Por Cambio16
20/12/2016
Detrás de Andrei Karlov se colocó Mert Altıntaş, como siempre, para cuidarlo. Vestido de impecable traje negro, camisa blanca y corbata. Sabía desde hacía tiempo qué haría. Sólo esperaba la situación ideal para concretar su atentado. Cuando Karlov comenzó su mensaje relacionado con una exposición fotográfica en el centro de Ankara, Turquía, desenfundó su pistola reglamentaria y lo liquidó.
El mundo de inmediato se conmovió por un asesinato que tuvo decenas de testigos. Las imágenes tomadas por fotógrafos que estaban allí asignados por sus agencias se multiplicaban. Una era más impactante que la otra. Karlov sería declarado muerto minutos después. Pero su muerte no sería la primera que involucra a diplomáticos y embajadores. Es una más.
https://youtu.be/Ig_ob5iNHl4
Uno de los casos recientes más impactantes involucró a otro ruso: Alexander Litvidenko, un antiguo oficial del servicio secreto de ese país que se volvió crítico del régimen del Kremlin. El Reino Unido comenzó a pagar por sus servicios y por su información. Moscú se vengó de una manera antiquísima: colocó un poderoso veneno en su taza de té. Murió a los pocos días en un hospital de Londres. Antes de su último respiro culpó a Vladimir Putin por su asesinato.
Otro asesinato que impactó por su brutalidad fue, sin dudas, el que se produjo contra el embajador estadounidense en Libia. Christopher Stevens estaba en Benghazi cuando una turba irrumpió en la sede diplomática en septiembre de 2012. A los pocos minutos, lo mataría de la peor manera. Otros tres diplomáticos también fueron asesinados por la muchedumbre descontrolada. Hillary Clinton, quien por ese entonces era secretaria de Estado, fue duramente criticada por no haber reforzado la seguridad de la embajada de los Estados Unidos.
El caso del crimen de otro embajador estadounidense también conmovió al mundo. Fue en 1979, cuando el diplomático Adolph Dubs fue secuestrado por un grupo de terroristas en Afganistán. Fue ejecutado durante una riesgosa misión de rescate.
El secuestro ocurrió el mismo año que la embajada de los Estados Unidos fue atacada en Teherán, Irán. Fueron 444 días en los que personal de esa sede fue tomado como rehén por los fanáticos islamistas que respondían a la revolución comandada por el Ayatollah Komeini. La crisis comenzó con la administración de Jimmy Carter y fue resuelta por la de Ronald Reagan.
El 17 de marzo de 1992, la embajada de Israel en Buenos Aires, Argentina, fue blanco de la furia extremista. Como resultado del atentado 22 personas perdieron la vida y más de 200 resultaron heridas. El grupo terrorista libanés islámico Hezbollah con apoyo de Irán fue el responsable del ataque.
En abril de 1983, Hezbollah también cometió un atentado de similares características. Fue en el Líbano, en la sede diplomática de los Estados Unidos. Allí murieron -producto de un coche bomba- 63 personas, entre personal norteamericano y libanés. Eran las primeras muestras de terror del grupo radical chiita.
En septiembre de 1985, cuatro diplomáticos rusos también fueron víctimas de la barbarie islamista en el Líbano. El cónsul Arkady Katkov fue asesinado durante el cautiverio, los otros tres (Oleg Spirin, Valery Mirikov y Nikolai Svirsky) fueron liberados. Los terroristas señalaron que golpearon contra los representantes rusos por la muerte de un líder de Hezbollah que fuera ultimado por la KGB.