La decadente economía de Venezuela, cuyo producto interno bruto se desplomó en más de 75% entre 2013 y 2021, busca asirse a todo lo que pueda servir como salvavidas. Uno de ellos es un megaproyecto turístico de gran dimensión en la isla La Tortuga, al sur del Mar Caribe y en las costas del país suramericano. El anuncio del plan oficial encendió las alarmas en organizaciones ecológicas por el enorme impacto medioambiental que implica
Actualmente la isla preserva sus prísticas aguas cristalinas de diversas tonalidades de azul y turquesa. Este paradísiaco lugar está desierto y carece de servicios e infraestructuras. Es quizá es el secreto mejor guardado del Caribe. A más de 80 km de tierra firme, La Tortuga es la segunda isla más grande de Venezuela, después de la Isla de Margarita.
Pese a sus playas de arena muy blanca y un clima de 30 °C todo el año, no tiene habitantes permanentes. Solo un pequeño número de pescadores que van por temporadas. Es muy poco turística. La infraestructura destinada al turismo es inexistente: no cuenta con puerto ni aeropuerto.
Pero el régimen quiere cambiar ese prístino territorio. Nicolás Maduro anunció en julio un ambicioso plan para transformar el territorio y convertirlo en «el gran centro turístico del Caribe». Incluye la construcción de un aeropuerto internacional y un gran puerto para recibir los cruceros que transitan por el Caribe, 10 hoteles de lujo, campos de golf y hasta una zona de «glamping», para acampar glamorosamente al aire libre.
Un equipo de BBC Mundo se trasladó hasta la isla desde Caracas para conocer los avances de las obras, a pesar de los percances de seguridad y vías terrestres en pésimas condiciones.
El megaproyecto turístico en La Tortuga
Actualmente ir a la isla es una aventura, señala el portal de noticias británico. Solamente hay un operador turístico que ofrece viajes casi todos los fines de semana: Millas Venezuela, que tiene un pequeño campamento con tiendas de campaña para los turistas más atrevidos. También hay una opción para los aventureros con mayor poder adquisitivo. El exclusivo hotel Chelonia, el único la isla, que cobra cerca unos 500 dólares por persona por traslados en lancha. Para traslados en yate y hasta en helicópteros la tarifa sube 5.000 para a cinco pasajeros.
La Tortuga consta de una isla mayor, varios islotes y pequeños cayos con escasa vegetación pero playas de ensueño. El nombre de la isla deriva de las numerosas tortugas que llegan anualmente a desovar en sus largas y arenosas playas. Es refugio de 37 especies de aves pertenecientes a 19 familias, algunas migratorias neárticas, migratorias locales, migratorias intratropical y residentes. Muchas de estas especies, como el alcatraz que nidifica en un período diferente a los de las poblaciones continentales, están protegidos por organismos internacionales.
Además, la isla es visitada por pescadores que frecuentan la isla entre los meses de septiembre y abril. Durante esta época capturan corocoros, rayas, meros, pargos y langostas. A algunos de estos pescadores les preocupan los planes de explotar el potencial turístico de la isla. «Últimamente vienen unos cuantos turistas todos los fines de semana o cada 15 días. Nos la llevamos bien con ellos», asegura Pascual González, margariteño que lleva décadas pasando temporadas de pesca en la isla.
«Pero nos da miedo que nos saquen de aquí -prosigue-. Los planes oficiales de construir un megaproyecto turístico nos parecen bien. Siempre que podamos seguir pescando».
Promesas incumplidas
Los pescadores explican que antes de la pandemia había muchos más turistas, pero ahora llegan pocos. La crisis económica que azota a Venezuela desde hace casi una década afecta todos los sectores de la economía.
En las cifras oficiales, Venezuela recibió durante 2013 poco más de 1 millón de turistas internacionales, una cifra que se derrumbó a mucho menos de 400.000 en 2017, el último año en que el gobierno publicó cifras. Ese mismo año, Colombia recibió 6,5 millones de turistas y Perú superó los 4 millones.
La pobreza y el bajo poder adquisitivo de la población también afecta al turismo interno. Valentina Quintero, una periodista local que lleva décadas promocionando y promoviendo el turismo en Venezuela, afirma que no es la primera vez que se trata de desarrollar el lugar turísticamente. Como en julio de 2022, cuando se informó del megaproyecto turístico en la Isla La Tortuga, pero quedó en el olvido al igual que un proyecto turístico de bajo impacto que en 2005 anunció Ministerio de Turismo de Hugo Chávez. Ocho años después, en 2013, Maduro designó La Tortuga como una «zona de interés turístico» y su ministro de Turismo prometió la construcción de posadas en un plan integral de desarrollo para instalar un sistema de aguas servidas, redes eléctricas y otros servicios.
La isla fue posteriormente cerrada al público para realizar trabajos de limpieza, pero nada de lo prometido por el gobierno se ha construido. Lo que sí abrió, tres años después, fue el hotel Chelonia y un gran cartel con la palabra «Venezuela» que colocaron justo al lado de las lujosas instalaciones.
Impacto al medio ambiente
Valentina Quintero tiene dudas sobre el megaproyecto turístico actual en La Tortuga. «Sería replicar lo que se ha hecho en otras islas del Caribe, como Curazao o Aruba. Donde se han dado cuenta de que ese turismo masivo que llega con viajes todo incluido no trae mayores beneficios económicos y es muy dañino para el ecosistema», asegura.
Señala que después de la pandemia ha aumentado la cantidad de personas que buscan entornos naturales y sitios alejados para conectarse con la naturaleza. «Quizá se podría construir algo en esa dirección, más sostenible y ecológico, protegiendo el entorno. que ha sido muy exitoso en Costa Rica», añadió.
El consultor ambiental Joaquín Benítez, director de Sustentabilidad Ambiental de la Universidad Católica Andrés Bello, destaca que el número de turistas que recibe actualmente es muy bajo y no afecta de gran manera el medioambiente. Le preocupa, sí, el megaproyecto turístico en La Tortuga. Señala el que en el sur de la isla existen lagunas con manglares en los que hacen vida y transitan decenas de especies de aves migratorias y locales. Y allí es donde pretenden construir el puerto, «instalaciones que suelen causar un gran impacto ambiental».
No obstante, el régimen insiste en que su proyecto es ecológico. Héctor Silva, viceministro de Economía Productiva, aseguró en julio que se instalarán plantas desalinizadoras y generadores de energía eólica. «Las edificaciones serán construidas al borde de la isla para conservar la flora y la fauna». No se refirió a la rica ecología marina, pero reiteró para que no quedaran dudas que la isla sería un «gran centro turístico del Caribe» que competiría con Aruba y Curazao. Dos islas que reciben cerca de un millón de turistas al año, más del doble de los que recibe toda Venezuela.
Buenas noticias, no hay avances
«Han prometido tantas cosas y han mentido tanto que tener razones para desconfiar de las garantías del gobierno. «Este es un país donde la institucionalidad ambiental ha demostrado con creces ser poco efectiva», afirma Benítez.
En los últimos años, ha habido reportes sobre construcciones en áreas protegidas.. Los parques nacionales Los Roques, el Cerrol Ávila, el sagrado tepuy Yapacana, entre otras muchas, han sido víctima de la minería ilegal y sus daños irreversibles. Las instituciones gubernamentales no suelen actuar contra estas construcciones.
Las autoridades no han dado una fecha concreta para la culminación del proyecto. Pero Silva anunció en julio que «en menos de un año» construirían gran parte de la infraestructura.La realidad es que casi cinco meses después, no ha avance alguno. Benítez pone en duda que el régimen complete el proyecto, lo cual es una buena noticia para el medioambiente. Sus consecuencias serían catastróficas.