Por Juan Salinas Quevedo
30/09/2017
La llamada nació como una obra underground y ahora es uno de los fenómenos teatrales más importantes de los últimos años en nuestro país: ganadora de 11 premios Broadway World, Fotogramas de Plata a Mejor Actriz, un Premio del Teatro Musical y 3 nominaciones a los Premios de la Unión de Actores, ha sido representada con éxito en más de 30 ciudades en España, México y Moscú. Ahora llega la adaptación a la gran pantalla -que a partir del 29 de septiembre podrá verse en los cines- postulándose ya como una de las películas revelación del cine español en los últimos años, cuyo estreno se producirá en el marco del Festival de Cine de San Sebastián que se celebra durante estos días.
Sus creadores, Javier Ambrossi y Javier Calvo, “Los Javis”, -conocidos popularmente por su faceta de actores en Física o química, directores de la serie online Paquita Salas y próximos profesores de interpretación de la nueva edición de Operación Triunfo– nos reciben para hablarnos de otro tipo de religión, de tolerancia, de Electro-Latino, de su propia Llamada y de un Dios vestido con un traje de lentejuelas que canta canciones de Whitney Houston.
¿En qué momento pensáis en llevar La llamada al cine?
Javier Calvo: Se nos presenta la oportunidad cuando Enrique López Lavigne –productor de películas como Lo imposible (J.A. Bayona, 2012)- de repente un día viene a ver la obra, se emociona completamente, se declara fan absoluto y nos dice que quiere que hagamos una película que él se encargaría de producir. Nosotros siempre habíamos soñado con hacer una película y fue él el que nos dio ese empuje para llevar La llamada al cine.
¿Y por qué, en un primer momento, decidís contar esta historia en género musical? ¿Quizá por lo que se dice en la película de que la música hace milagros?
J.C.: Precisamente por eso. Siempre consideramos que nuestros personajes se tenían que definir por sus gustos musicales, a cada uno le gusta un tipo de música diferente y eso hace que se presenten personajes completamente distintos, cargados de secretos: Como el caso de la monja más joven que descubrimos que le gustaba Presuntos implicados en los noventa.
Javier Ambrossi: Además nos encanta la música y cuando pusimos a Dios subido en una escalera pensamos que lo mejor que podía hacer era cantar, ¿y qué tendría que cantar? Pues a Whitney Houston que es así como muy celestial. Para nosotros Dios era como una estrella del Rock en mitad de un concierto de Las Vegas, con su traje de lentejuelas, emergiendo del humo… (risas)
Ya que habláis de Dios, la religión se representa de forma transgresora que poco tiene que ver con cómo la ve la Iglesia.
J.A.: Exacto, aunque siempre desde el humor y el respeto. Es una película transgresora y la vez respetuosa que abraza todo tipo de pensamientos. Pero sobre todo habla de que cuando eliges un camino debes ser fiel a ti mismo sin dejarte atrapar por las doctrinas, es un ejercicio de libertad.
J.C.: Al final esto no deja de ser una comedia costumbrista al más puro estilo Berlanga, Azcona o Almodóvar, con una premisa muy loca de gente mundana –en este caso unas monjas- que se ven involucradas en un tremendo follón y todo lo que provoca, y al mismo tiempo tiene profundidad y nos plantea la idea de que hay que vivir la vida guiados por nuestras emociones y pensando que nunca es tarde para cambiar, por tanto no sólo habla de una llamada espiritual sino de una llamada terrenal.
También es una película de contrastes: Por un lado Henry Méndez, por otro Whitney Houston; lo conservador con lo liberal, tener vocación y no tenerla…
J.C.: Una monjita que sufre una crisis de fe, un adolescente que siente un despertar sexual nuevo… hay mucha variedad. (risas)
¿Esto puede resultar que se trate de una película tolerante y que por eso pueda gustar a cualquier tipo de público?
J.A.: Completamente, de hecho así ha quedado demostrado con el musical. Al teatro vienen desde monjas, adolescentes, personas mayores, homosexuales, conservadores, de derechas, de izquierdas… y cada uno se siente atraído e identificado con una parte de la película. Es una variedad de gustos que convergen de forma natural, abogando por la tolerancia, desde el respeto. Es un canto a la libertad.
¿Y el hecho de que guste a todo tipo de públicos no puede ser causa también porque los personajes se dejan llevar por lo que sienten de verdad?
J.C.: Sí porque los personajes buscan encontrar su felicidad y su sitio, en ese campamento cada uno intenta hallar su camino. Son cinco personajes muy dispares que tienen en común un sentimiento guardado el cual les debe guiar.
Y así liberarse de sus ataduras morales y dogmáticas, ¿no?
J.C.: Exacto, y eso se transmite al espectador. Yo he visto como vibran en sus butacas, y cantan bailan, gritan… La gente sale feliz, en definitiva.
Habéis citado antes a Berlanga y Almodóvar… Creo que se asemeja mucho a ese tipo de cine por lo desternillante que es y también por la emoción que subyace del relato, ¿no?
J.A.: A nosotros ese es el tono que nos gusta y el que hemos intentado hacer. Encauzar la comedia y el drama para conseguir un grado mayo de emoción, pensamos que si nos reímos con un personaje vamos a quererle más y por ello emocionarnos más con lo que le ocurra.
J.C.: En la película se ponen en valor cosas muy importantes que si llegas a ellas a través de la comedia el grado de implicación será mayor. Por tanto, no concebimos la risa sin la importancia.
Después del éxito tremendo del musical, ¿pensáis que la película también lo será tras su paso por el Festival de San Sebastián?
J.C.: Eso esperamos, creo que hemos hecho una película mejor que la obra si cabe, o esa es mi sensación. Estamos muy orgullosos de ella, todo el mundo que la ha visto nos cuenta que le ha gustado mucho, así que si tiene buen boca a boca es un indicio de que las cosas pueden ir por buen camino.
J.A.: Y si conseguimos que la gente vaya al cine –con la ayuda de los medios- seguro que saldrán contentos.