Por Iñigo Aduriz
20/07/2016
Los gestos y las palabras de Pablo Iglesias este martes, justo después de la sesión de constitución de Las Cortes, lo decían todo. Con expresiones de asombro, visiblemente cansado y preocupado, el líder de Podemos reconocía que la legislatura había quedado «severamente comprometida» dado que las abstenciones y votos a favor de PNV y CDC para la configuración de la Mesa del Congreso habían «decantado la balanza» hacia la opción de que el PP de Mariano Rajoy repita en el Ejecutivo.
Poco después era Alberto Garzón el que, en el mismo tono, reconocía las dificultades para conformar un Ejecutivo de izquierda junto con los nacionalistas –a los que Unidos Podemos siempre ha incluido en su bando– tras los acuerdos «poco transparentes» alcanzados por estas fuerzas y los populares. También desde el PSOE sus principales críticas se dirigieron a PNV y CDC todavía en un tono más agresivo. Y su portavoz Antonio Hernando se limitaba a emplazar a Rajoy a seguir apoyándose en esas dos fuerzas para tratar de volver a la Moncloa.
Las tres reacciones tienen algo en común: las fuerzas de izquierdas ya han dado por hecho que su unión, a la que irremediablemente se tendrían que sumar los nacionalistas, bien fuera con apoyos o abstenciones, para conformar un Gobierno de progreso alternativo al PP, es imposible y, por tanto, por el momento no se darán nuevos pasos en esa dirección.
La tendencia de las próximas semanas
El final de verano se le presenta así más optimista que nunca a Mariano Rajoy porque lo ocurrido el martes en el Congreso marcará la senda de lo que sucederá en las próximas semanas. El presidente en funciones podría contar, por tanto, con la ayuda no sólo de Ciudadanos sino también del PNV y de CDC para su hipotética investidura. Es lo que sucedió en la conformación del primer Ejecutivo de José María Aznar, cuando obtuvo una mayoría insuficiente en las urnas y necesitó de apoyos externos.
La izquierda, una vez más, no ha sabido –ni ha querido– ponerse de acuerdo en una unión que hiciera frente a la unidad que representa el PP en la derecha. Son múltiples las imágenes que en los últimos meses han ilustrado esos desencuentros, aunque los más importantes han tenido que ver con las negociaciones que se pusieron en marcha tras el 20D para formar Gobierno. Fue la gran oportunidad de la izquierda, ya que seis meses después, en las elecciones del 26J, han visto reducida su capacidad de actuación por el importante retroceso de los apoyos logrados por Unidos Podemos –unión de la formación morada e IU–.
En los últimos meses Podemos ha puesto encima de la mesa unas condiciones –reclamando al PSOE la vicepresidencia, ministerios o incluso la presidencia del CNI– inaceptables para los socialistas que, alentados principalmente por las federaciones andaluzas, extremeña o castellano manchega, también se negaron a ser respaldados únicamente por fuerzas de izquierda e impulsaron el acuerdo con Ciudadanos. El principal escollo tuvo que ver con la posición de la formación morada sobre el derecho a decidir en Cataluña, un asunto que, en cambio, no ha impedido al PP llegar a acuerdos con CDC.
Batallas encarnizadas
Los desencuentros no se han dado únicamente en las mesas de negociación. Los plenos del Congreso han sido escenario de encarnizados intercambios de acusaciones graves principalmente entre los miembros de los dos partidos más importantes de la izquierda: PSOE y Podemos. Lejos de la investidura de Pedro Sánchez, la sesión convocada en marzo para ese fin se convirtió en la del juego sucio entre ambas fuerzas.
Iglesias aludió a Felipe González y aseguró que tenía «el pasado manchado de cal viva», lo que enfureció sobremanera a la bancada socialista, mientras Sánchez acusó al líder de Podemos de simpatizar con ETA por asegurar que Arnaldo Otegi fue un «preso político». «Con mucho respeto, el próximo lunes se cumplen ocho años del asesinato de Isaías Carrasco, por aquellos que usted dijo ayer que eran ‘presos políticos'», le dijo, enfureciendo esta vez a los diputados de las llamadas confluencias.
A pesar de que el lunes parecía que el ambiente era más relajado y distendido entre ambas fuerzas y de que en la segunda vuelta Podemos decidiera respaldar a Patxi López como presidente del Congreso a sabiendas de que Ana Pastor ya contaba con la mayoría suficiente y de que los nacionalistas se abstendrían, la lucha continuó esta vez de mano de dos diputados: José Zaragoza, del PSC, y Manuel Monereo, de Podemos.
Sin alternativa
Cuando este último, un histórico de IU Andalucía, utilizaba su turno de palabra para prometer su condición de diputado para arremeter contra los socialistas por no intentar un Ejecutivo de cambio, el catalán le recordaba la supuesta pinza entre Julio Anguita y José María Aznar de los años 90. Monereo, encendido, le respondía volviendo a sacar a relucir al GAL y le decía: «acuérdate tú de Vera y Barrionuevo». Ambos exministros socialistas fueron condenados por su relación con el terrorismo de Estado.
Ante este panorama y dadas las reticencias del PSOE de llegar a acuerdos con los nacionalistas, PNV y CDC se han acercado de nuevo al PP, alejando de forma prácticamente definitiva cualquier otra opción para conformar una alternativa. Es la propia izquierda la que ha perdido una nueva oportunidad para el cambio.