El Parlamento Europeo aprobó la Resolución 2019/2819(RSP), sobre la importancia de la memoria histórica para el futuro de Europa. Lo hizo el 19 de septiembre de 2019. Lo curioso es que, a un año de la publicación de este documento, prácticamente no se refleje en la prensa española. Y más extraño resulta, teniendo en cuenta que un tema de especial atención para nuestro país, sobre todo en los últimos meses, es la necesidad de mantener vivo el recuerdo de un trágico pasado, con el fin de honrar a las víctimas, condenar a los autores y establecer las bases para una reconciliación cimentada en la verdad.
¿Qué de especial tiene el texto aprobado por el Parlamento Europeo? Son muchas cosas, pero una de las más importantes que pide «una cultura común de memoria histórica que rechace los crímenes de los regímenes fascistas y estalinistas, y de otros regímenes totalitarios y autoritarios del pasado». Lo importante es que aquí coloca al totalitarismo y el autoritarismo en su conjunto, no solo a una parte de él. Desecha esa «tentadora» idea de que hay «totalitarismos buenos y totalitarismos malos».
La educación ante todo
Un punto especialmente significativo del acuerdo, es que coloca a la educación como medio «para fomentar, en particular entre las generaciones más jóvenes, la resiliencia ante las amenazas modernas que se ciernen sobre la democracia». En este sentido, «anima a los Estados miembros a promover, a través de la cultura en general, la educación relativa a la diversidad de nuestra sociedad y nuestra historia común, incluida la enseñanza de las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial, como el Holocausto, y la deshumanización sistemática de sus víctimas durante años».
Lo importante es que no hace distinciones. Señala que tanto el nazismo como el comunismo «cometieron asesinatos en masa, genocidios y deportaciones y fueron los causantes de una pérdida de vidas humanas y de libertad» a una escala hasta entonces desconocida. En consecuencia, condena «los actos de agresión, los crímenes y las violaciones masivas de los derechos humanos» perpetrados por los regímenes comunista, nazi y cualesquiera otros de raíz totalitaria.
Una deuda pendiente
La resolución sobre la memoria histórica señala que, tras la Segunda Guerra Mundial, algunos países europeos pudieron reconstruirse y acometer un proceso de reconciliación. Sin embargo, otros siguieron sometidos a dictaduras. Esto ocurrió, a veces, bajo la ocupación o la influencia directa de la Unión Soviética. Esta situación les llevó a que, por más de medio siglo, estuviesen privados de libertad, soberanía, dignidad, derechos humanos y desarrollo socioeconómico.
En este marco, destaca que los crímenes del régimen nazi fueron evaluados y castigados gracias a los juicios de Núremberg. En cambio, sigue existiendo la necesidad urgente de sensibilizar sobre los crímenes perpetrados por el estalinismo y otras dictaduras. También es preciso evaluarlos moral y jurídicamente, y llevar a cabo investigaciones judiciales sobre ellos.
Sostiene que Rusia sigue siendo la mayor víctima del totalitarismo comunista y que su evolución hacia un Estado democrático seguirá obstaculizada mientras el Gobierno, la élite política y la propaganda política continúen encubriendo los crímenes comunistas y ensalzando el régimen totalitario soviético; pide, por tanto, a la sociedad rusa que acepte su trágico pasado
Nazismo no, pero comunismo tampoco
El documento condena el «revisionismo histórico y la glorificación de los colaboradores nazis en algunos Estados miembros». Expresa preocupación por «la creciente aceptación de ideologías radicales y la regresión al fascismo, el racismo, la xenofobia y otras formas de intolerancia».
Muestra preocupación por los «esfuerzos de los actuales dirigentes rusos por distorsionar los hechos históricos y ocultar los crímenes perpetrados por el régimen totalitario soviético».
El acuerdo afirma que la integración europea ha sido una respuesta a los sufrimientos provocados por dos guerras mundiales. También por la tiranía nazi y por la expansión de los regímenes comunistas totalitarios. Además, ha sido una manera de superar las divisiones y hostilidades en Europa mediante la cooperación y la integración y de acabar con las guerras y consolidar la democracia en el continente.
España, memoria histórica selectiva
Frente a esta propuesta europea, que equipara ambos horrores y reclama una memoria íntegra, que se ejerza objetivamente sin falsedades ni parcialidad, en España el Consejo de Ministros aprobó el anteproyecto a la renovación de la Ley de Memoria Histórica, el cual busca declarar nulos de pleno derecho los juicios sin garantías de la época del franquismo, crear un censo nacional de víctimas, dotar al Estado de recursos para exhumar restos de fosas comunes y transformar el Valle de los Caídos en un cementerio civil.
Convierte en ilegal a la polémica Fundación Francisco Franco, cuya ilegalización ya fue solicitada por el Parlamento Europeo hace dos años. También se incluye una «actualización de contenidos curriculares con memoria democrática para Educación Secundaria Obligatoria y Bachillerato». Su propósito, según Carmen Calvo, es «reencontrarnos con una historia brillante de las libertades que tiene que estar en la conciencia colectiva y en la aulas».
Desequilibrio en la memoria histórica
El texto continúa con una larga lista de requerimientos para desnudar las atrocidades del franquismo. Pero hace un silencio total en temas como la represión en la zona republicana durante la Guerra Civil Española, y las denuncias de actos criminales por parte de grupos de izquierda que en ocasiones incluyen al gobierno de la República.
El cálculo de asesinados oscila entre los 85.000 y los 170.000, incluyendo a más 6.800 religiosos católicos, cifras que algunos autores elevan incluso más.
En este sentido, el escritor Antonio Pérez Henares, en una entrevista concedida a Libertad Digital, afirmó que «en aquel momento tan terrible de la historia de España hubo víctimas y verdugos en los dos bandos. Esto que hacen ahora desde la izquierda española es una cosa parcial y partidista. Una mentira, que solo quiere mirar la mitad de lo que sucedió. Además, lo que trata es volver a intentar levantar el odio entre los españoles».
Un fenómeno mundial
Las consecuencias del desconocimiento histórico también se pusieron de manifiesto durante las protestas antirracistas que ocurrieron en los Estados Unidos y en varios lugares del mundo, tras el asesinato de George Floyd a manos de la policía.
En Boston, una estatua Cristóbal Colón fue decapitada y en Richmond, Virginia, otra escultura suya fue derribada.
Los manifestantes demolieron la estatua del misionero español Fray Junípero Serra. De los daños tampoco escapó una estatua de Miguel Cervantes, que apareció con pintas de «bastardo».
También hubo agresiones contra imágenes de Padres Fundadores, como George Washington y Thomas Jefferson. Igualmente, del presidente Abraham Lincoln. Una suerte similar corrieron monumentos de destacados militares del Ejército Confederado, como los generales Robert E. Lee y Williams Carter Wickham. Paradójicamente, también la emprendieron contra sus adversarios del Ejército de la Unión, como el general Robert Ulysses Grant y el almirante David Farragut.
Y más extraño aún, hubo agresiones a las figuras de notables abolicionistas como Matthias Baldwin o el autor del himno nacional de los Estados Unidos, Francis Scott Key.
Ignorancia y perversión
Para Belén Navajas y Javier Gómez, investigadores del Foro Hispanoamericano, «decapitar estatuas, dinamitar budas, derruir iglesias, alterar monumentos, renombrar avenidas y tantas otras formas con las que se pretende solventar nuestras deudas con la historia responden a profundas desviaciones (…) nacidas de la ignorancia».
Se trata de «una ignorancia que no reside en lo que uno no sabe (…) Es otro tipo de ignorancia. Es el desprecio absoluto a lo que significa la historia, al sentido que tiene estudiarla, a la utilidad que tiene enseñarla. Pero no es una ignorancia inocente, es la perversión nacida del fanatismo», agregan.
«Echar la culpa a Colón, o peor, a un estereotipo que de él nos hemos fabricado, de los problemas estructurales de la sociedad estadounidense actual resulta sorprendente, pero, en modo alguno, es inocente ni generoso».
En este ambiente de ignorancia, resulta sensato el llamamiento del Parlamento Europeo a los Estados miembros para que promuevan, «a través de la cultura en general, la educación relativa a la diversidad de nuestra sociedad y nuestra historia común, incluida la enseñanza de las atrocidades» que se hayan cometido.
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