La mujer salió de la costilla del hombre (Génesis 2:22). Los hombres son superiores a las mujeres; las mujeres virtuosas son obedientes y sumisas (Corán). La mujer es mala; cada vez que se presente la ocasión pecará (Sidarta Gautama, budismo). La mujer es lo más corrupto que hay en el mundo (Confucio). Dios, bendito seas, no he nacido mujer (judaísmo).
La humanidad continúa pagando caro las consecuencias de estas frases y ‘enseñanzas’ similares que relegaron a la mujer a un segundo plano y condenaron al mundo a la visión de los hombres que, con sus virtudes y demonios (por falta del contrapeso para el equilibrio), nos siguen plagando de guerras y atrocidades, entre otros muchos pesares.
Nada más lento y complejo que la evolución humana. Corregir los errores y evolucionar toma cientos de años, múltiples generaciones y conflictos de todo tipo. Lo peor es que en ocasiones damos un salto atrás y olvidamos todo lo avanzado. Duele, más que sorprende, que tengamos que poner como ejemplo de actualidad la invasión de Rusia a Ucrania, como si hubiéramos olvidado las miserias y penurias de la Segunda Guerra Mundial y otras tantas atrocidades posteriores. Nuevamente, los hombres acuden a la guerra para demostrar su fuerza, poderío y superioridad. En conclusión, su ego.
Desde Cambio16 seguiremos impulsando la igualdad entre las mujeres y lo hombres para que en todos los ámbitos exista el equilibrio necesario en la toma de decisiones, con la opinión de la mujer y del hombre. Que haya más mujeres en cargos de liderazgo y se produzca una nueva visión del mundo, con las dos partes en juego, y podamos así alcanzar un mayor estado de conciencia colectiva para crear un mundo más humano, justo y regenerativo.
“La igualdad y unidad a la que me refiero entre mujeres y hombres es entre iguales, es decir, con semejanza en la preparación”
La mujer aporta otra manera de percibir y de actuar en el mundo, basado en el entendimiento casi innato de que la esencia de todo radica en el amor. Del amor nacen casi todas las virtudes. La compasión, la piedad, la igualdad, el perdón, el bienestar del prójimo, el sacrificio y la entrega. Son dones mejor internalizados en las mujeres que en los hombres por el solo hecho de dar vida, de ser las reproductoras de la especie.
Dichos dones, más la concienzuda preparación académica y profesional de tantas mujeres, nos colocan en el momento perfecto para el cambio hacia la igualdad absoluta, y que la mujer y el hombre construyan juntos otro mundo mucho mejor. La igualdad y unidad a la que me refiero entre mujeres y hombres es entre iguales, es decir, con semejanza en la preparación. No se trata de igualdad por el simple hecho de la diversidad de genero, sino la igualdad basada en calificaciones, experiencia y capacidades. Como si en una junta directiva o en un gobierno hubiese más mujeres que hombres porque son las mejores preparadas del momento.
Está claro que no vamos a poder resolver los graves problemas que hemos creado mayoritariamente los hombres, como las guerras, la pobreza, las desigualdades insostenibles y las catástrofes medioambientales, con la misma estructura de pensamiento y liderazgo que los causaron. Necesitamos otra visión y otros valores en la construcción de las soluciones. Lo conseguiremos mediante la total incorporación de la mujer en la toma de decisiones en las organizaciones humanas existentes. En todas, empezando por la familia. Igualmente, debemos estar muy atentos: el machismo y la desigualdad sembraron rencor en muchas mujeres, no sin razón, y ahora no desean la igualdad, sino un revanchismo histórico. Una confrontación para minimizar al máximo al hombre y colocar a la mujer en una posición de dominación total. Lo inverso de lo que hemos tenido. Suponen que así se compensaría el sufrimiento de tantas mujeres y se corregirían los agravios cometidos.
Yo, personalmente, creo que cualquier revanchismo traerá lamentablemente nuevos problemas y ralentizará el proceso evolutivo. Tendríamos que corregir los errores del péndulo inclinado al otro extremo hasta llegar al centro en una fecha lejana. Ya vimos cómo la dominación del hombre trajo consecuencias muy negativas, lo mismo se pudiese prever con la dominación de la mujer.
Llamo a la reflexión para no perder más el tiempo, por muy doloroso que haya sido el pasado y lo sea el presente. Tratemos de llevar el péndulo cuanto antes al centro de la igualdad y la unidad de hombres y mujeres para encontrar las soluciones a los graves problemas que afrontamos. No hay un segundo que perder.
Solo en la unión y armonía del hombre y la mujer construiremos un mundo más humano, justo y regenerativo.