Por Iñigo Aduriz
05/10/2016
Se superó la época de los sectores de guerristas y renovadores en el PSOE. También la de los chaconistas y los rubalcabistas. Pero las batallas internas no sólo no han cesado sino que se han incrementado entre los socialistas, hasta la guerra total de los últimos días. Sobrevive la corriente independiente de la que forma parte uno de los contrincantes de Pedro Sánchez en las primarias de 2014, José Antonio Pérez Tapias. Izquierda Socialista, amparada por los estatutos, defiende los postulados más izquierdistas así como el acercamiento sin ambages a formaciones de ese espectro ideológico y planteamientos clásicos del socialismo. Pero sigue siendo minoritaria. Además de Pérez Tapias, el valenciano Andrés Perelló es otro de los miembros visibles de esta facción que se sitúa a la izquierda de Ferraz.
Las verdaderas batallas las protagonizan los principales dirigentes del partido. La gran lucha por el poder ha estado hasta este mismo sábado, entre el hasta entonces secretario general, Pedro Sánchez, y la presidenta andaluza y máxima dirigente de la federación del PSOE de Andalucía, Susana Díaz. En el Comité Federal ganó finalmente esta última, ya que forzó la dimisión de Sánchez y se conformó una gestora en la que los críticos son mayoría.
El enfrentamiento que hasta entonces había sido más una guerra fría se endureció justo después de las elecciones vascas y gallegas del pasado 25 de septiembre cuando desde los sectores críticos exigieron la cabeza de Sánchez y éste respondió convocando unas primarias para el próximo día 23 de octubre y presentándose a ellas. A la espera de un candidato del sector crítico, todo apunta a que la trifulca se prolongará, por tanto, a lo largo del otoño.
La división en el PSOE se ha manifestado, en todo caso, cada día, a través de los líderes territoriales conocidos como barones. En el bloque crítico con Pedro Sánchez se han situado, además de Díaz, Guillermo Fernández Vara (Extremadura), Ximo Puig (Comunidad Valenciana), Emiliano García-Page (Castilla-La Mancha), Javier Lambán (Aragón) y Javier Fernández (Asturias), respectivamente. Entienden que los socialistas atraviesan por una situación más que delicada por las sucesivas derrotas electorales a nivel estatal. Por eso han cuestionado las decisiones del exsecretario general y de su exsecretario de Organización, César Luena, sobre todo las referidas a la gobernabilidad, al llegar a considerar propugnar la abstención en una investidura de Rajoy. Con la excepción de Madrid, todos esos dirigentes están a la cabeza de las federaciones con más peso del país por número de militantes y respaldo en las urnas.
Frente a ellos se han situado los barones más cercanos a Sánchez en cuyos territorios el PSOE ha obtenido, paradójicamente, los peores resultados en las últimas citas electorales. Se trata de Idoia Mendia (País Vasco), Francina Armengol (Baleares), Rafael González (Murcia), Luis Tudanca (Castilla y León), César Luena (La Rioja) y Eva Díaz Tezanos (Cantabria), respectivamente. También la madrileña Sara Hernández, aunque esta federación sigue completamente dividida y aún sangra la herida del fulminante cese de Tomás Gómez.
Una voz especialmente discordante con Ferraz ha sido, además, la del concejal del Ayuntamiento de Madrid Antonio Miguel Carmona. Más al margen, aunque normalmente también alineados con el líder federal, han estado la navarra María Chivite, y el canario José Miguel Pérez. Igual que el gallego Xoaquín Fernández Leiceaga que acaba de encajar el sorpasso de En Marea en las urnas. También ha contado Sánchez con el respaldo de Miquel Iceta, el hasta ahora líder del PSC, partido hermano del PSOE, si bien se aproximan unas primarias en las que el barcelonés se disputará el liderazgo de la formación catalana con Núria Parlón, alcaldesa de Santa Coloma de Gramanet, que es muy crítica con Sánchez.
Otra división se traslada al plano ideológico y está muy relacionada con la crisis territorial por la que atraviesa el país y las pulsiones soberanistas que se han reforzado especialmente en Cataluña en los últimos años. El conflicto está en el término ‘nación’. Mientras los socialistas catalanes y los vascos se lo atribuyen a sus respectivas comunidades, el resto considera que únicamente existe la española. Ante esta disyuntiva el PSOE encontró la vía de la defensa de la España federal, sin entrar en el debate de las naciones, en la que sí parecen estar de acuerdo todos los barones.