Por Rogelio Biazzi
04/06/2017
Profesor de Economía de la Universidad Complutense de Madrid
La izquierda y la derecha tienen un lío con la gestación subrogada. ¿Cómo es posible que ambos extremos ideológicos se pongan de acuerdo tan ampliamente en un tema de tanta trascendencia social? Porque ambos apelan al mismo argumento de moral y rechazan la legalización de la gestación subrogada por la misma razón: la no mercantilización de la mujer.
El lío en la derecha podría considerarse menor respecto a su antagonista ideológico. La derecha -de forma mayoritaria- es conservadora, y además, en estos temas, el prohibicionismo coincide con lo que piensan la mayoría de los católicos y la derecha es mayoritariamente católica. De todas formas la derecha se enfrenta a algunas contradicciones que tendrá que resolver. En problemas sociales tan serios como el aborto y la gestación subrogada esgrimen convicciones contrarias; en uno, una apuesta decidida pro vida, y en el otro, prefieren que no haya vida a que la haya en vientres prestados o alquilados.
Pero la izquierda se enfrenta a muchas más contradicciones para cabalgar. Ante todo tienen un miedo atávico a ser confundidos con liberales. El liberalismo en Europa conlleva una connotación tan negativa para la izquierda, que con tal de no ser tratado de liberal, un ciudadano de izquierda es capaz de renegar de todas las libertades, de la libertad económica encarnada en los malditos mercados, pero también de libertades civiles. Por ello están en contra de la prostitución y de la gestación subrogada, en ambos casos, ejemplos de la libre utilización de la propia anatomía de las mujeres. En el caso de la prostitución hablan de mafias y delitos asociados, pero se les cae la careta con su oposición a la gestación subrogada. A ésta no la pueden disfrazar de lucha contra las mafias asociadas, porque no las hay y es poco posible que las haya dada la dificultad de secuestrar a una mujer, asegurarse que pueda gestar, encontrar al cliente que tolere un secuestro que deberá durar al menos nueve meses y llevar a buen término un embarazo y un parto en la clandestinidad y en condiciones precarias. No afirmo que sea imposible, pero digo que es mucho más difícil que perviva una organización criminal de este tipo. Otra gran contradicción que tiene en su seno la izquierda en torno a este tema es la propia contradicción que tiene el feminismo. Los mantras feministas respecto al aborto, “mi cuerpo es mío, yo decido» o “nuestro cuerpo, nuestros derechos” dejan de tener vigencia en torno a la decisión de una mujer de querer o no, prestar o alquilar su vientre. En este caso también aluden a un argumento moral puro y duro, aunque lo de la libertad para decidir qué hacer con su cuerpo quede relegada.
Un argumento a favor de legalizar la gestación subrogada es que de hecho ya existe, aunque sólo pueden acceder a ella algunos privilegiados. A falta de la regulación han ido surgiendo intermediarios que organizan viajes a sitios donde la gestación subrogada es legal y donde parejas que no pueden gestar consiguen allí su sueño a cambio de precios más bien altos. Otra gran contradicción de la izquierda, que clama en defensa de quienes menos tienen y dicen que si se regula la gestación subrogada será sólo en beneficio de los ricos. Ahora, es cuando sólo los ricos pueden acceder a ella en sitios como Canadá, por ejemplo. Hay más argumentos de eficiencia a favor de la gestación subrogada y uno de ellos es la baja tasa de natalidad española, que ha descendido a mínimos históricos. La edad media de maternidad ha ascendido hasta los 32 años y hay muchos más problemas de embarazos que no llegan a buen término. La gestación subrogada es una herramienta más, no la única, que puede ayudar a aumentar el nacimiento de niños en España.
Hay quienes defienden una gestación subrogada altruista y gratuita, como ocurre con la donación de órganos, según argumentan. No son ejemplos comparables. Aunque existe algún ejemplo, Irán, donde es legal la venta de órganos, en casi todo el mundo está prohibida. Pero esta prohibición no tiene fundamentos morales ni éticos sino de eficiencia. Por un lado, sí es un mercado más proclive a la aparición de crímenes asociados y por otro, la legalización de un mercado de venta de órganos canibalizaría al de donaciones. La mayoría de la gente preferiría, ceteris paribus, vender a donar y el altruismo quedaría limitado a vínculos familiares, afectivos o a personas extraordinarias. Como sí existe un sistema de donación de órganos ampliamente desarrollado, España es el mejor ejemplo, tiene sentido conservarlo en beneficio, justamente, de quienes verían dificultado el acceso a un mercado de compra venta. En el caso de la gestación subrogada, no existe un sistema altruista y es poco probable que pueda desarrollarse, dado que los costes son mucho más altos. En la gestación subrogada el “donante” siempre es vivo y debe soportar todos los costes de su donación, que además abarca un período de tiempo mucho más extenso.
Lo más evidente que pone de manifiesto este debate es la constatación de que la izquierda española es conservadora y moralista a tutiplén. No sólo el PSOE o IU, partidos antiguos, sino también los que van de nuevos, Podemos, que ha caído ya varias veces en la trampa de defender estructuras del pasado y oponerse al bienestar de la mayoría. Se ha visto en temas más económicos, como la defensa de estibadores o taxistas contra una mayoría social que reclama cambio y progreso, y se ve en temas sociales como la gestación subrogada en donde se oponen a la modernidad que representan nuevas formas de familia. El progresismo, bandera de la izquierda, ha cambiado de bando. Ahora está en manos de Ciudadanos que, aunque acomplejados con el caveat incomprensible del altruismo, ha sido el único partido que ha apostado por la sociedad abierta y plural del futuro.