor atención y la fiscalía negó su traslado a un centro hospitalario. Su cuadro empeoró y sufrió otros ataques seguidos hasta que fue llevada a un hospital donde fue operada de urgencia.
Antes de completar su recuperación y contradiciendo la opinión de los médicos tratantes, tres días después de la intervención fue llevada a prisión. Su salud ha empeorado mucho en sus largos periodos de encierro.
Tortura blanca
Mohammadi fue encarcelada esta vez por la publicación del libro Tortura blanca, en el que describe las experiencias de maltrato y tortura en las cárceles iraníes. Como los encierros en celdas totalmente aisladas por largos periodos. El libro empieza así: “Estoy escribiendo este prefacio en las últimas horas de mi permiso en casa. Muy pronto me veré obligada a regresar a mi prisión. Esta vez me declararon culpable por el libro que tienes en tus manos: Tortura blanca”.
Mohammadi ha sido arrestada 13 veces, condenada 5 veces y sentenciada a un total de 31 años de prisión. Su condena actual es “por poner en peligro la seguridad nacional difundiendo propaganda». Cuando sus hijos estaban pequeños le negaban el contacto..
En 1999, se casó con Taghi Rahmani, un colega también con ideas reformistas que también fue encarcelado. Pagó una condena de 14 años. Actualmente está exiliado en Francia junto con los dos hijos del matrimonio, los gemelos Alí y Kiana. Mohammadi decidió quedarse en Irán y seguir luchando por los derechos humanos. Admitió que no tiene ninguna perspectiva de libertad. «Sin embargo, el pabellón de mujeres de Evin es uno de los pabellones de presas políticas más activos, resistentes y alegres de Irán», proclamó.
Denuncia activa de las violaciones
A pesar de haber estado encarcelada por largos periodos desde 2010, ha conseguido denunciar internacionalmente los abusos que sufren las mujeres en Irán. En 2022 publicó una carta en la que donde expuso que las mujeres detenidas en las protestas antigubernamentales eran abusadas sexual y físicamente por los guardias de la moral. La protestas eran, precisamente, con la muerte bajo custodia policial de la joven kurda Mahsa Amini, detenida por no tener bien puesto el velo.
La joven kurda Jina Mahsa Amini, de 22 años, murió bajo custodia policial, después de ser detenida por “llevar el velo de forma inadecuada”. Amini fue trasladada sin vida de la custodia policial al hospital. Tres días después, el 16 de septiembre, fue declarada oficialmente muerta. La protesta que levantó el asesinato no ha cesado en la sociedad iraní, cansada del autoritarismo, la represión y reiterados abusos.
Las protestas masivas comenzaron en el funeral de Jina Mahsa Amini en su ciudad natal, Saghes, localidad kurda del oeste de Irán, y se extendieron rápidamente por todo el país. Las participantes de las protestas fueron inicialmente mujeres jóvenes que gritaban: «Mujer, vida, libertad», pero las concentraciones se hicieron mayores y hubo sitio para los hombres. Estas manifestaciones unieron a la sociedad iraní sin importar las clases sociales y el grado de compromiso con la política actual. Surgieron desde el dolor y exigiendo justicia. Se convirtieron en las mayores y más prolongadas protestas desde la fundación de la República Islámica en 1979.
Más de 500 asesinatos
El gobierno respondió con una escalada de violencia y represión que causó centenares de muertes. Las organizaciones independientes de derechos humanos estiman que las fuerzas de seguridad iraníes mataron 527 manifestantes, entre ellos 17 menores de edad. Activistas de derechos humanos señalan que estas protestas cambiaron de manera irremediable las relaciones políticas y sociales de la sociedad iraní.
El velo es ahora un símbolo de opresión sistemática. Ahora son muchas las mujeres que se niegan a usar el velo y desafían las severas medidas punitivas. Consideran que es un símbolo de opresión y humillación sistemática. Con la llegada a la presidencia el año pasado del ultraconservador Ebrahim Raisí, aumentaron las acciones represivas contra las mujeres que no siguen las estrictas reglas de vestimenta.
Castigos más severos
El 22 de agosto, el Parlamento iraní aprobó una ley que establece multas y castigos más severos en caso de incumplimiento de los códigos de vestimenta islámica y la publicación en Internet de fotos de mujeres sin velo. Hay penas de hasta 15 años de cárcel y la prohibición de salir del país. Los supermercados, restaurantes o museos que permitan la entrada a mujeres sin velo pueden ser cerrados. Las personas que reclamen a las mujeres que usan el velo pagarán 6 meses de cárcel y 74 latigazos.
El escultor iraní Barbad Golshiri dijo que el movimiento ‘Mujer, Vida, Libertad’ está promoviendo una revolución cultural desde el estrato más bajo de la sociedad. «Está cuestionando valores que los déspotas han querido imponer a su sociedad», agregó.
La primera protesta de las mujeres contra el Ayatolá
En 1979, una reunión de jóvenes para celebrar el Día Internacional de la Mujer se convirtió en una gran manifestación. Solo 24 horas antes, “el arquitecto de la revolución iraní”, el ayatolá Ruhollah Jomeini, había decretado que todas las mujeres debían usar el velo islámico en su lugar de trabajo. En un discurso ante miles de simpatizantes en la ciudad de Qom, dijo que según la sharía las mujeres sin el velo iban «desnudas»,
Para protestar por el decreto, más de 10.000 mujeres y hombres salieron a las calles de Teherán a lo largo de 6 días. «Ese día comenzó la lucha entre el ayatolá y las mujeres», aseguró Mehrangiz Kar, de 78 años, abogada y destacada activista de derechos humanos. Mujeres de todas las edades marcharon por las calles de la capital gritando «no hicimos una revolución para ir hacia atrás». En 1980 se prohibió que las mujeres entraran en edificios públicos con la cabeza descubierta, o que acudieran sin velo a su lugar de trabajo. Al año siguiente, el velo se impuso para todas las niñas y mujeres a partir de los 9 años en todos los lugares públicos.