Por Ana Franco
15/01/2017
Ir de shopping cansa una barbaridad. Por eso, varias casas de lujo y de moda han reservado en sus tiendas más emblemáticas un espacio para reponer fuerzas en forma de restaurante. Los consumidores están ávidos de experiencias que van más allá del mero acto de compra, y las marcas emplean todo su arsenal para entretener a sus clientes, con exposiciones de arte, actividades para niños y sí, también gastronomía.
El pasado marzo, la firma italiana de lujo Marni abrió su primer Flower Cafe en el tercer piso de los grandes almacenes Hankyu Umeda, en Osaka (Japón), decorado con un sofá de terciopelo azul y pequeñas mesas de latón y mármol verde realizadas a mano. Sirve especialidades del país de la bota, como focaccia y tartas tradicionales, y vende una gama de productos personalizados de Marni, como flores, sets de picnic y cajas de madera para el almuerzo. Según la compañía, habrá otros Flower Cafe, en Japón y en otras latitudes.
Es en el Lejano Oriente donde más se ha desarrollado este concepto de flagship o tienda de referencia con restaurante, concretamente en Tokio y en Shanghái, ciudades en las que muchas empresas del gremio erigieron edificios enteros para despachar todas sus líneas de producto al cliente más codiciado: el de ojos rasgados. En el centro comercial K11 Art Mall de Shanghái, la diseñadora británica Vivienne Westwood inauguró su primera cafetería el año pasado, con sillas para 60 comensales y cubiertos y pastelillos que exudan el ADN de la firma, con el omnipresente tartán. Meses después, en otro centro comercial de la urbe china, el lujoso IAPM, Gucci estrenó un restaurante completo (ya disponía de cafés en Milán y en su museo de Florencia). El 1921 Gucci Café ofrece cenas inspiradas en la Toscana en 600 metros cuadrados, en los que se ubicaron un restaurante, un bar, un lounge, una sala VIP y una terraza exterior para los meses de primavera y verano. Una ensalada puede llegar a costar 88 yuanes (12 euros), y hasta las servilletas y los cubiertos de plata lucen el logo de Gucci.
En Tokio se puede visitar también el Furla Café, The Aquarium (un café/salón en la tienda de la firma de moda masculina Alfred Dunhill, que también tutela los restaurantes Alfie’s en Hong Kong, Shanghái y Dubái), y el restaurante Beige, en la torre Chanel, que regenta el celebérrimo chef galo Alain Ducasse. Cuando hace buen tiempo en la capital nipona, el Edificio Chanel abre el café de su terraza, Le Jardin de Tweed, que no admite reservas. La entrada a ambos locales se realiza por una puerta distinta a la del inmueble.
A la ruta hay que añadir últimamente Seúl, la capital de Corea del Sur, un avispero cultural en la zona que visitan millones de chinos y donde han puesto sus ojos los grandes grupos del lujo. En el edificio que Dior estrenó en 2015 en la megalópolis, que es la tienda más grande de la enseña en Asia, hay un café que asesora el conocido pastelero francés Pierre Hermé. Se trata de un lugar très chic que ideó el arquitecto Peter Marino y en el que se sirven helados, bombones, tartas, bebidas y los consabidos macarons.
El pionero a la hora de ligar moda y gastronomía fue Giorgio Armani, que abrió su primer Emporio Armani Caffè hace 20 años, cuando la relación entre la moda y las cosas del comer no estaba tan en boga. Dado el buen funcionamiento de esa primera cafetería, con el tiempo el diseñador italiano sumó otras: Emporio Armani Caffè en todo el mundo, Armani/Ristorante, clubes Armani/Privè, un Bamboo Bar y el exclusivo restaurante Nobu de Milán. “Creo que los cafés y restaurantes son un destino después de un día de compras, un espacio donde se puede disfrutar de un ambiente elegante y relajado. Pero pueden ser lugares por derecho propio, donde ir a degustar platos exclusivos y la experiencia de un servicio impecable, todo en un ambiente único y sofisticado”, dice Giorgio Armani.
La página web principal de Armani incluye entre sus pestañas alusiones a sus negocios hosteleros, algo que ni Chanel, ni Dunhill ni Gucci hacen. Claro que, en el caso de Armani, sus hoteles, bares y chocolates (también creó la división de dulces Armani/Dolci) suponen una diversificación de sus ingresos. Lo mismo sucede con la joyera Bulgari, que ha montado una cadena de hoteles internacional y dos restaurantes de inspiración italiana en Osaka y en Tokio. Il Ristorante, con un jardín de estilo italiano en la azotea, ocupa los cuatro pisos superiores de la Torre Bulgari Ginza, el buque insignia de la marca en el distrito comercial de lujo más prestigioso de Tokio. Es su tienda más grande y consta, además, de un bar y de un lounge.
La idea de Armani y de los responsables de Bulgari (que pertenece al coloso del lujo LVMH) es crear un mundo que refleje un estilo de vida, construir marca. Para ellos no sólo se trata de entretener a sus clientes en sus tiendas. La gastronomía es una expansión lógica y consistente dentro de su actividad. También lo es para el americano Ralph Lauren, que fundó los restaurantes Ralph’s, en París, RL, en Chicago, The Polo Bar, en Nueva York (donde los camareros visten pantalones de franela gris hechos a medida, zapatos y corbatas de seda de Ralph Lauren) y Ralph’s Coffee, en el segundo piso de la tienda insignia de Polo en la Quinta Avenida neoyorquina.
En Europa, Milán es el enclave con más propuestas. En la capital del diseño, Dolce & Gabbana ubicó sus Bar Martini y Martini Bistrot, que reciben a la flor y nata de la moda internacional, y el diseñador Roberto Cavalli dispuso un Cavalli Club, que tiene un hermano en Dubái, además de sus Cavalli Caffè. Más al norte, en Londres, Burberry ha hecho un hueco en su establecimiento de Regent Street al restaurante informal Thomas’s, con un menú de clásicos platos británicos en el que no falta langosta, patatas fritas y té, of course.
En España
Donde el lujo y la moda apenas han montado casas de comidas es en España. Lo más parecido que se puede encontrar en Madrid, por ejemplo, es el restaurante de la flagship store de Adolfo Domínguez en la Calle Serrano, en la última de sus cinco plantas. Sus recetas, sobre todo vegetarianas y elaboradas con productos ecológicos, la convierten en una apuesta sana, con zumos detox, ensaladas y cremas caseras. Aunque también sirven gin-tonic con frutos rojos. “Es un espacio único que adelanta la evolución creativa y empresarial de la firma y que anticipa el futuro del mundo de la moda”, dice un portavoz de Adolfo Domínguez. También hay que sumar los agradables jardines de las tiendas de Salvador Bachiller en Madrid. Hay tres y ofrecen comidas, cenas, brunch, aperitivos y copas. ¿Se pondrán de moda en España? La moda dirá.